Fines y funciones de la universidad
Claudia Tamaríz García
Retomando la definición de educación, la enseñanza universitaria es, dentro de la llamada educación formal, el último periodo del proceso educativo, es decir, es el momento en que finaliza, dentro del esquema académico de una sociedad, el proceso de socialización de los individuos, su formación dentro de la cultura en que se desenvuelve y su desarrollo como persona.
Esto no significa que la educación de un individuo finaliza allí. De hecho la educación nunca termina, sobre todo si tomamos en cuenta que se trata del desarrollo de las capacidades humanas y, hasta donde sabemos, ese desarrollo termina con la muerte. Pero sí es el fin de la educación establecida deliberadamente por la sociedad con el objeto de socializar a sus integrantes y desarrollarlos, transmitiendo su bagaje cultural.
Una universidad transdisciplinaria, amén de estas tareas de socialización de los individuos (que en este nivel incluye su formación para el trabajo), de transmisión del bagaje cultural que permite la continuidad de la cultura como el entorno de desarrollo individual y colectivo, y la formación del individuo como persona, también debe transmitir a sus integrantes la cosmovisión transdisciplinaria, que ve al mundo y al conocimiento como uno, complejo y dinámico, que ve al hombre en el mundo como agente transformador y ser humano en busca de su crecimiento personal y que ve al conocimiento como la herramienta que permite el desarrollo del individuo y de la especie en un marco de armonía con el entorno.
Esta transmisión de la cosmovisión transdisciplinaria del mundo y del hombre que la universidad se encargará de dar, irá acompañada de la formación para una praxis transdisciplinaria que implique dotar al egresado de la conciencia y las herramientas para actuar en el mundo, buscando alcanzar el objetivo que da sentido a esta transdisciplinariedad.
Igualmente se preocupará por generar conocimiento transdisciplinario y disciplinario desde la transdisciplinariedad, guiado por el mismo objetivo.
Estos elementos deben ir acompañados de la formación de una actitud transdisciplinaria de apertura, compromiso, tolerancia, altruismo, cooperación...
Todas estas consideraciones determinan la finalidad que ha de perseguir y las funciones a cumplir.
Fines de la Universidad
Según Juan Manuel Piña, la universidad tiene tres finalidades:
a) El cultivo como producción de conocimientos y enseñanza de contenidos y como difusión de lo que se produce y se enseña.
Su sentido es cultivar lo universal, pero no sólo saberes instrumentales sino también filosóficos.
“Pensar que la universidad debe responder sólo a demandas de la producción es reducir su quehacer. De igual forma pensar que en la universidad se puede cultivar el saber por el saber sin considerar el exterior, es deshistorizarla. Ni lo uno ni lo otro exclusivamente”(Piña,s/f:110)
Se trata, pues de la transmisión de los elementos culturales de la sociedad como una forma de perpetuar su existencia, una tarea reproductora, pero también se trata de generar nuevos saberes o contenidos culturales que favorezcan el desarrollo del grupo humano. No se queda en recrear, también es necesario crear.
b) El sentido crítico . Su función consiste en discutir los saberes y prácticas académicas del interior y exterior de la misma universidad. La universidad debe cuestionar todo, hasta a sí misma.
“Si existe un espacio donde los mundos de la vida se puedan democratizar, y democratizar en tanto confrontación de ideas para llegar a acuerdos (espacio para conversar y convencer a través de la palabra y el argumento que ella brinda) después de una discusión, ese es el espacio universitario”(Piña, op.cit:110)
La universidad es crítica por excelencia y la crítica es cuestionar, confrontar y discutir y también es encontrar y proponer soluciones, tarea que está íntimamente relacionada con la generación de conocimientos. Y son esta capacidad crítica y de generación de saberes lo que convierte a la universidad en una institución transformadora.
c) La formación. Que no se refiere a la capacitación que se enfoca al saber hacer del individuo para el trabajo, sino que se trata de la formación como actividad intrínseca de la cultura y de la sociedad que persigue la superación del individuo de su estado natural-biológico a un estado superior de cultura, un estado de plenitud humana.
Y esta característica manifiesta aquella finalidad de la educación que ya comentamos : la de la formación integral del ser humano, el desarrollo de todas sus capacidades que le permitirán crecer como individuo y hacer crecer a su sociedad y a su cultura.
En tanto esto, la educación universitaria, dentro de un conglomerado social, debe tener como finalidad la formación “completa “del individuo como ser social, es decir debe conseguir su integración plena a la sociedad como un ente adaptado, como un ente productivo, y con este término no me refiero únicamente a que debe ser un individuo capacitado para el trabajo productivo, sino que debe constituirse en un ser fructífero, transformador de su sociedad, para contribuir a su evolución como cultura y como especie, amen de como individuo.
De lo anterior se deduce que lograr la adaptación plena de la persona a la sociedad no significa conseguir su desintegración como individuo en aras de ésta o de los intereses particulares que la manejan y mucho menos su sumisión total al ente social.
Adaptarse a la sociedad es integrarse a ella sin perderse en ella, una pérdida que podría suponer el estancamiento de la evolución cultural y la “desaparición” del ser humano como valor fundamental en el que debe fincarse nuestra futura evolución como especie. Recuérdese que la sociedad es sólo un medio que ha encontrado el hombre para sobrevivir y avanzar en su proceso evolutivo, por tanto éste no debe ser rebasado por aquella. Por ello, adaptarse a la sociedad precisa mantener la individualidad, una individualidad que permite mirar a la sociedad con ojos críticos, aceptar sus logros, pero también detectar sus fallas y buscar soluciones.
Esto significa que la universidad no debe descuidar la formación del ser humano como ente pensante, creativo, crítico, reflexivo y transformador. Así, la formación de la que habla Piña es, quizá, la función más importante de la universidad.
En consecuencia, ésta, al mismo tiempo que, como corolario del proceso educativo formal, tiene como fin concluir la socialización del individuo, debe pugnar también y muy especialmente, por desarrollar en éste las capacidades que le permiten transformar su realidad social para beneficio de la humanidad, para lo cual es indispensable también el carácter crítico de la universidad.
Ahora bien, qué mejor manera de concluir la socialización, esto es, de adaptar plenamente al hombre a su sociedad como ser transformador, que formándolo en actividades que le permitirán desempeñar un trabajo (la actividad transformadora por excelencia) en su entorno social, y no sólo como reproductores de conocimientos, sino como generadores de los mismos, de ahí la función concreta de cultivo de los conocimientos, no sólo como transmisión de los ya existentes, sino, muy especialmente, como generación de nuevos saberes en todos los ámbitos. De ahí que la universidad enfoque sus esfuerzos en la formación profesional para el trabajo y ponga especial énfasis en el trabajo de investigación de los universitarios.
Si la universidad sólo se limitara a transmitir conocimientos y habilidades para el trabajo, podría ser sustituida por cualquier tipo de educación técnica o por formas de educación informal que tuvieran ese fin. Pero lo que hace diferente a la universidad es esa conjugación de formar para el trabajo (capacitar) y desarrollar las capacidades del hombre , que le convierten en un ser crítico y transformador, permitiéndole generar nuevos conocimientos para resolver problemas concretos de su sociedad, y ese es el significado de la llamada educación profesional.
El producto final de la educación universitaria debe ser más que un individuo plenamente capacitado para el trabajo, un individuo pensante, capaz de comprometerse con su realidad social de una manera crítica, reconociendo sus logros y sus deficiencias, y capaz de proponer y llevar a la práctica soluciones racionales y creativas a la problemática social, que redunden en beneficio de toda la colectividad.
Un profesionista, en el sentido más pleno de la palabra, debe ser el motor de un verdadero desarrollo social, y, por supuesto, será también un ser humano más completo.
Bibliografía:
Piña, Juan Manuel (s/f) “La Universidad como un campo problemático” en Universidad y Sociedad. La Inminencia del Cambio . México. p. 110.
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