Fundamentos teórico-metodológicos para la investigación-acción de docentes
(1ª parte)
Cesáreo Torres Ceja
Los comentarios que a continuación presento, se refieren básicamente a la formación dirigida a maestros en ejercicio, ubicados dentro del campo de la educación profesional (licenciatura).
Me propongo exponer, de manera breve, algunos avances de esta experiencia de investigación–acción lograda por los asesores de la Universidad Pedagógica Nacional (UPN), durante el diplomado de Gestión Escolar en Puerto Vallarta.
La forma en que entendemos el trabajo docente y el aprendizaje del adulto, así como el papel que la investigación puede tener en el trabajo docente, se buscará definir en esta primera etapa y en una segunda, se describirá un programa de formación de metas, características, etapas, metodología de trabajo,...
El propósito fundamental de la idea denominada investigación-acción es lograr una redefinición del papel de la educación, para entenderla como un proceso que debe ser significativo y útil para la vida profesional, personal, familiar, cultural, y productiva de las personas en los distintos contextos en que se desarrollen.
En ese marco, la función de la educación será, por tanto, favorecer las condiciones que permitan a cada persona (incluido el docente) la adquisición de destrezas culturales básicas entendidas éstas como el conjunto de conocimientos, habilidades y actitudes que les permitan:
Acceder al conocimiento acumulado en las distintas esferas del saber e interpretarlo de manera crítica para así adaptarlo a las propias necesidades e intereses.
Ser capaz de reflexionar sobre la realidad que le rodea, analizarla críticamente y asumir compromisos personales en la transformación de dicha realidad.
Ser capaz de integrarse de manera productiva y creativa en el ámbito de trabajo y de las relaciones, buscando recibir a cambio el salario que le permita una vida decorosa personal y familiar.
Ser capaz de establecer relaciones afectivas sanas que hagan posible la formación de núcleos familiares integrados, capaces de dialogar, ayudarse mutuamente e incorporarse a la sociedad más ampliamente.
Lo anterior significa que es necesario promover la formación de individuos capaces de acceder a un mejor nivel de vida y a una orientación constructiva de la propia existencia, en los distintos contextos en que se desenvuelven, así, se justifican los esfuerzos por lograr una educación que se proponga procesos significativos tanto en la vida personal como en la familiar, cultural y productiva, ya que el contexto nacional está demandado con urgencia la modernización en todos sus sectores, lo que conlleva a modificaciones profundas en la forma de entender el trabajo docente y consecuentemente la labor del maestro.
En México se han cuestionado los alcances y progresos de la educación y, en ocasiones, se han señalado culpables de la “deficiente calidad de la educación”, sin tener muy claro, tal vez, el significado de calidad en la misma.
Al margen de tales cuestionamientos, podemos sostener que si bien la formación de maestros no es la única variable que puede posibilitar un incremento en la calidad de la educación, sí es un aspecto de central importancia, para lo cual hará falta promover sistemáticamente los procesos que apoyen el trabajo de los maestros.
Así, la formación, considerada como un proceso constante y permanente para el ser humano; para el maestro debe ser concebida como un instrumento que le permita realizar el análisis personal y grupal de su papel docente, tanto a nivel institucional como social, con el fin de aumentar la capacidad de comprensión de las contradicciones sociales económicas y políticas en que se enmarca su actividad docente. Esto implica que el maestro debe tener una sólida formación en todas las disciplinas que se relacionan con su función, y una consideración profunda acerca de las posibilidades y actitudes necesarias para transformar su práctica. |