EVOLUCIÓN DE LAS FORMAS DE CONOCIMIENTO:
Su carácter y sus fines
Por: Ana Cecilia Espinosa Y Claudia Tamariz
La complejización de las sociedades, el privilegio de determinadas formas de pensamiento o modos de conocer en los distintos momentos de la historia de la sociedad occidental y los derroteros que tomó la evolución de estas formas particulares de significar la realidad nos han llevado a la pérdida, al menos aparente, de la función adaptativa del conocimiento y a su atomización.
A lo largo del desarrollo de las sociedades primitivas del Paleolítico, y aún en el Neolítico, los modos de conocer predominantes, el mito y la magia, trataban de dar al hombre una explicación satisfactoria y tranquilizadora del mundo, a veces amenazador, que le rodeaba, y eran también una forma, complementaria a la técnica, de poseerlo y dominarlo. En tanto esto, magia, mito y técnica formaban una unidad que trataba de significar la realidad como un todo con la finalidad de auxiliar al ser humano a adaptarse a su mundo. En otras palabras, para este momento, el conocimiento poseía una finalidad adaptativa y un carácter integral originario.
Con la llegada de las civilizaciones y la consiguiente complejización de la sociedad -el aumento de la población, la división del trabajo, el surgimiento de las clases sociales, la aparición de grupos que administraban los recursos, así como la justicia y el gobierno...- surgió un nuevo modo de conocer , la religión, y una nueva finalidad para el saber, la justificación ideológica del grupo sacerdotal y posteriormente, también, del gobernante civil. Finalidad que veló aquella otra para la que el conocimiento había surgido: la adaptativa.
Pero esta compleja sociedad también provocó una inicial fragmentación del conocimiento, entre los saberes prácticos y los teóricos, a raíz de ese divorcio entre el cerebro y la mano que se produjo cuando las clases altas se alejaron de las labores directas de la producción, despreciando el trabajo manual y comprometiéndose con la producción del saber intelectual. Sin embargo, al nivel teórico, aún se conservaba la integridad de los saberes en función de una explicación totalizadora del mundo natural -análoga a la estructura de la realidad del más allá- aunque también justificadora del statu quo.
Estos rasgos adquiridos por el conocimiento en este momento de su evolución dentro de los modos de conocer aceptados socialmente , se repetirán en lo futuro: el compromiso del conocimiento con intereses ideológicos y su inicial división en saberes teóricos y prácticos, pero también se mantendrá ese intento de integridad del conocimiento teórico para explicar (y justificar) la realidad natural y social.
Así, dentro de los modos de conocer filosófico y filosófico-religioso se continuará en la búsqueda de una explicación única e integral del mundo, sea a partir del raciocinio y la incursión en los diferentes ámbitos del saber (en la filosofía griega), sea a partir de la revelación y el intento de hacer coincidir la fe con la razón (en el medievo). Pero igualmente, en ambas sociedades, la finalidad de tal incursión será la justificación de una realidad social que beneficia a un grupo por sobre los demás. Y en ambos modos de conocer , el saber empírico, fundamento de la práctica, será dejado de lado y despreciado como fuente de verdad.
El rescate de los sentidos y la experiencia, como fuentes de conocimiento, llegará con la ciencia que aparece en el Renacimiento, un modo de conocer que aliará al conocimiento teórico con las necesidades prácticas (como sólo ocurrió en ciertos momentos históricos aislados, como el de la filosofía Jonia y el Helenismo), pero que en cambio fomentará, mas que cualquier forma de conocimiento anterior, la fragmentación de los saberes de acuerdo a parcelas específicas de la realidad.
Con la ciencia moderna como forma predominante de asignar significados a la realidad se perdió el esfuerzo de sociedades pasadas por integrar los saberes y, a partir de su integración, encontrar una explicación totalizadora de la realidad. En cambio, la ciencia parte de la concepción contraria: fragmentar los saberes y explicar el mundo a partir de la suma de conocimientos parciales.
¿A qué se debe este fenómeno?. La metodología del trabajo científico, la cosmovisión que fomenta, así como su compromiso con las clases privilegiadas de la sociedad en que se produce han sido expuestas someramente como razones que lo explican. Sin embargo, en este capítulo no hemos querido profundizar en ello pues será en los siguientes que analizaremos a profundidad el por qué de la atomización de la ciencia.
Lo que sí hemos adelantado es que con el modo de conocer científico la finalidad adaptativa del conocimiento continúa cubierta por el velo de su función ideológica, pero ahora también aparece una función práctica, utilitaria, ligada a las estructuras económicas de la sociedad, que en última instancia también beneficia al grupo en el poder.
Sin embargo, aunque se le revista de nuevas intencionalidades y funciones, el conocimiento, en el fondo, conserva la finalidad adaptativa con la que surgió pues en última instancia continua permitiendo al ser humano comprender su medio ambiente e incluso controlarlo, creando las condiciones para que éste se adapte a él, especialmente a través de un medio social intermediario. Esto nos hace volver a nuestro punto de partida, al hecho de que el conocimiento tiene un sentido teleológico -dado por su finalidad adaptativa- y un referente único -la realidad- y que ambos deben dar unidad a los conocimientos.
Así, en la actualidad, a pesar de la complejidad de la vida humana, seguimos organizándonos, interactuando con nuestro entorno natural y social, esforzándonos por comprender y dominar nuestro mundo, en un afán por encontrar mejores formas de vida, por combatir el hambre, las enfermedades, las desigualdades... y así seguimos generando conocimiento, en el fondo con la misma finalidad que movió a nuestros antepasados: nuestra supervivencia y desarrollo como seres humanos.
Esto nos hace concluir que los hombres estamos condenados al conocimiento, al significado. G |