LOS FINES DE LA EDUCACIÓN
Por: Ana Cecilia Espinosa Martínez
Hablar de los fines de la educación es tarea comprometedora para quien se atreve.
Muchos son los personajes que han vertido sus ideas al respecto y muchos, también, son aquellos con los que comparto puntos de vista y que han sido inspiradores de mis propias convicciones respecto a la educación. Y con esto no me refiero únicamente a personajes mundialmente conocidos y destacados, incluyo aquí a personas cercanas y vivas que han compartido sus convicciones y saberes conmigo, personas que han participado en mi formación como ser humano.
Por eso, a lo largo del trabajo podrán encontrarse ideas y consideraciones que a pesar de no ser de mi autoría - porque no son acuñaciones propias en el sentido de haber sido yo quien por primera vez las dijera- me pertenecen en tanto las he asumido como propias.
Por último, deseo aclarar al lector que lo que en adelante podrá encontrar pretende más un carácter de reflexión a nivel personal que un estudio exhaustivo, por lo que habrá de revisarse con las reservas del caso.
Comencemos...
Para tratar el tema de los fines de la educación considero necesario hacer tanto un breve análisis del concepto como una descripción sintética de los rasgos que en general caracterizan al hecho educativo. Para este efecto revisaremos primero las ideas de diversos autores respecto de la educación, y más tarde enunciaremos los rasgos más significativos del acto de educar. Ambas cosas deberán permitirnos establecer un marco de referencia para el análisis del thelos de la educación.
Habría que empezar por decir que existe un cúmulo de propuestas extraordinariamente diversas, incluso contrapuestas respecto a cómo definir la educación. Razón por demás explicable, pues cada autor impregna en ella sus convicciones, su visión particular.
Así, para Immanuel Kant, por ejemplo, “la educación consiste en desenvolver, de un modo proporcional y conforme a un fin, todas las disposiciones naturales del hombre y conducir así toda la especie humana a su destino”
Emile Durkheim, por su parte aporta la introducción del concepto a una perspectiva histórica, esto es, considera a la educación en forma concreta, no como una acción con contenidos universalmente válidos, sino referidos a una sociedad determinada histórica y geográficamente.
Para Durkheim la educación como la acción ejercida por las generaciones adultas sobre las jóvenes tiene como finalidad homogeneizar a la población, estableciendo en el niño una serie de requisitos que demanda la vida en sociedad, es decir, la educación debe orientar la variabilidad individual hacia un consenso que permita la integración social. (Durkheim es eminentemente sociocéntrico: la sociedad debe estar por encima del individuo.)
Eduardo Espinosa considera que la educación debe contribuir a elevar el nivel de determinación del individuo (su libertad), y esto queda explicitado en su frase “educar es formar hombres libres”.
Otros autores como L. Luzuriaga, afirman que “la educación es una función real y necesaria de la sociedad humana mediante la cual se trata de desarrollar la vida del hombre y de introducirle en el mundo social y cultural apelando a su propia actividad.”
Otros más - Max Scheller entre ellos - definen a la educación en términos más filosóficos al decir que ésta es humanización: “la educación el proceso que nos hace hombres”.
Cada autor proyecta pues en su definición sus reflexiones y convicciones en torno al hecho educativo, partiendo ya de ideas propias, o retomando y compartiendo las ideas expresadas por otros.
Nosotros, por nuestra parte, también compartimos un concepto de educación, pero antes de mencionarlo, quisiéramos dejar presentes algunos rasgos que consideramos caracterizan a la educación en general:
La educación es un hecho eminentemente social , producto de una influencia o contacto humano . Es decir, requiere de la presencia del hombre.
La educación es en primera instancia una intervención de un hombre sobre otro; se trata de un proceso social que relaciona a dos o más individuos que al interactuar intercambian y comparten información, convicciones, hábitos, valores, conocimientos... Y, aunque en un primer momento, la influencia proviene principalmente de una de las partes (educador), ella misma no está exenta de ser imbuida por las acciones de su contraparte (el educando).
La educación requiere y exige la presencia de un objetivo o finalidad que oriente el proceso y la acción educativas. No se trata, pues, de un proceso azaroso o descontrolado, por ello se distingue del mero acontecer biológico social, la intencionalidad es sustantiva en el proceso educativo. Posee un para qué . (Tal intencionalidad, que reside en principio en el educador, debe ser asumida progresivamente por el educando, para que sea autor de su concreta, singular e irrepetible personalidad).
La educación pretende el desarrollo y el progreso del hombre , ya que le hace valer más al elevarle su nivel de determinación (autonomía), pues le permite alejarse de meros estímulos, pudiendo proyectar su conducta antes de realizarla, lo que supone un factor de control y previsión de consecuencias.
La educación es también un proceso gradual que permite, desde cada nivel alcanzado, aspirar a los siguientes o elaborarlos.
La educación es un proceso integral que se refiere y vincula a la persona como unidad y no a dimensiones y sectores de ella. Es la totalidad de la persona quien se educa.
La educación es un proceso activo del sujeto que se educa; es la puesta en acción de la persona la que genera el proceso educativo.
La educación como proceso temporal se identifica con la vida , porque el hombre está, y es permanentemente inacabado y la “construcción” de sí mismo le ocupa su tiempo vital.
El concepto de educación que compartimos es el siguiente:
“La educación es el mecanismo a través del cual la sociedad transmite a sus miembros la cultura que le caracteriza, para asegurar su continuidad y adaptarlos al entorno social. Esta transmisión debe permitir el desarrollo integral del ser humano para darle la oportunidad de contribuir a la evolución de su cultura y su sociedad” .
De esta definición podemos desprender tres ideas o finalidades esenciales de la educación:
La integración del individuo a la sociedad
La continuidad de la cultura.
El desarrollo integral del individuo para que contribuya a la evolución de su cultura y sociedad.
La integración del individuo a la sociedad: su socialización.
Para poder explicar por qué la educación debe integrar al individuo al medio social, debemos partir de una premisa fundamental:
El hombre es un ser social por excelencia, es decir, se caracteriza por vivir en sociedad, necesita de la comunicación y convivencia con el resto de los individuos para sobrevivir. Por tanto, la educación es un proceso que sólo se da entre seres humanos. Un proceso social que relaciona a dos o más individuos en el que éstos intercambian no sólo información sino formas de vida, pensamiento y acción.
La finalidad de la educación en este punto es clara, se propone hacer del hombre una entidad social en el sentido de planear su socialización para adaptarlo al medio al que está destinado.
Pero, ¿qué es lo que esto implica?
Como afirma José Manuel Villalpando, socializar al individuo no significa únicamente conectarlo con los demás, sino hacerlo miembro de la sociedad , lo cual conlleva el participar de ella y en ella; y esto se logra haciendo del educando el destinatario de la acción social, a través de un mecanismo de igual carácter, denominado educación.
Así, la educación deberá encargarse de incorporar a los individuos al complejo social al que están destinados, mediante la inculcación (e incorporación) de determinadas pautas de conducta, valores, hábitos y costumbres. En fin, nos referimos al conjunto de normas sociales que las nuevas generaciones deberán aprender para adaptarse sin choques ni enfrentamientos, al medio en el que van a desenvolverse.
Ya Durkheim nos decía: “la educación es la acción ejercida por las generaciones adultas sobre las que no están aún maduras para la vida social. Tiene por objeto suscitar y desarrollar en el (...individuo) determinado número de estados físicos, intelectuales y morales que reclaman de él, por un lado la sociedad política en su conjunto, y por otro el medio especial al que está particularmente destinado”
Podemos pues decir, que la educación tiene un fin eminentemente social de transmisión de las formas de vida de la sociedad a las nuevas generaciones, y a través de ello de incorporación de éstas al medio circundante.
En otras palabras socialización ( y por tanto educación) implica dotar al individuo del cúmulo de “herramientas” necesarias para la vida en sociedad, herramientas que le serán solicitadas por aquella (la sociedad). Esto significa vinculación con la cultura, lo que nos da pie para enlazarnos con la segunda finalidad que hemos resaltado:
La continuidad de la cultura.
Como ya dijimos, en tanto la educación tiene una función socializadora se vincula con la cultura, pues ella es una acción eminentemente humana y social. De hecho, es la cultura, como producto de la inteligencia, la que nos distingue del resto de las especies. En otras palabras, la cultura se produce y acumula sólo al interior de las sociedades humanas. Ella incluye:
“el conjunto de conocimientos, valores y conductas de carácter acumulativo, a través del cual el hombre actúa sobre su ambiente, transformándolo para facilitar su adaptación al medio y su desarrollo. (Pérez, 1989: 31)
Es “el modo de vida de la sociedad; el conjunto de conductas y conocimientos aprendidos de acuerdo al cual el agregado organizado de hombres vive su vida. (Herkovitz, 1981 : 29)
De este modo, la información cultural tiene, entonces, no sólo un carácter acumulativo sino distintivo de la especie humana y de transformación del medio, en tanto que permite al hombre accionar sobre él para adaptarse y desarrollarse. De ahí la necesidad de conservarla. Además, la conservación de la cultura permitirá, también, su transmisión a las generaciones futuras, evitando con ello estatismos y repeticiones inútiles en la historia.
De hecho, cuando hablamos de la continuidad de la cultura, es la sociedad la que constituye el factor decisivo para el impulso de la evolución cultural, pues gracias a que los conocimientos se han ido sumando y guardando en su seno, las generaciones nuevas no han tenido que volver a descubrir la agricultura o inventar la rueda, esa información la obtienen por aprendizaje de la sociedad y a partir de ella pueden avanzar.
Ahora bien, es aquí donde la educación juega un importante papel, pues al constituirse como el mecanismo de transmisión, por excelencia, de los saberes acumulados por la sociedad, es ella quién tendrá como función, en una primer momento, la conservación de la cultura, y más tarde su continuidad.
Por eso, cuando nos referimos a que la educación es el mecanismo a través del cual la sociedad transmite a sus miembros la cultura que le caracteriza para asegurar su continuidad, aludimos al término en función de la finalidad que la sociedad le reclama ésta (la educación) de preservar, en primera instancia, la cultura que distingue a los grupos sociales, y en segunda - es decir, a partir de su conservación - posibilitar y asegurar su continuidad.
Sin embargo, ese sentido de continuidad no podrá darse si la educación se limita únicamente a la conservación de manera intacta y estática de la cultura (reproducción cultural). Lograr su continuidad implica no sólo, no partir de cero, sino acrecentarla y enriquecerla.
Por eso, si la cultura es la manifestación que da a la especie humana su carácter distintivo del resto de los seres vivos, es decir que se da, conserva y desarrolla sólo al interior de la sociedad, y es a la vez la herramienta que le va a permitir al hombre actuar sobre su medio para adaptarse a él y transformarlo (sin despreciar sus herramientas biológicas por supuesto), entonces, se requiere que la educación cumplimente el fin de preservarla y continuarla, acrecentándola.
“Sólo a través de un agregado social donde las generaciones aprenden ese cúmulo de información que constituye la cultura, la practican, la incrementan y la enseñan a su vez a las nuevas generaciones, puede ésta tener continuidad y desarrollo” .(Pérez, 1989: 33)
El desarrollo integral del individuo para que contribuya a la evolución de su cultura y sociedad.
Hasta aquí, hemos visto ya la importancia de socializar al individuo, de transmitirle los elementos culturales que caracterizan a su grupo social particular, pero sólo hemos tocado de forma tangencial el papel de la educación respecto al enriquecimiento / acrecentamiento y evolución de la cultura. Intentaremos en este apartado abocarnos a ello.
Definitivamente, una de las finalidades de la educación deberá ser el permitir al individuo contribuir a la evolución de la cultura y la sociedad, de no hacerlo, caería como ya vimos, en el estancamiento social, en mera reproducción y no en avance y desarrollo de los miembros que integran a la sociedad.
De hecho, desde mi particular punto de vista, los dos fines de la educación antes explicitados no tendrían razón de ser, si este último no pretendiera la evolución cultural de las sociedades humanas. Es decir, la educación no tendría sentido, ni habría sido necesario crearla, si su finalidad ulterior fuera la estatización y el estancamiento humanos. Pero, como el fin es bien distinto, la educación debe procurar el desarrollo integral del ser humano para darle la oportunidad de contribuir a la evolución de su cultura y sociedad.
Para lograrlo, la educación debe cumplimentar las dos finalidades ya revisadas, pero debe además pretender un carácter de transformadora de la realidad social, mismo que deberá imbuir en los educandos (y en los educadores).
En este sentido, los sujetos de la educación, deberán conseguir no sólo adaptarse al medio aprendiendo y conociendo el legado cultural existente, aceptándolo “sin más”, sino que tenderán a transformarlo y modificarlo en beneficio de la especie misma.
En tanto la sociedad debe garantizar el desarrollo de los individuos para el beneficio propio y de la sociedad, aceptando los aspectos positivos que ella le ofrezca, pero reconociendo sus fallos y debilidades para poder trabajar activamente en modificarlos, la educación deberá ser el mecanismo que le ayude a lograrlo, y esto, precisamente, es lo que le dará su carácter de transformadora.
Sin embargo, esta acción transformadora y verdaderamente trascendente de la educación sólo podrá consumarse, si se educa al individuo de manera integral y armónica.
Este tipo de formación deberá incluir, además de lo ya expresado, una capacitación que permita al ser humano actuar ante la cultura no sólo participando de ella sino contribuyendo a su acrecentamiento. Y, precisamente, tras esta capacitación encontramos el concepto de trabajo, que de acuerdo con Marx, constituye la actividad transformadora del hombre, por excelencia.
De esta forma, una de las finalidades de la educación será lo que José Manuel Villapando denomina la profesionalización de los individuos, que en su más honda esencia implica la contribución del hombre, a través de su trabajo, al acrecentamiento, enriquecimiento y evolución de la cultura de la sociedad en la que está inserto.
“Profesionalizar al individuo no equivale tan sólo volverlo erudito, emotivo, artista, moral; significa hacerlo productor de la cultura para aumentarla(...).” (Villalpando: 165)
Cumplimentar esta finalidad implica reconocer, por una parte, la necesidad de atender a los sujetos de la educación como totalidades, como seres integrales, y por otra, respetar su individualidad, aceptando su especialización en un campo determinado de la cultura.
No hacerlo implicaría una visión fragmentaria tanto de lo que es el hombre, como del concepto mismo de la educación.
Concluiremos esta parte diciendo que en educación, se trata, entonces, no sólo de transmitir el acervo cultural acumulado durante generaciones, sino que es necesario también fomentar las facultades de los individuos para que éstos enriquezcan su cultura, encontrando con ello mejores formas de vida y convivencia.
Fomentar el desarrollo de las facultades del individuo es una finalidad esencial de la educación. Es por eso que se dice que la educación conlleva un beneficio individual, a la vez que se traduce, también, en un bien para la especie.
A manera de salida...
Tener claros los fines de la educación, por subjetivos y sesgados que sean, es tarea importante para los educadores, ya que el reflexionar sobre ellos, permite, al menos, percibir el rumbo de las propias acciones en el terreno educativo, las tendencias que impregnan nuestra práctica.
Por eso, deseo dejar expreso que el presente trabajo tuvo sentido en tanto me permitió, por un lado, reafirmar mis convicciones respecto a la educación y, por otro, desatar la guerra interna necesaria para no caer en el tan atacado estancamiento educativo: para no anquilosarme en un paradigma.
Después de la reflexión, quisiera hacer valedero este momento para reconocer y agradecer a todos aquellos que han participado y contribuido en mi formación. G
Citas Bibliográficas
Diccionario de las Ciencias de la Educación. (1994). Concepto de educación . Editorial Santillana. México.
Ibid.
Ibid.
Tamariz, Claudia y Espinosa Martínez, Ana Cecilia. (1997) Un Modelo Transdiciplinario de Educación para la Universidad . Querétaro, México. Universidad del Valle de México.
Pérez, Eduardo / Tamariz Claudia (1989) La ciencia y la tecnología como instrumentos culturales de transformación del medio . Centro Universitario de Ciencias Humanas. México.
Herzkovitz, Melville J. (1984) El hombre y sus obras . Edit. F. C. E. México.
Pérez, Eduardo / Tamariz Claudia (1989) La ciencia y la tecnología como instrumentos culturales de transformación del medio . Centro Universitario de Ciencias Humanas. México.
Op. Cit. Pág. 34. |