INCIPIENTE INVESTIGACIÓN CIENTÍFICO TECNOLÓGICA EN LAS UNIVERSIDADES:
La investigación c-t en las instituciones de enseñanza superior en el México de nuestros días
Por: Claudia Tamariz García
Como hemos visto, en los otros dos artículos de la serie “Incipiente investigación científico tecnológica en las universidades”, las oportunidades de competencia para cualquier industria en la actualidad, en el mercado neoliberal, están dadas por la integración de tecnologías de vanguardia en sus sistemas productivos, por lo que si México no se preocupa por impulsar una actividad C-T propia e integrada a su economía, que implique el desarrollo de tecnologías propias y la adaptación y reconversión de aquellas que adquiere de fuera, estará condenado a continuar una dependencia económica y científico tecnológica que preservará su situación de pobreza y subdesarrollo.
“La innovación (...) se convierte en imperativo para la supervivencia de las empresas mexicanas y (...) como parte de una estrategia para fortalecer el desarrollo industrial, reducir la dependencia tecnológica con respecto a los países industrializados y elevar la participación del país en la vida internacional” (Aréchiga, 1995:10)
A esta conclusión parecen haber llegado también los encargados de diseñar la política científico-tecnológica del país, aunque debemos ser cautos y no quedarnos con la afirmación de Aréchiga de que:
“... existe ahora una percepción más clara de la necesidad de producir conocimiento como elemento indispensable para la industrialización, el desarrollo económico y la mejor convivencia” (Aréchiga, Op.cit:9)
Como ya lo mencionamos, en la fase de Sustitución de importaciones este tipo de política estaba fuertemente impregnada de tintes demagógicos, de hecho, no había un convencimiento ni de parte de la empresa ni de las autoridades de que el impulso a una investigación autónoma fuera necesario, puesto que en una economía cerrada no era necesaria la innovación tecnológica. Es significativo para corroborar esto, un párrafo del Programa de Ciencia y Tecnología 1995-2000:
“c. En la actualidad el mundo empresarial mexicano se encuentra en transición. Está pasando de un escenario donde no era importante adquirir conocimientos ni innovar en forma frecuente, a uno de globalización, en donde la sobrevivencia de la empresa depende de su capacidad para innovar de manera continua.” (Gobierno Federal ,2000)
El contenido de dicho programa y del Plan Nacional de Desarrollo, parecen indicar que el Estado mexicano ha adquirido conciencia de esta necesidad de impulso a un quehacer científico y tecnológico autónomos, y que su tarea ahora, radica en convencer de esta necesidad al sector empresarial, como lo manifiesta en sus políticas referidas a la tecnología en las empresas, dentro de este mismo Programa de Ciencia y Tecnología 1995-2000:
“Si bien la globalización de la economía mexicana avanza aceleradamente, muchas empresas del país apenas están reconociendo la necesidad de adquirir capacidad para innovar” (Ibidem)
Dentro de este nuevo esquema aceptado por el Estado, la labor de los centros de educación superior es fundamental, tanto para elevar el nivel de educación de la fuerza de trabajo que va a integrarse a las empresas modernas, como para encargarse de la labor de investigación científica. En este sentido, la política del gobierno actual determina que la labor teórica corresponde en buena parta a las universidades y centros de investigación especializados, mientras que la investigación de tipo tecnológico (aplicada y de desarrollo), debe ser realizada principalmente por la empresa, aunque apoyada por el Estado. El Programa de Ciencia y Tecnología 1995-2000 nos dice al respecto:
“... es fundamental que se reconozca que la mejora tecnológica y el incremento en productividad corresponden principalmente al sector privado y sólo habrá resultados importantes si este sector lleva a cabo su parte de la tarea. De aquí que sea necesario inducir al sector privado a realizar un mayor esfuerzo tecnológico, que incluya la investigación y el desarrollo” (Ibidem)
Este aparente nuevo interés por el quehacer científico y tecnológico nacional se manifiesta en los últimos años con políticas estatales como las siguientes:
Aumento del presupuesto para ciencia y tecnología, que en 1994 alcanzó el 0.44% del PIB 1 . Particularmente, en 1993, el presupuesto para la labor C-T dentro del sector educativo llegó al 63% del gasto total en ciencia y tecnología.
El fortalecimiento al Sistema Nacional de Investigadores, que hoy cuenta con 5,500 miembros
La creación de programas específicos y fondos de apoyo a la investigación y al postgrado , como el Programa de Apoyo a la Ciencia en México (PACIME), que incluye el fondo de Tecnología, el Fondo para Retener y Repatriar a los Investigadores Mexicanos, etc.
La formación de recursos humanos, a través del Programa de Becas de postgrado en el país o en el extranjero.
La creación del Consejo Consultivo de Ciencias de la Presidencia de la República en 1989, como consejo asesor del Ejecutivo.
La sectorización del CONACYT dentro de la SEP en 1992, para fortalecer el vínculo entre investigación científica y educación superior.
Sin embargo, a pesar de los intentos por crear una infraestructura C-T, las condiciones del quehacer C-T no han evolucionado significativamente de la segunda fase es la tercera que vivimos: el número de investigadores, el volumen de investigaciones y su repercusión en la realidad nacional es aún insuficiente. Nuestro país sigue siendo dependiente del exterior en su desarrollo C-T y aún falta mucho paras que logre un despegue significativo en este terreno.
En consecuencia, a la política gubernamental sobre ciencia y tecnología, que pareciera haber desarrollado una conciencia clara del papel que deben jugar estos aspectos en la vida económica del país, le hace falta un impulso más decidido, un mayor compromiso que se traduzca en realidades y no sólo en palabras y buenas intenciones, que vuelven a quedar en demagogia.
Los problemas fundamentales siguen existiendo y las medidas del Estado no han logrado superarlos. Para corroborar esto, transcribimos aquí, parte de las declaraciones que hicieran una serie de connotados científicos mexicanos al periódico Reforma, dentro del articulo del 14 de abril de 1997, titulado “La Ciencia en un Embudo”:
“Integrantes de la comunidad científica expresan su opinión sobre las políticas de promoción a la producción de conocimiento y al desarrollo tecnológico en México:
¿Dónde está la planeación?
(El) SN I (...) debió ser temporal para evitar la debacle de la comunidad científica en la crisis. Y lo hizo. Pero ahora es un freno para la calidad y el impulso de los jóvenes científicos (...) Su estructura debe cambiar, no basarse en la cantidad ni en el enfoque neoliberal de sujetar el trabajo a la utilidad material. El otro problema es dónde se van a incorporar los 16 mil becarios del CONACYT, si no se están construyendo nuevos espacios. Todo esto no tendrá respuesta si las políticas siguen siendo sexenales... (Mauricio Fortes. Físico de la UNAM, ex presidente de la Academia Mexicana de ciencias)
Faltan espacios para Jóvenes
Es urgente el recambio generacional de la comunidad científica. Corremos el riesgo de envejecerla. Resulta tiste que no se creen instituciones para contratar gente nueva... (Francisco Bolívar Zapata, coordinador de Investigación Científica de la UNAM, biotecnólogo)
Necesario aumentar salarios
Para seguir adelante en cualquier ciencia es necesario aumentar sustancialmente los salarios base en nuestras instituciones y las becas del SIN... (Arcadio Poveda, astrónomo.(Diagnóstico de la Académica Mexicana de Ciencias)
Hay pocos investigadores
El número total de investigadores mexicanos es excesivamente bajo para un país que pretende crear una industria competitiva en una economía abierta” (Luis Esteva Maraboto, doctor en ingeniería. (Diagnóstico de la Academia Mexicana de Ciencias)
Como lo testifican estos científicos, las características de su labor durante la fase neoliberal, siguen siendo las mismas que en el pasado, cuando la política estatal protegía a la industria mexicana y se buscaba sustituir importaciones de manufactura para un mercado interno, por lo que no existía un impuso al quehacer C-T. Seguimos enfrentándonos al mismo problema: la dependencia C-T del exterior, con la diferencia de que la necesidad de romper este yugo se ha hecho más imperativa que nunca.
Pero en vista de que las condiciones son muy similares, describiremos las características de la labor C-T en México, desde que inicia su industrialización.
Dentro del escenario en que se desenvuelve la ciencia mexicana, las instituciones de educación superior tienen una función fundamental, pues es en ellas donde se lleva a cabo la mayor parte de la actividad científica. Por ello, a lo largo de nuestro análisis de la situación de la ciencia en la actualidad, iremos destacando las condiciones concretas de la investigación en las universidades mexicanas.
CONDICIONES QUE IMPONE EL SUBDESARROLLO A LA ACTIVIDAD CIENTÍFICO-TECNOLÓGICA EN MÉXICO
A partir de que nuestra economía entra a la etapa denominada “sustitución de importaciones” después de la Segunda Guerra Mundial, las condiciones que impone el subdesarrollo al quehacer científico y tecnológico en nuestro país se caracterizan por:
a) Una dependencia científico-tecnológica.
Por la cual se importan del exterior, ya sea tecnologías muy sencillas aplicadas a nuestras industrias, o una serie de innovaciones tecnológicas clave para las filiales de empresas transnacionales en México: Transferencia de Tecnología . En cualquier caso se trata de tecnologías ajenas a las necesidades concretas del país.
La compra de tecnología que lleva a cabo nuestro país se realiza en dos formas:
Indirecta, a través de la compra de bienes, materias primas y servicios, que incorporan tecnología en su producción.
Directa, al adquirir por cesión o licenciamiento los conocimientos necesarios para producir un bien, un servicio... Estos conocimientos se llaman Know how y se encuentran protegidos por patentes. 4
Este traspaso de tecnología recibe el nombre de transferencia de tecnología, y como nos dice Amado Santiago: “La transferencia directa de ideas en forma de cesión y licenciamiento de patentes y conocimientos, forma la parte más visible de la transferencia de tecnología. La parte que “no se ve” pero que sí se paga es la que está incorporada en los bienes, materias rimas y servicios que adquirimos.
Es evidente que esta “transferencia incorporada “es la más cuantiosa, la más cara, y que cuando se adquiere indiscriminadamente, impide o limita la creación de una tecnología propia” (Santiago. 1981:27)
Y más adelante afirma: “Si bien la mejor tecnología creativa a largo plazo es la propia, ya que es producto de un ambiente definido por conocimientos que se tienen y que permiten innovar; a corto plazo y quizás incluso a mediano plazo, la adquisición de tecnología directa en forma de licencias o patentes es preferible a la adquisición de mercancías que tienen la tecnología dentro” (Santiago, Op.cit:13)
Es importante dejar claro que la tecnología en sí no implica una dependencia C-T, pues ningún país es tecnológicamente autosuficiente, de ahí que también exista un activo intercambio tecnológico entre naciones desarrolladas, sin llegar a convertirse en una dependencia de unas a otras, ya que la tecnología comprada no se implementa tal como se recibe, sino que se adapta a las condiciones locales y es posteriormente ampliada y desarrollada para satisfacer las necesidades de quien la adquirió.
En México, como en el resto de los países subdesarrollados, en cambio, no existe una infraestructura científica capaz de adaptar a sus realidades concretas las tecnologías recibidas del exterior y mucho menos desarrollarlas más. En estas condiciones, simplemente recibe indiscriminadamente la tecnología directa e incorporada – la primera en menor cantidad que la segunda.
Además, en proporción, es muchísimo más elevado el gasto que hace nuestro país en la compra de tecnología que en la investigación que podría generar una propia, ya que entre 1977 y 1983 se gastó 11,200 millones de dólares por la importación de tecnologías, más del doble de gasto que el invertido en investigación. Otro dato: entre 1970 y 1984, el 92.8 % de las patentes registradas en México fueron de origen extranjero.
Existe además un tipo de intercambio científico a nivel de investigación básica o fundamental, que no es comercial, son abierto para ser recibido y utilizado por cualquier nación, pues se transfiere a través de publicaciones, congresos, intercambio de investigadores, etcétera. Sin embargo, aunque en los Centros de Educación Superior d en México, los investigadores están al pendiente de este tipo de resultados científicos, su aportación al os mismos es, hasta ese momento, escasa ( por razones que analizaremos más adelante) y su posibilidad de convertir estos conocimientos en innovaciones tecnológicas lo es también.
b)Una actividad científico-tecnológica incipiente y alejada de la problemática real de desarrollo económico y social.
Por nuestra condición de dependencia C-T, la institucionalización de la investigación en México comenzó tardíamente y las condiciones en las que se desenvuelve la colocan muy lejos delos problemas reales de desarrollo económico y social del país.
En este inciso vamos a enumerar y analizar estas condiciones en que se da la actividad C-T en México y el papel de las universidades en ella, a partir de la fase de industrialización del país y hasta nuestros días.
Escaso volumen de investigación C-T
Aunque la actividad científica del país se ha incrementado con relación a años anteriores, hecho que se demuestra con el número de publicaciones científicas registradas en bancos internacionales, que pasó de 748 a 1321 entre 1980 y 1990 , el volumen es aún bajo en proporción al número de investigadores del país (5,500 registrados en el –Sistema Nacional de Investigadores).
Esta característica de la escasez de investigación C-T es también demostrada si nos guiamos por los indicadores del gasto nacional en actividades de investigación en el país, pues, según datos de CONACYT, en 1993 el gasto fue de 1954.4 millones de dólares, lo que en relación con el Producto Interno Bruto del año representó el 0.32%. comparado con otras naciones como los Estados Unidos, donde la proporción de gasto en estas actividades, con relación al PIB, fue de 2.66% o con Suecia, que alcanzó el 3.26%, vemos que la inversión que se destina a ciencia y tecnología en nuestro país es mínima. 5
Otro indicador es la proporción de producción científica mexicana a nivel internacional, que apenas representa una milésima parte de la producción mundial. A esto se aúna que la repercusión internacional de los trabajos realizados en nuestro país es muy escasa.
Escaso número de investigadores
Aunado al bajo volumen de trabajos científicos, encontramos un número insuficiente de investigadores.
Se han tomado medidas para incrementar este número a través de la incentivación de la labor científica; impulsos a los postgrados nacionales y concesiones de becas para los mismos; sin embargo, las condiciones en que ser realiza la actividad C-T en nuestro país resultan difíciles, que se convierten en un embudo que va disminuyendo la cantidad de personas que se dedican a esta labor.
Según la investigación de Ivonne Melgar, ser científico en México implica la tarea titánica de superar el desdén de la gente hacia el trabajo científico, la falta de apoyos y empleo y el esquema cerrado de promociones del SNI, que muchos no superan. 6
Programas como este último, debido al burocratismo, funcionan como un filtro a la actividad científica, pues aspirar a ingresar a él implica someterse a la evaluación del Estado, donde mediante un proceso administrativo se determina “...si se es o no útil, y por tanto si se es o no un científico que merece sobresueldo como miembro del SIN. 7
Por ello, en la actualidad, el Sistema Nacional de Investigadores es igual, en número a hace siete años, pero un 30% menor al de 1995, debido a que los requisitos se han hecho más estrictos. Pero esto no hace sino frenar el impulso a nuevos científicos, pues, aún cuando se haya logrado ingresar al sistema, escalar al nivel siguiente implica cubrir requisitos que difícilmente se alcanzan en los dos años que se dan para conseguirlo (el sistema se integra con 3 niveles, en el primero entran investigadores con nivel de doctorado –primer obstáculo- que tengan evidencias iniciales de investigación, en cambio al nivel II y III ascienden sólo científicos “maduros” con una obra independiente consolidada e incluso, en el último nivel, con antecedentes en la formación de investigadores y con un reconocimiento amplio a su labor. Conseguir esta posición en dos años resulta muchas veces imposible).
Por otra parte, aún cuando otros programas como los de becas promueven la formación del recurso humano, es evidente que la crisis se cerró la posibilidad de encontrar empleo al cancelar la apertura de nuevas plazas y centros de investigación. Así pues, la falta de empleos para los 92 mil becarios que aspiraban a convertirse en científicos en el último cuarto de siglo, han disminuido considerablemente el número de investigadores, generando, ya no un estancamiento de la actividad C-T en México, son un retroceso, pues de los 92 mil aspirantes a científicos ya mencionados, 94 de cada 100 se quedaron en el camino (cifras de 1995)
Estos datos nos hacen pensar que resulta una falacia el decir que el Estado mexicano hay superado la etapa en la que el impulso a la actividad C-T no era una prioridad, pues loa realidad muestra que las cosas no han cambiado, por lo que la política C-T del gobierno sigue siendo, al parecer, una herramienta ideológica para mantener el consenso de ciertos grupos al régimen, y no una herramienta de desarrollo.
Siendo escaso el número de científicos, no se han llegado a formar grupos que trabajen en temas comunes, son que se trata de un conjunto de individualidades trabajando por su cuenta en multitud de pequeños proyectos, lo que dificulta la comunicación entre ellos y limita la eficiencia en el uso de las instalaciones y los equipos. Evidentemente, significa también que existen campos de la ciencia en que México no ha incursionado, por falta de recursos humanos.
Concentración de la actividad científica.
Como actividad institucionalizada, el quehacer científico se concentra en unos cuan tos centros de investigación, que en su mayoría son universidades públicas o institutos pertenecientes a éstas (también se realiza en centros de investigación dependientes del Estado)
“Entre la UNAM, la UAM, el CINVESTAV y las instituciones de salud del gobierno federal contribuyen con el más del 75% de la producción científica total.” (Fuente: OCDE)
En concreto, la mayor parte de la investigación la realizan las universidades públicas, simplemente el 95% (Fuente OCDE) de los artículos científicos publicados se generan en estas universidades y sólo la UNAM produce cerca de la mitad del total de la investigación del país.
Por su parte, las universidades privadas, que surgieron para garantizar una enseñanza profesional alejada del activismo y proselitismo político que caracterizó a las universidades públicas desde los años 60 y 70 llevan a cabo escasas labores de investigación, apenas el 2% del total con una proporción similar de investigadores.
Además de que la investigación está centralizada por el sector público, principalmente a través de las instituciones de educación superior, la centralización también es regional, concentrándose en el D.F.; que para 1996 contaba con el 46 % del total de los centros e institutos que realizan investigación, seguido por Nuevo León con el 7% y de Jalisco con el 6%.
Predomina la Investigación teórica sobre la aplicada
Como ya vimos al analizar las condiciones en que se realiza la ciencia en los países desarrollados, la actividad científica que se lleva a cabo en los institutos de enseñanza superior es primordialmente de tipo teórico, y en México no es la excepción: la escasa investigación C-T al realizarse principalmente en los institutos de enseñanza superior o institutos relacionados con ellos o con el Estado, es fundamentalmente teórica, con la agravante de que no tiene conexión con problemas concretos del país, esto es, no tiene forma de aplicación.
Como contraparte: “no existe prácticamente investigación tecnológica al nivel de las empresas; la mayor parte de la industria (...) se estableció con base a la transferencia de técnicas provenientes de los países más desarrollados, sin que se realizara el mínimo de investigación tecnológica necesaria para adaptarse a las condiciones locales” (Herrera, Op.cit:22)
En la actualidad, el Neoliberalismo impone la necesidad de incorporar tecnología de punta a proceso y productos industriales para aumentar su competitividad, las empresas continúan importando tecnología o comprando bienes de capital que la incorporan.
Hay que considerar que muchas de ellas son transnacionales y traen la tecnología de sus filiales o compran tecnología que resulta obsoleta en otros países, pero que para sus requerimientos resulta suficiente.
Y como lo marca Hugo Aréchiga: “Es dable suponer que en el futuro próximo no habrá cambios importantes en este perfil, ya que más del 90% de nuestras industrias son microempresas o pequeñas industrias, lo cual hace poco probable que se vayan a desarrollar grupos con masa crítica necesaria para producir aportes científicos o desarrollos tecnológicos de consideración.
Resulta más probable que nuestras instituciones de educación superior sean consultadas para asesorías o para pequeños desarrollos tecnológicos indispensables para la próxima fase de industrialización del país. (Aréchiga, 1995.34)
En consecuencia, no existe la conexión fundamental entre investigación teórica y aplicada, necesaria para que la labor C-T se convierta en herramienta de desarrollo de la sociedad.
La inversión en investigación es escasa y proviene del sector público
El origen de los fondos para investigación proviene casi en su totalidad del sector público, lo que viene a reforzar la afirmación de que la investigación teórica predomina sobre la aplicada.
Los recursos que se asignan a la investigación en las universidades llegan en gran parte a través de los subsidios que éstas reciben del Estado. Además, este financiamiento es en su mayoría federal, pues para 1995, entre el 80 y 90 % del presupuesto total aplicado al funcionamiento de las universidades públicas, donde se realiza más del 90% de la investigación científica del sector educativo, provino del subsidio federal, mientras que la contribución por parte de los gobiernos estatales y de los particulares fue, y sigue siendo, escasa (Aréchiga, Op.cit)
Pero del total de los ingresos que reciben las instituciones públicas de educación superior, el gasto de investigación es sólo una pequeña fracción de su presupuesto. La UNAM, que es la universidad con más alta proporción de investigación, destina entre el 20 y el 25% de su gasto total para investigación (datos de 1995). Inversión que, en realidad, es proporcional al reducido número de investigadores que laboran en la institución.
Este apoyo financiero a la investigación se canaliza a través de la SEP, sobre todo desde que se incorporó el CONACYT al sector educativo, con lo que los presupuestos de este organismo pasan a ser parte de esta secretaría.
Los programas de apoyo financiero del gobierno federal a la investigación en el sector educativo, van desde apoyos directos a proyectos individuales de investigación –ahora se ha hecho muy común este otorgamiento de subsidios por programa, previa evaluación académica- hasta otros otorgados a programas institucionales de postgrado o de infraestructura científica.
La inversión que en general ha venido haciendo el gobierno en ciencia y tecnología, ha fluctuado de acuerdo a la disponibilidad de recursos, pero aún en la actualidad, en que la política C-T del gobierno se pronuncia por un impulso a esta actividad, el recurso económico sigue siendo escaso (0.44% del PIB) si lo comparamos con el de las naciones desarrolladas, a las cuales aspiramos a pertenecer.
Por otro lado, el sector privado no apoya financieramente la investigación tecnológica, prefiriendo comprar tecnología del exterior. Para 1996 sólo participó con el 22% del total de la inversión, y la mayor parte de estos fondos se aplicaron a actividades de desarrollo en las propias empresas y no a las emprendidas en las universidades (Melgar, 1997:4 A) Tal desinterés se debe a dos causas:
Por un lado, a los rasgos peculiares que caracterizan a la iniciativa privada en esta etapa, y que tiene su origen en las circunstancias en que se verificó su ascenso económico y político, estos rasgos son: confianza en la protección estatal para sobrevivir; complejo de inferioridad respecto a la capacidad extranjera; planificación a corto plazo; preferencia por actividades mercantiles y orientación hacia el mercado interno.
Por otra parte, la estructura misma de la industria nacional no tuvo gran demanda de tecnología, puesto que ha estado orientada a la producción de bienes de consumo, cuando son las industrias de bienes de capital las que requieren innovación tecnológica.
En la actualidad, la inercia generada por estas condiciones sigue condicionando la actitud del sector privado hacia el quehacer científico nacional; sin olvidar las limitaciones que impone la crisis económica que nos afecta.
No existe demanda de investigación hacia las universidades por parte de quien las financia.
Esto se debe a que desde que se inició la industrialización del país, no se plantean los problemas nacionales de desarrollo a solucionarse con investigación científica. Aunque los gobiernos durante estos periodos se abocaron al impulso de la actividad C-T, no existió una conciencia real de la importancia de ésta para resolver problemas de desarrollo económico y social. Y en las ocasiones en que las universidades intentaron colaborar en tales resoluciones, los gobiernos no prestaron oídos.
El testimonio del director del CINVESTAV, Adolfo Martínez Palomo, conforma que, en la actualidad, en México sigue sin considerarse prioritario al sector científico en la economía nacional:
“En cuanto a la ausencia de un plan que desde el Estado fije prioridades y estrategias para este sector (el científico), explica que esto se debe a que la actividad científica profesional cumplió apenas medio siglo, pero también a que “ha dado pocos frutos visibles para la sociedad, por consiguiente el gobierno no tiene la demanda de los mexicanos de que se impulse”(Melgar, Op.cit: 4 A)
Esta carencia de demanda hacia los organismos dedicados a la investigación se traduce en falta de estímulos a la misma, por lo que las condiciones de trabajo son pobres, incluido el salario, y los medios muy escasos, a pesar de las políticas del gobierno, expresadas en el papel con programas de financiamiento a la infraestructura de investigación y con el SIN que buscó detener la fuga de cerebros, pero tales esfuerzos, o no han cuajado en realidades concretas o no han sido suficientes.
No existe relación entre Universidad-Industria.
Si por un lado afirmamos que no hay una demanda de investigación concreta por parte del Estado, que es quien la financia, por otro lado encontramos que tampoco hay un vínculo de cliente-proveedor entre la universidad (que es quien lleva la batuta en las actividades de investigación científica) y la empresa. Vínculo que en una nación de corte capitalista, se hace indispensable.
En México, las relaciones entre empresa y universidad pública, que es la que realiza investigación, han estado marcadas por una desconfianza mutua y por el desconocimiento de ambos sectores sobre las posibilidades del otro.
La masificación y politización de la universidad pública han predispuesto al sector industrial en su contra, al grado de que éste ha promovido la apertura de centros de educación superior privados, que se constituyen en su principal fuente abastecedora de mano de obra. Pero ante el desinterés de la empresa por impulsar investigación C-T que favorezca sus procesos (desinterés que ya hemos analizado), no se ha dado una demanda de investigación hacia las universidades privadas por lo que esta actividad es prácticamente inexistente entre ellas.
En consecuencia, si por un lado el sector privado se ha predispuesto en contra de las universidades públicas y, por toro, este mismo sector aun no cobra conciencia plena de la necesidad de impulsar investigación como para demandarla de las IES privadas, es evidente que exista una separación entre el sector productivo y la investigación científica de las universidades, que es necesario erradicar si se pretende que ciencia y tecnología sean instrumentos esenciales del desarrollo del país.
La investigación científica en los Centros de Educación Superior es condicionada por las líneas de investigación de los países avanzados.
Ante la escasa demanda del Estado y los particulares, los investigadores que no se marchan al extranjero basan sus trabajos en las directrices que les marcan los centros hegemónicos de la investigación científica teórica.
Esta tendencia también es determinada por los intereses de fundaciones extranjeras que financian los proyectos y por las tendencias de los becarios que regresan del extranjero, pues estos parten al exterior sin planes concretos de investigación, porque sólo incorporarse a proyectos que ya están en marcha en las instituciones extranjeras. Cuando regresan, y si cuentan con el apoyo necesario, continúan estas líneas de investigación que comenzaron en el exterior.
La deficiencia del sistema educativo reduce el potencial de recursos humanos para la investigación.
Cómo vimos, para que la investigación científica se constituya en herramienta de desarrollo de una sociedad, es necesario que el sistema de investigación se encuentre ligado al sistema productivo y al sistema educativo. A uno, para dirigir sus trabajos hacia la creación de tecnologías incorporadas a la producción para el desarrollo nacional, al otro, para obtener de él el capital intelectual pato para la actividad científica.
Es claro que, igualmente, el sistema productivo requiere de una alianza con el educativo para obtener la mano de obra preparada para la industria y que esta mano de obra debe formarse en los conocimientos generados por la investigación científica. De ahí que las universidades sean la punta de lanza donde se desarrolla esta investigación, al menos en los países desarrollados.
Pero en México el sistema educativo es muy deficiente desde sus niveles básicos, tanto en la formación como en lo que se refiere a investigación, pues los egresados de las universidades no tienen la formación de investigadores, sobre todo tomando en cuenta que el impulso al postgrado, donde se forma gente con este nivel, resulta insuficiente.
Aunque durante muchos años no se consideró el adquirir un postgrado como la forma habitual de formar investigadores y de hecho estos grados se cursaban en el extranjero, en la actualidad se acepta a la maestría, pero sobre todo al doctorado como el mecanismo para formar investigadores y se ha dado un importante impulso a los postgrados en el país.
Sin embargo, esta determinación se ha convertido en una limitante a la labor científica, pues según datos de la OCDE, anualmente se doctora 250 estudiantes, y en la actualidad hay un promedio de 3094 alumnos de doctorad en el país y 1870 en el extranjero, cifras claramente insuficientes para las necesidades de producción científica de la nación.
Es evidente que existe un muy escaso interés por parte de los jóvenes, por formarse como científicos. Las causas de esto son varias:
la imagen social del investigador no es favorable
La presencia de investigadores como profesores en el nivel de licenciatura es escasa, lo que disminuye el incentivo vocacional para los estudiantes.
El mercado de trabajo es incierto y poco atractivo. El principal empleador de los investigadores es el sector educativo, ya que el privado no ha generado suficiente interés por impulsar investigación al interior de las industrias.
En buena parte de las universidades, que son el campo de trabajo de los científicos, la competencia como investigador no hace falta para la contratación a tiempo completo (en otras palabras, no se ha creado en todas las IES el puesto de docente-investigador, que generaría en el maestro la necesidad de convertirse en investigador)
Los sueldos como investigador son bajos, pues entre 1976 y 1986 se perdió más de la mitad del poder adquisitivo del salidor de profesores e investigadores y el nuevo modelo económico no ha restituido el nivel salarial que se tenía en los 70's (un intento insuficiente por mejorar esta situación ha sido la instauración, en algunas universidades, de programas de incentivos basados en la productividad, como el SIN y Programas de Incentivos al Desempeño Académico).
Limitaciones a la actividad científica en las universidades
Son varias las limitaciones a las que se ven sujetas las universidades públicas (en las privadas prácticamente no hay investigación, con sus honrosas excepciones) para realizar investigación. La causa fundamental de ellas es que se trata de instituciones creadas para responder a la necesidad de preparar profesionistas, por lo que su estructura está organizada para manejar asuntos escolares. La investigación es una adquisición reciente a la que se ha dado cabida en la estructura escolar, pero que no se iguala en importancia a la formación de profesionistas, lo que supone una falta de interés en crear las condiciones adecuadas para la labor científica (por supuesto que existen excepciones, y es el caso de la UNAM, la UAM y el CINVESTAV)
Las limitantes a las que nos referimos son:
cuerpos académicos integrados por maestros por asignatura y no de tiempo completo o medio tiempo. Los pocos que están a tiempo completo dedican la jornada entera a la enseñanza o a labores administrativas. Esto significa que no existe, en la mayoría de estos centros, la plaza de docente-investigador, que concede igual peso a la labor de enseñanza y a la de generar conocimientos nuevos.
Para la selección delas autoridades universitarias no se toman en cuenta antecedentes de práctica en investigación o en administración de la misma y los investigadores, no participan activamente en la toma de decisiones institucionales.
Existe una falta de continuidad en las acciones de fomento a la investigación, debido a la vulnerabilidad e estas instituciones a presiones políticas internas o externas.
El espíritu del trabajo científico, caracterizado por el análisis y el sentido crítico, chocan con el esquema de enseñanza tradicional basado en el verbalismo y la memorización.
No existen las instalaciones ni los servicios adecuados para la investigación. En la mayoría de los caos, el investigador trabaja en lugares inapropiados y con deficiencias en los servidos (electricidad, teléfono, agua...) y en los insumos.
Al punto anterior e aúna el hecho de que no existe un servicio de administración de la investigación. Son los investigadores quienes, en detrimento de su labor científica, tiene que hacerse cargo de asuntos administrativos: buscar cómo allegarse insumos, llevar el papeleo que requiere la institución...) A esto hay que agregar que el personal
Bajos salarios para los investigadores
Aislamiento con respecto a otros científicos nacionales, dada la escasez de la comunidad y su dispersión en diversos proyectos de trabajo. Respecto a la comunicación con el extranjero, los bajos recursos destinados a la investigación muchas veces limitan estos canales, pues se requiere asistir a congresos, establecer redes e telecomunicación, realizar visitas...
La actividad científico tecnológica no guarda ninguna relación con las necesidades de la región.
Basta echar un vistazo a las características anteriormente mencionadas, para percatarnos de esta realidad: el quehacer C-T que se lleva a cabo en las universidades y algunos otros centros de investigación dependientes del Estado, se centran en investigación teórica, sin relación con el sistema productivo, con escasos apoyos únicamente provenientes del sector público, pero sin una demanda concreta por parte de este sector y sin el apoyo real de las políticas en ciencia y tecnología del Estado.
Si a ello aunamos el escaso número de investigadores, las pobres condiciones en que trabajan, un sistema educativo que no apoya la formación de científicos, nos encontraremos con un bajo volumen de productos científicos, muchas veces de baja calidad y totalmente desligados de la s problemáticas de desarrollo económico y social de la nación.
CONCLUSIONES
ALGUNAS CONSIDERACIONES PERSONALES
Desde el surgimiento de la ciencia moderna y su alianza con la tecnología y la producción en el marco del sistema capitalista, es evidente que en una sociedad, ciencia y tecnología juegan un papel trascendente, y consecuentemente también lo tiene la universidad como transmisora y generadora de conocimientos científicos, ligada, tanto al aparato productivo (estructura económica) y la estructura social, como al marco ideológico que pretende justificarlos. Tales relaciones quedarían expresadas en el siguiente esquema:
En todo sistema social, y en este caso en el sistema capitalista, la estructura económica está determinada por la forma en que se organizan las acciones humanas (trabajo) destinadas a la obtención de los bienes que cubren las necesidades del hombre, ya sea por extracción, modificación o transformación de los caracteres físicos, químicos o biológicos de la naturaleza. Conjunto de acciones que llamamos producción. Esta organización de la producción (aparato productivo) establece una serie de relaciones entre los hombres basadas en la división del trabajo y que se traducen en una determinada organización social (estructura social).
A este marco económico y social responde un marco ideológico que busca mantener un consenso, sobre la estructura socioeconómica del sistema, tal consenso garantiza una estabilidad social que permite el desarrollo del aparto productivo.
En este esquema, la universidad como agente de difusión y generación de saberes científicos y tecnológicos, tiene la función fundamental de alimentar el aparato productivo de la mano de obra profesionista formada en los conocimientos y métodos de la ciencia y tecnología de vanguardia; pero a la vez contribuye, con su impulso al conocimiento científico y al pensamiento crítico, a enriquecer el aparato ideológico, con nuevos conocimientos acerca del mundo y la sociedad y nuevas formas de pensamiento.
Al mismo tiempo, las estructuras económicas, sociales e ideológicas determinan en gran parte el quehacer de las universidades en el terreno científico-tecnológico.
De esta forma, las relaciones que establece la universidad con cada uno de los elementos del sistema social (aparato productivo, estructura social y marco ideológico) son de tipo dialéctico, como lo son los lazos que entre sí relacionan a cada uno de estos elementos.
El anterior es, al parecer, un esquema muy redondeado que, dentro del paradigma de la modernidad, debería conllevar a un progreso indudable de la sociedad. Pero esto no es así, no al menos en las sociedades subdesarrolladas, donde las condiciones de dependencia económica y científico-tecnológica rompen el esquema, introduciendo una serie de condicionantes que les impiden ser dueñas de los instrumentos de control y transformación de su medio, autodeterminarse económicamente y salir de su situación de atraso económico y de desigualdades sociales. En el caso de países como el nuestro, el esquema sería como sigue: En otras palabras, en países subdesarrollados la actividad científico-tecnológica, ya sea dentro o fuera de las universidades, es prácticamente inexistente por sus condiciones de dependencia y a la vez, esta carencia de una labor científica-tecnológica es causa fundamental de su desarrollo.
Aunque la dependencia C-T de nuestro país tiene muchos años de haber comenzado, a la fecha y a pesar de la nueva fase económica a la que ha entrado nuestro país, que demanda un cambio radical en nuestras estructuras científico-tecnológicas para el apoyo del aparato industrial en un mundo globalizado, México arrastra aún los vicios de un quehacer C-T retrasado y alejado de la realidad e la región, finalmente consecuencia de nuestra condición de país dependiente.
En este sentido, no ha variado mucho la nueva realidad en materia de ciencia y tecnología, de la que vivimos hace algunos sexenios: predominio de la investigación teórica sobre la aplicad; financiamiento público y no privado; desvinculación entre el quehacer científico y el aparato productivo; escasez de producción científica y de investigadores, entre otros, son los rasgos que aún predomina en el México neoliberal.
El modelo que persigue implantar y que es el que permea la política científico tecnológica de los gobiernos neoliberales, es el que poseen las naciones ricas: una actividad científica teórica llevada a cabo principalmente por las instituciones de educación superior, pero ligada a los proceso productivos, que se traduce en una relación universidad-empresa cada vez más cercana; un sector privado comprometido con las innovaciones tecnológicas desarrolladas en el país, ya se levantando laboratorios en las mismas empresas o a través de proyectos pagados a las universidades; Institutos de educación superior que ofrecen servicios académicos de calidad, formando a la mano de obra calificada para la industria.
Dentro de este modelo y ante las circunstancias actuales del país, el reto al que se enfrentan las instituciones de educación superior como encargadas de la labor de investigación C-T que se realiza en México es claro: es necesario vigorizar el sistema educativo en general y el de educación superior, en particular, ligándolo al proceso productivo y al proceso de generación de conocimientos científicos.
De esta manera, la universidad debe desarrollar investigación científica ligada a las necesidades productivas del país y formar a los profesionistas calificados para las industrias competitivas nacionales, ente otras cosas, en los conocimientos de vanguardia producidos en su seno.
Si México camina firmemente hacia este modelo, el resultado será: Liberarse de la dependencia C-T hacia las naciones industrializadas, mayor competitividad en los mercados extranjeros, entradas fuertes de capital al país, estabilidad y crecimiento económico y nuestra entrada triunfal al concierto de países desarrollados, en otras palabras: progreso.
¿Pero hasta qué punto es cierto el paradigma moderno del progreso social, desprendido de una economía capitalista que sienta sus bases en el dominio de la naturaleza a través de la ciencia y la tecnología?
Tal vez podríamos hablar de un crecimiento económico, pero sin lugar a dudas éste no va acompañado de un progreso social, si el crecimiento no beneficia a todos los individuos que integral al grupo social.
Ciencia y tecnología surgieron en el pasado remoto del hombre como herramientas sofisticadas de control del entorno, para favorecer, junto con muchos otros elementos culturales, la supervivencia y desarrollo de la especie. Hoy más que nunca, esa posibilidad de control sobre la naturaleza es evidente, pero si su empleo no se permea de una perspectiva humanista y ética que racionalice su uso, tanto para evitar la destrucción del medio ambiente y de la especie misma, como para beneficiar a todos los integrantes del grupo social, estableciendo las condiciones materiales que posibiliten su desarrollo como seres humanos, entonces ciencia y tecnología no tendría sentido.
Es cierto que el primer paso que debe dar nuestro país al respecto, es impulsar una ciencia y una tecnología propias, ligadas a procesos productivos, que nos ayuden a romper nuestra situación de dependencia C-T, una dependencia que se traduce en una enajenación de nuestras herramientas especializadas de transformación del entorno, lo que frena nuestro desarrollo económico, dentro del modelo que impera en el mundo.
Pero también se hace indispensable una actividad de investigación C-T para ser aplicada a necesidades de tipo social. Recuérdese que se trata de herramientas creadas por el hombre para favorecer su desarrollo en sociedad, por lo que deben destinarse a resolver problemas de sus habitantes. La ciencia que se haga en México no sólo debe buscar integrarse a los procesos productivos para generar un crecimiento económico (aunque en este sentido debe garantizarse que sus resultados económicos se repartan a toda la población), si no que también debe estar destinada a elevar la calidad de vida de nuestra sociedad y de sus miembros.
ALTERNATIVAS DE SOLUCIÓN
La finalidad de este trabajo no es exclusivamente el análisis de la situación de ciencia y tecnología en México, sino ir más allá y proponer algunas alternativas de solución para combatir el evidente rezago dela actividad científica en el país, en particular en las instituciones de educación superior. Esa es la finalidad primordial de este capítulo:
Las alternativas de solución a una actividad C-T dependiente y subdesarrollada deben ir encaminas a resolver cuestiones como la escasez de financiamiento, las pobres condiciones de trabajo de los investigadores, la falta de recursos humanos dedicados a esta labor, la nula vinculación entre la investigación teórica que se realiza en las universidades y las necesidades concretas de la planta productiva y la inexistencia de una relación entre la investigación y las condiciones concretas de la región.
La propuesta que deseo formular trata de atacar todos estos problemas a través de dos planteamientos concretos:
convertir a la investigación científico-tecnológica en una mercancía susceptible de venderse en el país
crear una cultura científica que revalore el papel de esta actividad en la sociedad, y el de aquellos que la practican.
El primero ataca los problemas a corto plazo, como una medida práctica para apoyar la actividad C-T autónoma en nuestro país tal y como están las cosas en este momento; el segundo es a muy largo plazo y su finalidad sería modificar las conciencias de los mexicanos para crear un país diferente, que vea a la ciencia y a la tecnología como herramientas indispensables para el bienestar de todos.
La investigación C-T. Un producto de mercado.
El análisis que hemos hecho a lo largo de este trabajo, evidencia que entre los problemas fundamentales del quehacer científico en México, está la falta de financiamiento, que se traduce en una serie de carencias en la infraestructura para la investigación y en condiciones laborales desfavorables para los investigadores, lo que se ha tratado de suavizar a través de varios programas gubernamentales de financiamiento a programas de investigación y de incentivos (el S N I) a los científicos. Pero no podemos esperar que el gobierno continué con políticas paternalistas, echándole en hombros la tarea de sostener económicamente una labor que debería tener muchos beneficiarios, y que por consiguiente, debería ser financiada por estos.
Pero como contraparte a esta problemática, nos encontramos con que los productos salidos de los laboratorios de las universidades (y otros centros) no tiene demanda en la sociedad porque no se aplican a problemas concretos de ella.
Si las universidades requieren recursos financieros para echar adelante programas de investigación, estos deben producir resultados útiles a la sociedad, y concretamente a particulares que puedan estar interesados en pagarlos. En otras palabras, la investigación científica en las universidades, debe convertirse en un producto que e ofrezca en el mercado a empresas que encuentren interesante el pagar por él. Como producto, la ciencia y la tecnología se someterán a las leyes del mercado e incrementarán su costo si se incrementa la demanda por ellas. Su tarea consistirá en hacerse atractivas para asegurar una demanda constante.
De esa manera, la actividad C-T contará con los recursos para mejorar su infraestructura, pagar buenos salarios a los investigadores y contratar a un mayor número de ellos. Se incrementará entonces la demanda de investigadores, y las universidades deberán cubrirla, formando en sus aulas a los científicos que se requieren.
El financiamiento a proyectos de la investigación con una aplicación a procesos ecónomos se habrá asegurado a través de las empresas. Las mismas universidades y el Estado, deberán encargarse de proveer los recursos para la investigación teórica, que es parte importante del patrimonio cultural de la nación y base de la investigación aplicad. Se estaría llegando así al esquema de una nación desarrollada, asegurándose la independencia de la nación respecto a la producción científico tecnológica y dando pasos firmes hacia loa ruptura de la dependencia económica.
¿Pero cómo hacerlo? ¿Cómo lograr que haya una demanda concreta de la industria hacia los centros de investigación de las universidades? ¿Cómo acercar a estos dos sectores (el de educación superior y el empresarial) en una relación proveedor-cliente que los beneficie a ambos?
Sería necesario promover encuentros entre ambos sectores, para acordar el financiamiento, por parte de las industrias, de proyectos concretos de investigación a llevarse a cabo en las universidades.
Pero existen un par de obstáculos importantes para lograr esto: por un lado, la iniciativa privada no hay cobrado plena conciencia de la necesidad de impulsar una tecnología propia, prefiriendo adquirirla del exterior; y por otra parte, hay un prejuicio de este sector hacia las universidades públicas, que son quienes actualmente realizan investigación, por considerar que forman individuos politizados y profesionistas de baja calidad.
Sería necesario romper con ambos esquemas erróneos, a través de campañas gubernamentales que fomenten una conciencia de la necesidad de que las empresas modernas se encuentren a la vanguardia en tecnología. Pero esto no basta, a campañas como éstas debe sumarse una política concreta de incentivos fiscales y apoyos financieros para la comercialización, para aquellas empresas que financien proyectos de investigación en las universidades públicas.
La idea es que, una vez que las empresas palpen los beneficios de esta alianza con los laboratorios de las universidades, sus demandas continúen, no sólo hacia los IES públicos (que además conllevan beneficios fiscales), sino que también generan una demanda hacia las universidades privadas, que empezarán a ver a la investigación como una actividad redituable que merece ser impulsada.
Si se logra una demanda real de investigación C-T de las universidades y demás centros de investigación, se establecerá al interior de éstas una cadena que empezará por un mayor financiamiento a esta labor y seguirá con un incremento del número de científicos, mejores sueldos, mayor producción científica y de mejor calidad.
Para la industria, significará una progresiva independencia de nuestro país hacia los productos del quehacer tecnológico del exterior, pero sobre todo, la generación de una tecnología propia que responda a la realidad regional y cultural de México, elevando su competitividad hacia el exterior, en tanto le permita ofrecer productos originales, que respondiendo a una necesidad nacional, no entren en competencia con otras tecnologías que, por llevarnos años de adelanto, se traducirían en esfuerzos estériles sin resultados favorables.
Además, con el impulso de una actividad C-T propia, la transferencia de tecnología podrá hacerse en condiciones de igualdad, adquiriendo aquellos conocimientos (know how) que realmente contribuyan al crecimiento de la industria nacional, con una previa adaptación a nuestras necesidades y condiciones reales.
Al mismo tiempo que se lograra este impulso a la labor científica, a través de convertirla en un producto atractivo para el sector privado, sería importante que éste, el Estado en particular, y las universidades con los recursos propios obtenidos por la venta de sus “productos”, se encargaran de financiar y hacer investigación de tipo social, para ayudar a salvar las enormes carencias de nuestra población. Se precisa investigación para mejorar servicios de salud, para generar tecnologías baratas que incrementen la producción del campo a nivel familiar, para encontrar materiales económicos para construir viviendas, y para tantas otras necesidades que también han sido descuidadas por los científicos mexicanos.
En este caso podría también incentivarse el apoyo financiero de particulares a este tipo de programas de investigación, a través de subsidios fiscales, u obligarse a las empresas a financiar un proyecto social por cada proyecto redituable a la empresa, que se impulse.
Desarrollar una cultura científica.
La propuesta anterior representa una alternativa inmediata para salir del bache el que se encuentra la ciencia y la tecnología en nuestro país, pero, paralelamente, y a mucho más largo plazo, se hace necesario construir una cultura científica que reevalúe en su exacta dimensión el papel que juegan ciencia y tecnología en una sociedad, y particularmente en una sociedad como la nuestra, con nuestra geografía, nuestras características raciales ( y no hable sólo del color de la piel, sino de nuestra manera de ser, nuestra mentalidad y carácter) y nuestras particularidades culturales y sociales.
No se trata de construir el paradigma de la modernidad, donde ciencia y tecnología sean vistas como la panacea que nos va a sacar de todos nuestros problemas para llevarnos por el camino firme del progreso. Se trata de enfocarlas como herramientas útiles para el conocimiento de la naturaleza y la sociedad y para el control del entorno, como instrumentos que permiten asegurar la producción de los bienes materiales de las sociedades, al aplicarse a los procesos productivos y que brindan seguridad y bienestar a los miembros de un grupo social, siempre que se respeten las condiciones concretas del hábitat y de la cultura que hace uso de dichas herramientas. Se trata de crear conciencia de la necesidad que tiene nuestro país de impulsar una actividad C-T propia, no sólo para benéfico de un sector privado que busca incrementar la competitividad de sus empresas, sino para el bien de todos los que vivimos en este país.
Esta formación debe estar impregnada de valores culturales y humanos, que busquen también lograr una identidad nacional y una conciencia de la necesidad de trabajar juntos por un destino común.
Esta empresa corre a cargo de la escuela, desde los niveles básicos, e implica no sólo la formación de personas concientes de la realidad arriba descrita, sino también la formación de mentes con un espíritu científico, esto es, metes críticas, pensantes, capaces de resolver problemas y tomar decisiones, capaces para genera nuevos conocimientos y contenidos culturales que beneficien a todos.
Esta cultura científica será la cuan de donde surjan los investigadores, sino hasta el nivel de doctorado, nivel al que acceden muy pocos.
En principio existe una clara contradicción entre una formación científica del nivel doctorado, que produce individuos capaces de solucionar problemas y de generar conocimientos, y la educación tradicional de niveles inferiores que sólo transmite información a los educandos, estimulando la memoria y saturándolos de datos que, en un mundo tan cambiante como el que vivimos, pronto se vuelven obsoletos.
La pregunta es: por qué esperar hasta un nivel de postgrado en los estudios para formar al recurso humano que requiere la producción científica y tecnológica del país? ¿Porqué no empezar desde niveles anteriores, incluso niveles básicos.?
La formación de individuos que aprendan a pensar y que aprendan a aprender es esencial para formar investigadores, así como profesionistas calificados.
Partiendo dela necesidad de una cultura científica, debe impulsarse una educación basada en estos principios de aprender a aprender y aprender a pensar, desde el nivel preescolar, de esa manera no se requerirá llegar a niveles de postgrado, donde la matrícula disminuye considerablemente, para formar investigadores en potencia. Con una formación de este tipo, los niveles de licenciatura se convertirían en un semillero de investigadores en todas las ciencias, que ante la demanda constante de investigación por parte de las empresas y la conciencia adquirida en la escuela dela necesidad de hacer labor científica, se inclinarán hacia esta vocación.
Como vimos, la cultura científica generaría también una conciencia hacia la necesidad de aplicar estas herramientas a la resolución de problemas concretos de las mayorías. No sería entonces difícil, que las universidades y los científicos se comprometieran a dedicar parte de su tiempo y esfuerzos a este tipo de trabajos; y que incluso los mismos industriales, se preocuparan por financiar este tipo de investigaciones, que aparentemente no resultarían redituables.
Bibliografía
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Santiago, Amado (1981) Invenovación. UNAM. México.
OCDE. Exámenes de las Políticas Nacionales de la Educación Superior en México. México.
4 Una patente puede considerarse como un monopolio para reservar un derecho de exclusividad para posibles beneficios de aplicación industrial de una idea”
5 Datos extraídos del Programa de Ciencia y Tecnología 1995-2000. Internet. Dirección www.conacyt.mx
6 Ibidem. P.4A
7 Ibidem. P4A |