El cambio en M éxico
Por: Carlos Scheel Martín
I.En la actualidad está muy de moda hablar del cambio. Éste se ha convertido en el slogan más común de las campañas federales en nuestro país. Pero no nos cuestionamos acerca de la naturaleza de este cambio, y suponemos que entendemos lo mismo al respecto, pero es muy importante aclarar de qué cambio se trata, porque, bueno, hay de cambios a cambios.
Desde una perspectiva neoliberal, el término cambio ha adquirido una connotación que lo liga de manera eufemística con el desarrollo de tolerancia a la inestabilidad, haciendo parecer que la búsqueda de seguridad social, de estabilidad en el trabajo, de oportunidades de desarrollo, son en realidad miedo al cambio, propio de una mentalidad anticuada destinada al olvido. Dicha ideología es parte de las políticas laborales impuestas a escala global por los grandes emporios económicos, que pretenden flexibilizar al máximo el mercado de trabajo, dotando a la empresa de facultades para contratar y despedir trabajadores a su antojo, al mismo tiempo que se predica al trabajador el desapego, el autoempleo, el free lance, negando así la evidente disparidad del mercado de trabajo: No es igual la demanda de empleo que la demanda de trabajadores, por lo que al menos en teoría, estos últimos tendrían que estar protegidos por la ley. Pero sucede que en cuanto un gobierno pretende aplicar la ley contra las empresas maquiladoras que alquilan por nada la fuerza de trabajo de sus ciudadanos, las empresas simplemente empacan sus maletas y emigran a algún otro país subdesarrollado en búsqueda de otros mercados, como nuevos piratas de la economía global.
II.-Probablemente el sentido más propio que podemos asignarle a la palabra cambio en el contexto de nuestro país, se refiera al tránsito de una cultura autoritaria a una cultura democrática. Considero autoritario tanto al dominante que impone las reglas como al dominado que las acepta, cuando estas no pretenden el bien común, y llamo democracia a la búsqueda de mecanismos necesarios para ponernos de acuerdo en cómo queremos vivir. Entonces puedo afirmar que el cambio que necesitamos debe estar enfocado a establecer mecanismos de comunicación social que permitan la elaboración colectiva de un amplio proyecto de nación.
Giovanni Sartori establece la diferencia que existe entre democracia formal y democracia real. Dicha diferencia consiste en que la democracia formal es tan solo un mecanismo para elegir gobernantes, ya sea por medio del voto directo o indirecto, y la democracia real es mucho mas que eso, es una cultura de diálogo, en la que una sociedad educada y consciente de sus deberes, busca mecanismos para autodeterminarse, para decidir cómo convivir, para establecer reglas que permitan la libertad y la búsqueda de la felicidad de cada ciudadano.
Lo anterior significa que no porque el voto sea mas o menos respetado vivimos ya en una democracia, estamos muy lejos de esto. El voto desinformado no representa un avance democrático, el voto no es nada sin la educación del votante.
El maestro Cesáreo, aquí presente, me decía en tono amigable en una ocasión ‘bienvenido a la cultura de la simulación'. Tras un discurso democrático, que nos hemos visto obligados a adoptar, ocultamos, quizá con cierta vergüenza, nuestra recia formación autoritaria. No estamos acostumbrados a tomar decisiones. Tendemos a dejarnos llevar por líderes y caudillos, nuestra historia nos ha formado en la obediencia, cuando no tenemos un mando o poder superior que nos obliga a hacer algo; tendemos entonces, como consecuencia natural, a caer en el caos o la franca violación de la ley, ejerciendo así una moral de esclavos. Para transitar a la democracia necesitaríamos entonces desearlo, para empezar. Y ahí está probablemente el problema. ¿Realmente queremos ser libres, tomar nuestras decisiones, ejercer nuestra soberanía, buscar nuestro desarrollo personal y comunitario? ¿Estamos seguros de que no preferimos continuar en la calidad de menores de edad, siempre necesitados de tutela y castigo? Porque de otro modo no me explico porqué el estado, en lugar de formar hombres libres, responsables, creativos, conscientes de sus derechos y obligaciones, proporciona tan solo una educación encaminada a dotar de esclavos a las grandes empresas extranjeras que encuentran en nuestro país un paraíso, en el que pueden violar las leyes y verse incluso beneficiados con tasas de exención de impuestos, que el gobierno otorga con tal de atraer e los inversionistas. ¿Es este el tipo de desarrollo, si se le puede llamar así, que deseamos?
III- Uno de los vicios mas arraigados en nuestro país es la creencia de que ser autoridad u ocupar un cierto puesto de poder significa estar por encima de las normas. Aspiramos al poder como única forma de escapar del alcance del mismo, sin percatarnos de que es así precisamente como perpetuamos el estado de cosas.
Las administraciones públicas suelen echar abajo lo logrado por los gobiernos anteriores (incluso cuando el gobierno es del mismo partido) para empezar desde cero; ni siquiera entendemos qué significa la palabra continuidad, vivimos carentes de rumbo, al capricho de espasmos y chispas de inspiración de las autoridades.
Es necesario utilizar todos los espacios a nuestro alcance para dialogar, sin miedo a las ideas, sin miedo a la discrepancia, es urgente que logremos un acuerdo básico sobre el México que queremos.
Terminaría cuestionando: ¿es éste el México que queremos? Si es así, no tenemos de qué quejarnos. Y si no es así ¿por qué no hacemos nada por cambiarlo? |