Los mexicanos y la identidad nacional

Ponente: Alejandra Espinosa Martínez

Lo que hace único y diferente a un pueblo es su cultura, y es este el legado con el que se construye su historia. La nuestra es una historia rica y antigua que empezó a edificarse 1500 años A.C., cuando nuestro territorio se convirtió en la cuna de majestuosas civilizaciones como los olmecas, toltecas, aztecas y zapotecas. Así, es la heterogeneidad de nuestro panorama cultural prehispánico la que nos ha permitido erigirnos como una de las naciones con mayor diversidad cultural. Diversidad que nos identifica y distingue en el ámbito internacional como un país con costumbres y tradiciones únicas e inigualables en religión, música, danza, vestido, alimentación y artesanías. Baste mencionar como ejemplos de esa riqueza y unicidad: nuestra celebración de día de muertos; el que varias de nuestras ciudades coloniales y ruinas sean declaradas patrimonio cultural de la humanidad; el que los artesanos mexicanos sean reconocidos a nivel mundial por la belleza y originalidad de sus piezas; o que las notas de la música mexicana se conviertan en un himno al ser interpretadas por un mariachi; o el colorido y variedad de los trajes típicos mexicanos y las aportaciones culinarias de México al mundo como la tortilla, el cacao, el tequila y el mezcal, entre otros.

Es evidente que los mexicanos poseemos elementos culturales de sobra con que identificarnos y de los cuales sentirnos orgullosos, no obstante, en la actualidad, el orgullo de pertenencia mexicano parece enfrentar más riesgos que el malinchismo y el nacionalismo mal entendido, pues el proceso de globalización podría convertirse en un enemigo acérrimo de la identidad cultural de los pueblos.

La sociedad mexicana es una sociedad de contrastes nacionalistas, pues aún cuando poseemos atractivos históricos y naturales que maravillan y despiertan el interés del mundo, nosotros parecemos poco interesados en conocerlos y conservarlos. Como centro turístico internacional, nos distinguimos por ser amables y serviciales con los extranjeros, pero practicamos el racismo “nacional” haciendo diferencias de rasgos y vestimenta; usamos como bandera el gran apego a nuestras raíces, costumbres y tradiciones, sin embargo, no hacemos mucho por difundirlas y conservarlas; y que decir de nuestro ideal del “sueño americano”.

Además de estas prácticas malinchistas, el nacionalismo mexicano compite contra el mal entendimiento de su concepción, ya que para muchos la identidad nacional se limita a acciones como ondear una bandera y vitorear el nombre de México durante un evento deportivo o a celebrar de manera eufórica y desmedida el grito de Independencia, sin entender que el apego de un individuo hacia su nación se mide por acciones más personales y cotidianas; la manera de conducirnos y desempeñarnos en nuestra familia, trabajo y comunidad; nuestra congruencia entre el decir y el hacer; la tolerancia y el respeto que mostramos por las diferencias de creencias, rasgos y costumbres; nuestra participación activa en proyectos que buscan el bienestar común; en pocas palabras, la obra personal con la que pretendemos no pasar desapercibidos y dejar huella en este mundo.

Sin lugar a dudas las instituciones educativas debemos contribuir al desarrollo de la identidad nacional de los individuos, educando en valores, inculcando en niños y jóvenes el respeto y amor hacia nuestras costumbres, tradiciones, símbolos patrios y hacia todo aquello que nos identifica y distingue como país. Por su parte, la educación universitaria deberá contribuir a la formación de ciudadanos de calidad, que desarrollen su sentido de pertenencia a través de su dedicación y perseverancia en el estudio; del compartir sus conocimientos y experiencias poniéndolos al servicio de los más desprotegidos; comprometiéndose con el desarrollo de la sociedad y la búsqueda del bien común.

Para finalizar, me gustaría expresar que aunque ciertamente un pueblo no puede vivir de su pasado y su historia, es indispensable que conozca su legado cultural e histórico para lograr un mejor entendimiento de su presente y poder proyectar a futuro, lo que traerá como consecuencia un alto sentido de apego y pertenencia hacia su origen y esencia. G

 


REVISTA

NO. 18