Contribución de la Universidad a la reproducción de la ideología dominante: 3ª y Última Parte
Por Claudia Elena Tamariz
Hasta este momento en esta serie de artículos hemos analizado dos posturas sociológicas importantes respecto a la educación que representan dos contrastes acerca de los alcances educativos y por tanto de los roles que la educación -y la universidad- juegan en la sociedad.
Por un lado, si aceptamos a ojos cerrados la teoría de la reproducción, impedimos a la escuela, a la universidad, para producir, para transformar y la condenamos a la repetición, a la reproducción y a la complicidad con un grupo minoritario. Por el otro, advertimos posibilidades de transformación, de espacios de crítica y acciones conscientes, de creación, de atención no unívoca a determinados sectores sociales, de no simple pasividad: de resistencia y transformación.
Parece que lo deseable sería romper con la primera postura, con la visión reproductora y adoptar la segunda. No obstante, no podemos negar la ocurrencia y la necesidad de la reproducción. Ya que:
Primero: debemos aceptar, conscientizar, que la reproducción existe para poder modificarla, negarla sería parte de una misma alienación reproductora, y,
Segundo: debemos asimilar que la reproducción es necesaria para la producción, aunque parezca contradictorio, porque no podemos partir siempre de cero, no podemos desechar la historia y las producciones que nos constituyen como sociedades humanas. Hacerlo implicaría más que avanzar como culturas, retroceder. No se trata, entonces, de partir de la nada, sino de re-conocer lo que se tiene, de re-valorarlo y ponerlo a consideración de las necesidades del contexto para decidir si debe continuarse, modificarse o transformarse.
De esta forma, podemos concebir a la reproducción de dos maneras, con un sentido de alienación como han hecho los autores estudiados, y también con un sentido de continuidad de la cultura, que podrá ser modificada y transformada según se requiera.
Pero si la reproducción, en el sentido último que manifestamos, es importante, la producción lo es aún más porque simboliza la capacidad de “revelarse” contra la inercia, contra un mundo estático o inamovible, determinado o inmejorable. Representa la posibilidad de vida, de dinamismo, de progreso.
Recordemos este pensamiento : “El hombre se adapta y genera”. Ambas cosas le caracterizan y debieran caracterizar a sus producciones, entre ellas las instituciones que crea.
Así, lo que distinguirá al hombre como ser humano y a las instituciones en que se constituye, no sólo será su capacidad para adaptarse, sino también, y muy especialmente, su capacidad para generar. Por tanto, la universidad no puede pretender sólo la continuidad de la cultura en un sentido de repetición ordinaria, no puede quedarse en la visión únicamente reproductora, sino que debe producir cultura, debe contribuir a acrecentarla para beneficio de la sociedad en su conjunto.
Esto último, la determinación y la producción de escenarios y cultura en beneficio de todos aquellos que componen el complejo social, las mayorías, es lo que proponemos debe rescatarse al interior de las universidades, sin soslayar la importancia de la reproducción en el sentido enunciado.
Lograrlo, implica el análisis del contexto social general en el que se desarrolla el quehacer universitario, pero también el estudio concienzudo y la crítica de lo que sucede en su interior, particularmente, esto último, requiere, de la acción consciente de sus protagonistas : maestros y alumnos. Sólo de este modo la universidad podrá convertirse en el espacio de confrontación, transformación y producción que la sociedad requiere.
Pero veamos en opinión de algunos autores cuales son los fines de la universidad.
Según Juan Manuel Piña, y coincidimos con él, la universidad tiene tres finalidades:
El cultivo como producción de conocimientos y enseñanza de contenidos y como difusión de lo que se produce y se enseña.
Su sentido es cultivar lo universal, pero no sólo saberes instrumentales sino también filosóficos.
“Pensar que la universidad debe responder sólo a demandas de la producción es reducir su quehacer. De igual forma pensar que en la universidad se puede cultivar el saber por el saber sin considerar el exterior, es deshistorizarla. Ni lo uno ni lo otro exclusivamente” (Piña, p.110)
Se trata, pues de la transmisión de los elementos culturales de la sociedad como una forma de perpetuar su existencia, una tarea reproductora, pero también se trata de generar nuevos saberes o contenidos culturales que favorezcan el desarrollo del grupo humano . No se queda en recrear, también es necesario crear.
El sentido crítico . Su función consiste en discutir los saberes y prácticas académicas del interior y exterior de la misma universidad . La universidad debe cuestionar todo, hasta a sí misma.
“Si existe un espacio donde los mundos de la vida se puedan democratizar, y democratizar en tanto confrontación de ideas para llegar a acuerdos (espacio para conversar y convencer a través de la palabra y el argumento que ella brinda) después de una discusión, ese es el espacio universitario”(Ibídem, p. 110)
La universidad es crítica por excelencia y la crítica es cuestionar, confrontar y discutir y también es encontrar y proponer soluciones, tarea que está íntimamente relacionada con la generación de conocimientos. Y es esta capacidad crítica y de generación de saberes lo que convierte a la universidad en una institución transformadora.
La formación . Que no se refiere a la capacitación que se enfoca al saber hacer del individuo para el trabajo, sino que se trata de la formación como actividad intrínseca de la cultura y de la sociedad que persigue la superación del individuo de su estado natural-biológico a un estado superior de cultura, un estado de plenitud humana.
Y esta característica manifiesta aquella finalidad de la educación de la formación integral del ser humano: el desarrollo de todas sus capacidades que le permitirán crecer como individuo y hacer crecer a su sociedad y a su cultura.
De lo anterior podemos deducir que la función de la universidad dentro de la sociedad tiene un doble carácter: de reproducción de elementos culturales y sociales cuya finalidad será socializar a los individuos y preservar la cultura específica de una determinada sociedad ( y por su carácter de transmisora de la ideología dominante este carácter reproductor de la universidad busca también la afirmación de determinadas relaciones de poder); pero a la vez de impulso a la transformación de dicha sociedad y cultura para proseguir su desarrollo en beneficio de la humanidad.
Se trata, pues, de una doble función contradictoria que Javier Mendoza estudia con mayor profundidad, al referirse a la educación en general y a la universidad en particular :
“En el centro del análisis de este enfoque se encuentra el concepto de contradicción.
Para el estudio de la educación se considera como punto de partida, el desarrollo contradictorio de las funciones sociales que desempeña, las que apuntan tanto a la conservación y reproducción de la forma de organización social como a su transformación, si bien en un momento histórico predomina una forma sobre otra, pero siempre en un escenario de conflicto”(Mendoza, p.288)
Para Mendoza estas contradicciones se manifiestan a través de lo que él considera, las cinco funciones sociales que desempeña la educación :
Función cultural e ideológica . Por un lado consiste en la transmisión de la cultura de un determinado grupo social : valores, formas de pensamiento, pautas de conducta y conocimientos, que es la función tradicional de la educación.
Pero también tiene un carácter ideológico pues propicia una representación imaginaria de la realidad (a veces no falsa) con significación para el total de la sociedad, difundida por los grupos y clases que tienen el poder.
“...por medio del desarrollo, la inculcación directa y la difusión indirecta de la ideología se produce el consenso en una sociedad, se afirman las relaciones de poder entre las clases y se disputa cotidianamente la hegemonía”. (Ibídem, p.290)
Función socializadora . Esta consiste en incorporar a los individuos al complejo social por medio de la inculcación e incorporación de las normas sociales.
Función de selección social . Gracias a la educación formal se promueve una distribución desigual del capital cultural que convierte a la educación en un filtro de selección que legitima la participación desigual en el ingreso, la posición y el prestigio.
Función política y de control social . La educación es una herramienta de los grupos dominantes para transmitir una misma visión del mundo a todos los integrantes de la sociedad, con el fin de evitar la dispersión de la sociedad y mantener a sus miembros dentro de ciertos cauces marcados por el proyecto de desarrollo económico, político y social de estos grupos gobernantes.
Función económica . La educación forma a la fuerza de trabajo que se va a incorporar al sistema productivo, con diferentes niveles de calificación.
Dentro de este esquema de funciones de la educación en general, la función de la universidad en las sociedades capitalistas modernas se ha planteado desde la corriente teórica del funcionalismo, que establece una correlación directa entre las variables de movilidad social, escolaridad de la fuerza de trabajo, niveles salariales y productividad y propone, en consecuencia, una política de adecuación cuantitativa y cualitativa entre formación profesional y mercado de trabajo.
Para Mendoza esta postura se traduce en México bajo el modelo de la Modernización, nacido en los años 50's y ajustado a las cambiantes situaciones de la región, y donde la vinculación universidad - necesidades sociales se traduce en la aportación que las primeras hacen al desarrollo económico del país.
Sin embargo el esquema no es tan sencillo por el carácter contradictorio de la función universitaria, este doble carácter por el cual, aunque contribuye a la reproducción del sistema ajustándose a estas necesidades económicas, también genera en su interior ideologías nuevas y abre espacios de crítica al proyecto dominante, produciéndose nuevos proyectos de desarrollo económico - social y nuevos proyectos de desarrollo educativo.
Por ello, para concretar un proyecto de educación superior debemos tomar en cuenta esta naturaleza contradictoria de la universidad y determinar en qué forma vamos a ligar las funciones de la universidad con las necesidades sociales.
Como vimos anteriormente, en el esquema funcionalista las necesidades sociales se traducen en necesidades de desarrollo económico dentro del marco capitalista, pero las necesidades sociales son eso y más. En realidad, como afirma Mendoza, el término necesidades sociales resulta un término demasiado relativo, pues depende de los diferentes sujetos sociales.
En otras palabras, las necesidades sociales que debe atender la universidad son “...un conjunto heterogéneo de demandas, que dado el carácter contradictorio del desarrollo social y la diversidad de sujetos que en él compiten, asumen también un carácter contradictorio” (Ibídem, p. 307)
Las necesidades sociales serán diferentes si preguntamos a los estudiantes, a los empresarios, al Estado, o a cualquiera de las diversas instituciones de la sociedad civil : partidos políticos, asociaciones sindicales, colegios y asociaciones de profesionistas, asociaciones campesinas, frentes populares, etc. Sin contar con las presiones internacionales que tendrán también un concepto muy diferente de cuáles son las necesidades de la sociedad.
Todas estas necesidades se traducen en una serie de demandas para la universidad, demandas del mercado, las más de las veces contradictorias.¿ Cuál debe ser la respuesta de una universidad de calidad ante tal diversidad ?
El carácter contradictorio de la universidad nos revela que ésta es hasta cierto punto independiente de las determinaciones sociales, de ahí que posea autonomía, pero no se trata de una autonomía absoluta, sino de una autonomía relativa, ello significa que ni es un simple apéndice de las fuerzas económicas y políticas ni está por encima de la sociedad.
Ello significa que la universidad no debe ni someterse a la libre demanda del mercado ( que finalmente se traduciría en un sometimiento a las necesidades de mano de obra del sistema productivo, puesto que son los grupos hegemónicos de la sociedad quienes establecen las prioridades en ese mercado) ni definir sus propios procesos y productos sin tomar en cuenta a la sociedad.
La autonomía relativa debe permitir a la universidad definir sus propios proyectos académicos a partir de la lectura que hace de las “necesidades sociales”. Esta lectura como tal, es una mediación entre lo externo (el mercado) y lo interno (por ejemplo los programas de docencia), bajo el supuesto de que la autonomía relativa de la institución le permite realizar distintas traducciones de las demandas y exigencias sociales de su entorno, a su propio lenguaje” (Ibídem : 305)
En otras palabras, la universidad debe trazar su propio desarrollo institucional (que incluye el desarrollo del conocimiento, avances en los procesos de enseñanza - aprendizaje, formas de creación y difusión de cultura, etc.) con base en un proyecto de sociedad establecido al interior de la misma y que está fundamentado en una interpretación previa de las necesidades de la sociedad. Proyecto que puede ser incluso contrario al propio proyecto hegemónico del Estado y de los grupos dominantes de la sociedad.
“Bajo este criterio, una universidad podrá considerarse más eficaz que otra, si no se reduce a formar profesionales que son demandados actualmente en el mercado de trabajo (criterio predominante usado para evaluar la eficacia), sino que explora caminos en la formación profesional a partir de intereses académicos y de los resultados del propio proceso autónomo de la generación y transmisión de conocimientos, que apunta más al futuro que al presente, rescatando así su papel de creación e innovación social”. (Ibídem, p. 306)
Así, la universidad forma profesionales para la reproducción social (fuerza de trabajo calificada que colabora en la reproducción de las fuerzas productivas ) pero también forma sujetos que realizan prácticas sociales alternativas al modelo de desarrollo dominante : sujetos transformadores. Esta posibilidad de formación profesional heterogénea hace posible que la universidad, dentro de su autonomía relativa, rompa con su papel reproductor y diseñe nuevos perfiles de profesionales que establezcan prácticas innovadoras y prospectivas, que partan de una práctica profesional demandada en el mercado, pero que vayan más allá en la búsqueda de una nueva vinculación de la universidad con la sociedad asumiendo un papel realmente transformador de la misma en beneficio de la mayoría de la población.
A manera de salida...
La universidad debe re-conocer su carácter de creación e innovación social, re-valorando la autonomía relativa de la que goza. No decimos que esto sea tarea simple, lo que sí decimos es que es tarea de todos, especialmente de los que estamos involucrados en el ámbito universitario.
Yo me considero dentro del grupo que no está de acuerdo con el sistema actual, porque éste es eminentemente desigual, y uno los caminos que encuentro para cambiar este estado de cosas por otro más justo e igualitario es el quehacer universitario.
Con todo lo romántico y utópico que pueda resultarle a otros, me parece que debíamos re-considerar el paradigma gramsciano para oponerlo al marxista en el sentido de buscar el cambio social no a través de la espera -aparentemente interminable- de la transformación de la estructura social (formas y relaciones sociales de producción), sino mediante un cambio en los instrumentos sutiles que se hayan en la superestructura (la ideología y la filosofía, y por tanto, la educación).
Cabe mencionar que concebimos a la educación como el mecanismo a través del cual la sociedad transmite a sus miembros la cultura que le caracteriza, para asegurar su continuidad y adaptarlos al entorno social. Esta transmisión debe permitir el desarrollo de la capacidad creativa y reflexiva del hombre para darle la oportunidad de contribuir a la evolución de su cultura y su sociedad . . |