Ciencia y Epistemología: Mecanismos de funcionamiento
Por: Claudia Tamariz y Ana Cecilia Espinosa Martínez
Quién explicará la explicación?
Lord Byron
En este ensayo invitamos al lector a acompañarnos en el análisis del paradigma de la ciencia moderna desde su estructura interna de funcionamiento; es decir, el paradigma epistémico que la rige, como “... la constitución de teorías y la producción de los discursos de los miembros de una comunidad científica determinada” (Martínez, 1998:66) y la racionalidad de los métodos de la ciencia, establecidos por aquél.
Pero antes de entrar en materia creemos importante profundizar un poco en la caracterización del conocimiento científico, esto implica definir a la ciencia y analizar las diferentes teorías en torno a cuáles son sus mecanismos de progreso, lo que se ha dado en llamar su lógica de descubrimiento, así como justificarla como un modo de conocer que busca dar significados a la realidad natural y social del hombre. invitar
Así en este ensayo le invitamos a un breve recorrido sobre lo que significa la ciencia, sus esquemas de análisis y la primera de las teorías de la racionalidad científica: el inductivismo. Otras teorías de la racionaldia científica ( una historia interna del quehacer científico ) como el falsacionismo, la metodología de los programas de descubrimiento, el anarquismo y el constructivismo, serán objeto de posteriores reflexiones.
Una aclaración sobre nuestro esquema de análisis de la ciencia. Internalismo y externalismo.
Consideramos importante mencionar que aunque para hacer el análisis de la ciencia moderna (nuestro objeto de conocimiento último), procedamos descomponiéndola en los factores responsables de su caracterización (su tendencia atomista y disciplinaria), las autoras estamos a favor de una visión integradora (holista) de la misma. Así, No desechamos las herramientas del conocimiento racional para llegar a un conocimiento holista de nuestro objeto de estudio ni negamos la enorme utilidad de tal herramienta y la validez de su empleo, siempre y cuando al descomponer el todo lo volvamos a integrar.
Vale la pena también aclarar nuestra posición metodológica para estudiar a fondo esa actividad humana llamada ciencia.
Desde el punto de vista de la Filosofía de la ciencia diversos pensadores se han dedicado a estudiar la forma en la que ésta procede, esto es, han buscado esclarecer cuál es la metodología que guía al quehacer científico, metodología entendida, no como un conjunto de reglas rígidas para resolver problemas, sino como explicación racional de la forma en que avanza la ciencia, lo que muchos llaman lógica del descubrimiento , y que permite entender la generación del conocimiento científico, sus mecanismos de progreso, los criterios que gobiernan la aceptación y rechazo de los científicos a una investigación o descubrimiento y las reglas que les permiten desechar teorías y adoptar otras nuevas. Esto es, la metodología entendida como teoría sobre la racionalidad científica .
Al respecto, existen diferentes teorías sobre la racionalidad científica que proporcionan al historiador de la ciencia metodologías normativas para reconstruir una historia racional, es decir, constituyen una directriz normativa para establecer una historia interna del quehacer científico. Pero toda historia interna es complementada por una historia externa , esto es, por la relación de la actividad científica con factores sociales, políticos, económicos, ideológicos y hasta psicológicos. . Y dependiendo de la teoría de la racionalidad de que se trate se dará mayor o menor peso a esta historia externa como determinante en el quehacer científico. De ahí que se hayan clasificado estas teorías de la racionalidad científica como internalistas o externalistas.
En esencia la diferencia entre ambas posturas se presenta concretizada en la pregunta que se hace César Muredu en su conferencia sobre la relación entre Historia de las Ciencias, Epistemología y Filosofía de la Ciencia (Muredu, 1982): ¿en qué medida el pensamiento científico en el devenir histórico es un pensamiento individual y personificado o está sometido a condicionamientos históricos?
Las dos posturas extremas que responden a esta pregunta están representadas, según Muredu, por dos pensadores: John D. Bernal, como un historiador eminentemente externalista, y Thomas S. Kuhn como encarnación de la postura internalista .
Así, John Bernal puso en relación las características concretas de una determinada época histórica con el tipo de avance científico de la misma época, con lo cual, según Muredu, corrió el riesgo de un reduccionismo simplista de corte sociológico al establecer un mecanismo de relaciones necesarias entre el quehacer científico y un tipo concreto de sociedad.
Por su parte, Thomas Kuhn, con su concepto de paradigma científico, explica la evolución de la ciencia desde un punto de vista endógeno, no relacionando el sistema científico con algún otro sistema social, sino considerándolo autónomo.
Desde un punto de vista estructuralista estas posturas extremas resultan parciales, pues el reduccionismo sociológico proporciona una perspectiva diacrónica, de devenir, dada por elementos externos al quehacer científico, que para Muredu constituye el contexto de descubrimiento , esto es, el proceso de generación y avance de la ciencia, el que la capta como un proceso y no como un estado. Mientras que el paradigma Kuhniano sólo capta los diferentes estados de desarrollo que ha tenido la ciencia bajo una serie de cortes sincrónicos, lo que constituye el contexto de justificación y validación de la ciencia, es decir, el contexto que supone a la ciencia en un determinado estadio de desarrollo, con determinados logros ya conquistados, a decir de Muredu.
Pero existe una tercera postura, a la que nosotras nos adherimos, y que toma en cuenta tanto el enfoque diacrónico como sincrónico, el contexto de descubrimiento y el de justificación de la ciencia, y es la postura de Jean Piaget y Rolando García en su libro Psicogénesis e Historia de las Ciencias (1982).
Para integrar ambas perspectivas estos autores introducen el concepto de Marco Epistémico, que está determinado por un aspecto externo, referente a los temas que la ciencia elige para investigar, y que estos autores llaman Paradigma Social, y un aspecto interno que se refiere al aparato conceptual y al conjunto de teorías que maneja la comunidad científica al hacer ciencia, también llamado Paradigma por Thomas S. Kuhn, pero que nosotras denominaremos, junto con García y Piaget, Paradigma Epistémico para distinguirlo del social.
Ambos paradigmas orientan el desarrollo de la ciencia por ciertos caminos y bajo ciertas concepciones que permiten un tratamiento especial de los problemas científicos, la formulación de ciertas preguntas y no otras y, por tanto, el descubrimiento de respuestas concretas que cambiarían si las preguntas variaran.
Creemos importante aclarar nuestra postura en este sentido porque los factores que a en posteriores ocasiones analizaremos como responsables de la atomización del conocimiento científico forman parte de la marco epistémico a la que hacen referencia Piaget y García.
De hecho, estos factores se pueden dividir en dos elementos que conforman la estructura de la actividad científica:
Un elemento interno al quehacer científico, compuesto por:
Una parte teórica: los conceptos, teorías y leyes que conforman el cuerpo de una ciencia; y
Una parte práctica: los métodos, instrumentos y herramientas que permiten la investigación y el avance del conocimiento y que son seleccionados en función de una red de creencias teóricas y metodológicas que se desprenden del cuerpo teórico de la ciencia.
Estos elementos conforman una estructura teórico-práctica que permite el funcionamiento de la maquinaria científica y sus avances y ambos constituyen lo que García y Piaget llaman paradigma epistémico.
Un elemento externo, al que componen dos elementos, uno más profundo que el otro:
Los temas que la ciencia elige para investigar (el paradigma social de los autores citados); y
Su carácter ideológico, pues como forma de conocimiento que brinda al hombre una significación sobre su mundo el cuerpo teórico de la ciencia se convierte en una cosmovisión de la realidad que posee un determinado grupo social en un momento histórico concreto, y que lo consideramos como parte del paradigma social de la ciencia porque influye poderosamente en el complejo social, a la vez que es influido por éste.
Las características concretas de ambos elementos, el interno y el externo, en lo que llamamos ciencia moderna la convierte en un saber disciplinario –que no está por demás decirlo, se refleja en la educación moderna.
Definición de ciencia
En esta parte vamos a analizar qué es la ciencia, entendida como un cuerpo de conocimientos teóricos que forman parte de la cultura y que, como tales, tienen como fin auxiliar al hombre en la transformación de su hábitat y en la creación de un medio ambiente social que favorezca el desarrollo de los individuos que lo integran. En este sentido, vamos a enfocar a la ciencia como la forma de conocimiento privilegiada por la cultura occidental por brindar una comprensión profunda del comportamiento del mundo y posibilitar su transformación, en principio racional y a posteriori material, gracias a la tecnología que de ella se deriva.
Siguiendo a autores como John D. Bernal, la ciencia como actividad existe desde los tiempos primitivos aunque confundida con otras prácticas sociales y no adquirirá independencia como actividad sino hasta después del Renacimiento.
Por ello, definir a la ciencia es tarea difícil pues a lo largo de su desarrollo histórico ha sufrido cambios, debidos principalmente a su vinculación estrecha con otras actividades sociales como la técnica, la magia o la filosofía. Durante muchos siglos las ocupaciones científicas fueron labor del hechicero, del herrero o del alfarero y no es sino hasta el siglo XVII que la ciencia adquiere independencia como una profesión con derecho propio.
Esta circunstancia ha hecho que numerosos estudiosos de la ciencia consideren que ésta nace a partir del siglo XVII y que la definan con las características que adoptó en este último periodo, ignorando los rasgos que la distinguieron antes del mismo. De ahí que la mayor parte de las definiciones de ciencia manejen una serie de características propias de la llamada “Ciencia Moderna”.
Un ejemplo de este tipo de definición lo encontramos en la obra de Mario Bunge,
La Ciencia, su Método y su Filosofía .
“...ese creciente cuerpo de ideas llamado “ciencia”, (...) puede caracterizarse como conocimiento racional, sistemático, exacto, verificable y por consiguiente falible” (Bunge, 1979: 9).
O en la definición de V. Kelle y M. Kovalson:
“La ciencia es una forma sistematizada del conocimiento de la realidad, surgida y desarrollada con base en la práctica histórico-social, que refleja las leyes y las propiedades esenciales del mundo objetivo en forma de ideas, categorías, leyes científicas abstracto-lógicas que se le adecúan (sic)” (Kelle y Kovalson, 1963: 5).
O incluso en la de Sonia y Maurice Dayan:
“Conjunto de conocimientos “puros” y “aplicados” producidos colectivamente mediante métodos comprobados, objetivos, rigurosos y universales, opuestos a los de la filosofía, el arte y la política” (Levy Leblond, 1980: 39).
Por su parte, Elí de Gortari afirma:
“La ciencia es la explicación objetiva y racional del universo” (Gortari, 1978: 11).
Todas estas definiciones se refieren a un conjunto de conocimientos no aislados sino interconectados en un sistema de conceptos relacionados con base en leyes y principios generales, que no era un rasgo del conocimiento, por ejemplo, matemático de pueblos como el egipcio o el babilonio.
Describe un tipo de conocimiento que se pretende exacto y objetivo en tanto busca ser el reflejo del mundo real, sin intervención de las pasiones, las sensaciones, el pensamiento o la imaginación del sujeto que lo conoce y sustenta esta “objetividad” en un principio de verificabilidad en la experiencia. Características ambas, la objetividad y la verificabilidad, que no poseía la ciencia griega basada en gran parte en la deducción, o la Helenística que no contaba con los instrumentos para comprobar empíricamente sus resultados.
Para autores como estos (Bunge, Kelle y Kovalson, Dayan y Gortari) los conocimientos racionales sobre el comportamiento del mundo natural y social que tenían los hombres antes de la llamada Revolución Científica de los siglos XV al XVII podían ser parte de un conocimiento religioso, filosófico o pre-científico, pero no poseen las características necesarias para ser considerados científicos.
Así, M.B. Kedrov y A. Spirkin (1967) consideran que una serie de conocimientos se transforman en científicos cuando las descripciones y explicaciones de determinados hechos pueden ser incluidos en un sistema de conceptos y formar parte de una teoría. Desde este punto de vista los conocimientos racionales sobre cuestiones matemáticas realizados por la civilización egipcia no pueden considerarse ciencia hasta que se conforma con ellos un sistema conectado sobre la base de leyes y principios generales lo que, según los autores, sucede con Euclides. Antes sólo se trata de un conocimiento pre-científico.
Para las autoras, definiciones como ésta excluyen un “modo de conocer”, que si bien no era dominante en los sistemas sociales antes de la Revolución Científica, era ya un conocimiento científico, aún careciendo de rasgos como la sistematicidad o la verificabilidad empírica.
Por supuesto que esto implica que la ciencia fue modificando sus características a lo largo de la historia y, ciertamente, este carácter extremadamente cambiante dificulta la tarea de definirla, pero tampoco queremos caer en el extremo contrario y como John D. Bernal negarnos a hacerlo pues, como él mismo afirma: “La ciencia es tan antigua, ha sufrido tantos cambios en su desarrollo histórico y se encuentra tan conectada en todo momento a las otras actividades sociales, que cualquier intento de definición (...) únicamente puede llegar a expresar con mayor o menor acierto uno de los aspectos – y, frecuentemente, un aspecto secundario- de los que ha tenido en algún periodo de su desarrollo” (Bernal, 1986: 39).
A nuestro parecer los diferentes aspectos que ha tenido la ciencia desde la aparición del hombre hasta nuestros días, sea diluida en otras actividades sociales o desarrollada como profesión independiente, se comprenden en su totalidad si enfocamos a la ciencia como una actividad que permite al hombre darle un significado a su mundo a través de la comprensión profunda del mismo, con una finalidad adaptativa.
En otras palabras , la ciencia constituye una forma de conocimiento profundo del comportamiento del entorno natural y social del ser humano, gracias al cual éste puede convivir y adaptarse a aquél e incluso transformarlo.
Recordemos que el conocimiento es un producto objetivo-subjetivo pues parte de la experiencia, retomando las características sensibles del objeto, pero es insertado en el contexto mental del sujeto (estructura mental, realidad mental fundante o categorías mentales) para conferirle un significado que le permitirá al individuo hacerlo suyo, comprenderlo.
Y en esta acción subjetiva de contextualizar y dar significado al objeto, el sujeto lo transforma intelectualmente para manejarlo y encontrarle un sentido, lo que le facilita adaptarse a las diferentes situaciones que le presenta su entorno natural y social.
Este hacer suyo el mundo, este transformarlo simbólicamente es el principio de su transformación material.
A lo largo de su historia, el hombre ha buscado formas confiables de conocimiento de su mundo, modos socialmente aceptados y normalizados de asignar significados a la realidad: “modos de conocer”, y la ciencia ha sido su último logro, altamente exitoso gracias, entre otras cosas, a que le ha permitido mejorar su relación con el medio circundante e incluso transformarlo y es que no se trata de cualquier tipo de conocimiento aprendido del medio sino que la ciencia va más allá, constituye una ampliación y profundización consciente y social de los procesos inconscientes del aprendizaje del hombre.
Esto es, ella profundiza y racionaliza lo aprendido en la interrelación cotidiana hombre-naturaleza, hombre-sociedad, esta interrelación muchas veces toma la forma de una práctica social de transformación del mundo y la ciencia posibilita la perfección de dicha transformación con sus aportaciones al conocimiento del medio social y natural.
Empleando un ejemplo concreto descrito por John Bernal: la fabricación de un arma como el arco representó un proceso de aprendizaje meramente empírico, por ensayo y error, en el empleo de materiales que resultaran resistentes y flexibles a la vez, en el conocimiento de las ventajas en fuerza y velocidad que implicaba lanzar un objeto punzante con otro instrumento y ya no con la mano, como era el caso de la lanza. Pero todo este aprendizaje, logrado a resultas de la necesidad de interactuar con la naturaleza y de la práctica social, era inconsciente del por qué se conseguía la flexibilidad del arco, el lanzamiento de la flecha y la fuerza y velocidad de la misma, en una palabra no conllevaba el conocimiento consciente y racional de los principios que rigen el comportamiento físico de la naturaleza, aunque los presuponía.
La comprensión de estos principios, la búsqueda de este conocimiento es la tarea de la ciencia, y sus resultados permiten una adaptación mayor del hombre a su mundo y le abren la posibilidad de ejercer cierto control sobre el mismo a través de su transformación.
En efecto, la ciencia como forma de conocimiento profundo de la naturaleza y del entorno social permite una transformación del mismo en el ámbito simbólico, pero también es el principio teórico de una transformación material, lo que otorga al hombre un relativo dominio sobre su medio. Gracias a su afán de racionalizar, profundizar y ampliar el aprendizaje humano la ciencia tiene la posibilidad de aplicar sus resultados a la realidad material porque de ella parte y, aún más, con la ciencia el hombre no se limita a aprender de la experiencia sino que hace experiencias para aprender y esto es más evidente con el surgimiento del método experimental en la ciencia. Estas son las características que le proporcionan su enorme poder de transformación del mundo.
Dentro de este contexto es que ubicamos a la ciencia como elemento cultural que contribuye a la adaptación del hombre a su entorno y a la transformación del mismo, participando así en la construcción del medio social donde el ser humano evoluciona.
Considerada así la ciencia incluye todas las formas en que la actividad científica se ha manifestado en la historia humana: ya sea en forma latente, en germen, dentro del conocimiento meramente empírico del mundo que tenía el hombre en sus inicios mezclado con el mito y la técnica, sea como un conocimiento consciente, reservado y desarrollado por la casta sacerdotal para controlar la producción y ejercer el dominio político de las sociedades agrícolas o surgiendo como un conocimiento racional y abstracto, sustentado en la deducción y vinculado a la filosofía en la Antigua Grecia, o incluso como lo conocemos ahora, como un conocimiento racional y sistemático basado en la observación y experimentación que pretende erigir leyes sobre el comportamiento del mundo.
En cualquier caso, como haya sido concebida y manipulada socialmente, la ciencia constituye un conocimiento profundo acerca del mundo con el cual se pretende comprenderlo.
Y en el término comprensión queremos significar, como lo afirma Ruy Pérez Tamayo, penetración, entendimiento y explicación del mundo (Pérez, 1989).
La estructura interna de la ciencia.
Como comentamos líneas arriba, la ciencia posee una estructura interna teórico-práctica que permite su funcionamiento. Esta estructura está compuesta de lo que Piaget y García llaman paradigma epistémico y que definen como:
“El aparato conceptual y el conjunto de las teorías que constituyen la ciencia aceptada en un momento histórico dado...”(Piaget y García, op. cit. :12).
Y que Muredu designa como “...el complejo teórico relacional que llega a implantarse en un momento dado del desarrollo de una ciencia y que guía la forma que toma el quehacer científico al interior de la misma en esa época” (Muredu, op. cit.:10).
El paradigma epistémico posee ante todo un componente teórico que es el que guía el quehacer científico, pero dentro del mismo paradigma se encuentran especificados los instrumentos, métodos y procedimientos para cuestionar a la naturaleza, esto es, el componente práctico que depende fuertemente del complejo teórico, es decir que las herramientas metodológicas de la ciencia están determinadas por el aparato conceptual y las teorías que componen el paradigma epistémico.
Y es que éste, a decir de Kuhn, funciona como un modelo conceptual establecido y aceptado por la comunidad científica con base en el cual ésta hace ciencia normal .
En otras palabras, la labor científica está basada en un modelo aceptado por la comunidad y a la luz del cual ésta entenderá la realidad y continuará tratando de entenderla.
Así, con base en este paradigma los científicos cuestionan a la naturaleza de cierta manera y buscan las respuestas de una forma concreta, utilizan unos instrumentos y no otros, experimentan de cierta forma y no de otra y de esa manera encuentran determinadas respuestas, fenómenos previstos por el paradigma para que encajen dentro de él y lo fortalezcan, Se trata, según Kuhn, de:
“Un intento de obligar a la naturaleza a que encaje dentro de los límites preestablecidos y relativamente inflexibles que proporciona el paradigma” (Kuhn, 1995:52).
Basándose en este esquema conceptual y en las teorías aceptadas, todas aquellas investigaciones o afirmaciones que no encuadren en ellos no tienen validez, no tienen el carácter de científicos.
Pero para entender más profundamente los elementos que conforman la estructura interna de la ciencia y cómo estos han contribuido a fragmentarla es necesario analizar con mayor detalle cómo trabaja la ciencia moderna y, para ello, vamos a incursionar un poco en las diferentes teorías que explican sus mecanismos de funcionamiento y progreso, sus métodos de trabajo y las reglas que determinan qué es ciencia y qué no lo es, nos referimos a las grandes metodologías científicas, no entendidas como reglas mecánicas para resolver problemas científicos, sino como:
“…un conjunto de reglas, rigurosamente interrelacionadas, mucho menos mecánicas, que permiten la evaluación de teorías ya elaboradas” (Serrano, 1980:118).
Teorías que explican la racionalidad de la ciencia. Para Imre Lakatos este tipo de reglas tiene dos funciones:
Son un código de honestidad científica por el que un científico que sostiene “x” o “y” metodología entiende que su violación es intelectualmente intolerable. Este código determina:
Los criterios para determinar qué es ciencia y qué no lo es.
Los métodos que van a ser considerados científicos, al interior de dicha metodología
Se trata de núcleos de programas de investigación historiográfica. Es decir, son teorías que rigen la interpretación histórica del desarrollo científico que, como ya explicamos, determinan hasta qué grado el avance de la ciencia depende de factores internos o externos a ella.
Al respecto, las diferentes posturas teorizan acerca de cómo avanza el conocimiento científico, definen una postura en torno a la idea de progreso en la ciencia y se pronuncian a favor o en contra de su carácter acumulativo.
Los mecanismos de funcionamiento interno de la ciencia: Teorías de la
racionalidad científica
El Inductivismo
Aristóteles fue el primer filósofo de la ciencia que afirmó que la investigación científica se realiza a través de dos operaciones: la inducción y la deducción.
Así, la ciencia se inicia con la observación de una serie de hechos sobre un aspecto de la naturaleza, que sirve para percibir los principios que los explican. Cuando se comprenden las propiedades de los hechos observados se pueden hacer generalizaciones (por inducción) que servirán para explicar hechos posteriores (por deducción).
Pero Aristóteles se inclinaba a despreciar los datos de la naturaleza y sólo recurrir a ellos en casos extremos, prefiriendo erigir sus teorías científicas sobre la base de la pura razón a través de la herramienta lógica de la deducción.
Aunque Francis Bacon, con su Novum Organum , escrito como una crítica al Organum aristotélico, resaltó el papel de la experiencia y, por tanto, de la inducción en la construcción del conocimiento científico, relegando todo conocimiento que no se fundamentara en ella, a fin de cuentas también impulsó el método inductivo-deductivo de Aristóteles como un proceso sucesivo de ir de lo particular a lo general y de esto a lo particular nuevamente, a través de las predicciones científicas.
Filósofos como Francis Bacon y René Descartes y científicos como Galileo, Kepler y Newton son los cimientos en que se erige la metodología Inductivista.
Ésta, a decir de Alan Chalmers, es la que ha forjado una imagen popular de la ciencia como un saber probado, derivado de hechos de la experiencia que se adquieren mediante observación y experimentación y eminentemente objetivo, donde las opiniones personales no tienen cabida.
Esta opinión se popularizó durante y a partir de la Revolución científica del siglo XVII, gracias a los éxitos de los experimentadores de este periodo, y creció merced a los grandes logros de la ciencia experimental.
De esta imagen de la ciencia se derivó un intento de formalización de la misma a través del llamado Inductivismo Ingenuo , cuyas tesis son las siguientes:
La ciencia empieza con la observación y, para ello, el observador debe tener sus órganos sensoriales normales y su mente libre de prejuicios para registrar en forma fidedigna lo que percibe.
Entonces emite enunciados sustentados en la experiencia y susceptibles de ser verificados : “Se pueden establecer o justificar directamente como verdaderos los enunciados hechos acerca del estado del mundo o de una parte de él por un observador libre de prejuicios mediante la utilización de sus sentidos” (Chalmers, 1998: 13).
A estos enunciados Chalmers los llama enunciados observacionales y son la base de la que se derivan las leyes y teorías que constituyen el conocimiento científico.
A partir de la evidencia proporcionada por un gran número de enunciados observacionales es posible derivar enunciados universales , que son los que constituyen la ciencia.
A diferencia de los enunciados observacionales o singulares, los enunciados universales son generales, se refieren a todos los acontecimientos de un determinado tipo en todos los lugares y todos los tiempos. Las leyes y teorías científicas son enunciados universales.
La derivación de enunciados observacionales a enunciados universales se da por vía inductiva .
“El tipo de razonamiento (...) que nos lleva de una lista finita de enunciados singulares a la justificación de un enunciado universal, que nos lleva de la parte al todo, se denomina razonamiento inductivo y el proceso se denomina inducción” (Chalmers, op. cit. :16).
El principio de inducción se expresa así: “Si en una amplia variedad de condiciones se observa una gran cantidad de A y si todos los A observados poseen sin excepción la propiedad B, entonces todos los A tienen la propiedad B” (Ibidem.:16).
Pero para que la inducción sea válida son necesarias tres condiciones:
Que el número de enunciados observacionales que constituyan la base de la generalización sea grande.
Que las observaciones se repitan en una amplia variedad de condiciones.
Que ningún enunciado observacional aceptado entre en contradicción con la ley universal derivada.
Imre Lakatos resume el Inductivismo de la siguiente manera: “Según el inductivismo sólo pueden admitirse en el cuerpo de la ciencia aquellos enunciados que o bien describen hechos puros o bien son infalibles generalizaciones inductivas a partir de ellos” (Lakatos, 1975:457).
La inducción a partir de enunciados observacionales para erigir otros de carácter universal, que constituyen las leyes y teorías científicas, es sólo la primera parte del quehacer científico, la otra parte radica en su capacidad para explicar y predecir, que logra a través del razonamiento deductivo.
La deducción procede a través de premisas para llegar a una conclusión (silogismo). Este esquema se traduce en la ciencia de la siguiente manera: la primera premisa será la ley extraída por inducción –y que por tanto, se asienta en la experiencia- la segunda serán condiciones particulares de la realidad que se requieren para que se produzca el fenómeno descrito por la ley y que se denominan condiciones iniciales, y la conclusión la constituye la explicación científica y la predicción de lo que ocurrirá en esa realidad.
En esencia, “Se puede resumir de la siguiente manera la forma general de todas las explicaciones y predicciones científicas:
- Leyes y teorías
- Condiciones iniciales
_________________________
- Predicciones y explicaciones (Chalmers, op.cit.:22).
Partiendo de que, para esta metodología el conocimiento científico se construye mediante la inducción a partir de la base segura que proporciona la observación, el inductivista concibe el conocimiento de la ciencia como continuo y progresivo a medida que aumenta el fondo de datos observacionales, por tanto se trata de un conocimiento acumulativo .
El criterio para armar una historia de la ciencia, de acuerdo a esta metodología, es admitir como descubrimientos científicos sólo aquellos que han sido probados en la experiencia o derivados por inducción de enunciados observacionales. En este sentido, para autores como Lakatos esta historiografía resulta escéptica, preocupada sólo por desechar enunciados por no demostrados y no por mostrar que son falsos. La tarea del historiador consiste, pues, en desenmascarar estas “irracionalidades científicas”.
Para este historiador el progreso científico se da en el momento en que se desenmascaran teorías que resultan irracionales por no ser demostrables, y no por no ser científicas.
Para Chalmers el atractivo del Inductivismo ingenuo reside en que proporciona una explicación formalizada de algunas de las impresiones más populares sobre la ciencia:
Su poder explicativo y predictivo a través de la deducción.
Su objetividad, pues tanto la observación como el razonamiento inductivo proceden del objeto y no de elementos subjetivos.
Su fiabilidad debida a que es un conocimiento verificable: cualquier sujeto, haciendo uso de sus sentidos, puede constatar los enunciados observacionales en que se basa la ciencia.
Esta postura es producto de una visión en extremo optimista en torno a las posibilidades de conocimiento de la realidad que brinda la ciencia moderna.
El inductivismo, especialmente en su versión radical, ha sido duramente criticado por diversos autores, desde el escéptico David Hume en el siglo XVIII. Existen críticas que ponen en entredicho la validez y justificación del principio de inducción, y otras que cuestionan a la observación como punto de partida de la ciencia. Veamos someramente algunos de estos argumentos en contra de la postura inductivista ingenua, que la han obligado a adoptar una alternativa moderada, aunque no libre de crítica.
El análisis de estas críticas nos permitirá comprender, no sólo las posturas inductivistas modernas, sino también los argumentos en los que se sustentan las metodologías alternativas al modelo inductivista.
Las críticas que ponen en duda la validez lógica del razonamiento inductivo cuestionan cómo se justifica que este proceso de pensamiento arribe a un conocimiento fiable e incluso verdadero, partiendo de enunciados observacionales.
A diferencia del razonamiento deductivo, que puede llegar a una conclusión verdadera siempre y cuando parta de premisas verdaderas, en la inducción no se sigue que de premisas verdaderas se extraiga una conclusión verdadera, pues no hay garantía lógica de que una nueva observación no contradiga mi conclusión.
Así, siguiendo un ejemplo puesto por Chalmers: si en una gran cantidad de circunstancias he observado que los cuervos son negros, concluyo que “todos los cuervos son negros”, pero ello no me garantiza que el siguiente cuervo que observe no sea rosa.
Esta crítica fue expuesta por Hume cuando afirmó que si la naturaleza no tuviera un comportamiento regular, esto es, si cambiara, entonces no se justificaría emplear la inducción, y nada nos garantiza que la naturaleza se haya comportado y se comporte siempre igual.
“...los hombres de ciencia se mueven en la finitud (pero) (...)Su deseo es producir teorías válidas para una infinidad de fenómenos. Pero en la práctica, jamás están seguros de haber localizado todos los hechos útiles; y, precisamente por eso, las teorías mejor confirmadas siguen siendo precarias, frágiles” (Thuillier,1990:9).
Para salvar esta crítica, el inductivismo justifica su validez sustentándose en la experiencia: se ha observado que el principio de inducción funciona en un gran número de ocasiones, por tanto es un razonamiento que funciona.
Pero, como dice el mismo Hume, se está recurriendo a justificar la inducción mediante la inducción, es un argumento circular:
El principio de inducción funcionó con éxito en la ocasión x1
El principio de inducción funcionó con éxito en la ocasión x2, x3 ...
El principio de inducción funciona siempre
Estas críticas a la metodología inductivista pretenden ser salvadas en un inductivismo moderado mediante el recurso de la probabilidad: no podemos estar ciento por ciento seguros de que porque el sol sale cada día saldrá todos los días, pero las probabilidades son muchas.
“El conocimiento científico no es conocimiento probado, pero representa un conocimiento que es probablemente verdadero” (Chalmers, op.cit. :32).
Así, mientras mayor sea el número de observaciones y la variedad de circunstancias en las que éstas se hayan hecho, es más probable que las generalizaciones resulten verdaderas.
La versión probabilística se enunciaría así:
“Si en una amplia variedad de condiciones se ha observado un gran número de A y si todos estos A observados poseen sin excepción la propiedad B , entonces probablemente todos los A poseen la propiedad B ” (Ibidem. :32).
Hay autores, como Chalmers, que aún con el recurso de la probabilidad ponen en entredicho el razonamiento inductivo puesto que argumentan que si se erige un enunciado universal que se refiere a un número infinito de posibles situaciones, sobre un número finito de enunciados observacionales (un número finito dividido por un número infinito) el resultado será una probabilidad de cero.
Otros autores, como Jorge Serrano, interpretan esta salida hacia la probabilidad en el sentido de creencia racional: decir que un enunciado es probable es decir que existen elementos de juicio que lo apoyan, elementos de juicio inductivo (Serrano, op.cit.).
La tercera crítica ataca directamente el fundamento de la postura inductivista: el hecho de que la ciencia parte de la observación.
Esta afirmación da por supuesto, en primer lugar, que el observador humano tiene acceso al mundo que le rodea y sus propiedades tal como éstas son y, en segundo lugar, supone que dos individuos que observen el mismo objeto desde el mismo lugar observarán lo mismo.
De acuerdo a nuestra descripción de lo que es el conocimiento humano y el papel que en él juega el sujeto y sus estructuras mentales cargadas de historia personal, educación, medio ambiente cultural, por no mencionar sus limitaciones orgánicas, es claro que difícilmente un individuo puede hacer una observación “objetiva” de la realidad y lograr que su percepción de la misma (que va más allá de las sensaciones) coincida con la de otro sujeto observador.
Como afirma Martínez Miguélez: La mente humana siempre actúa dentro de un marco teórico interpretativo...” (Martínez, 1998:46), y esto, aplicado a la investigación científica, se traduce en la tesis de que no existen hechos objetivos no interpretados, esto es, que toda observación, por científica que sea, está cargada de teoría.
Chalmers dirá: “...se puede advertir que, en contra de la pretensión del inductivista, una teoría de algún tipo debe preceder a todos los enunciados observacionales y que los enunciados observacionales son tan falibles como las teorías que presuponen” (Chalmers, op. cit. :47).
Los enunciados observacionales deben hacerse en el lenguaje de alguna teoría y serán tan precisos como lo sea el marco conceptual o teórico que utilicen. Este hecho contradice la tesis inductivista de que la ciencia se inicia con la observación.
s necesario decir que las posturas inductivistas modernas ya no sostienen tal argumento, aceptando que no existe la observación pura y sin prejuicios. Para ello distinguen entre la forma en que se conciben por primera vez las teorías, -para lo cual admiten que puede haber varios caminos que incluyen desde la inspiración y la casualidad hasta una larga trayectoria de observaciones y cálculos- y la forma en que éstas se justifican, es decir, el momento en que es necesario adecuarlas a la realidad, verificarlas mediante la observación y la inferencia inductiva, para ver en qué medida son verdaderas.
Y en este sentido los inductivistas continúan considerando a la experiencia como fuente de verdad, como una realidad independiente del sujeto y susceptible de ser conocida tal como es, y el conocimiento científico sigue siendo, para esta metodología, un conocimiento objetivo.
Frente a la polémica levantada por la postura inductivista como teoría de la racionalidad científica sustentada en la observación y la inferencia inductiva, surgieron nuevas teorías, la primera de ellas el Falsacionismo de Karl Popper. Pero éstas serán objeto de posteriores artículos.
Bibliografía :
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Martínez, Miguélez, Miguel (1997) El Paradigma Emergente. Hacia una nueva teoría de la racionalidad científica. Edit. Trillas. 2ª edición. México. 263 pp.
Martínez, Miguélez, Miguel (1998) La Investigación Cualitativa Etnográfica en Educación. Manual teórico-práctico Edit. Trillas. 3ª edición. México. 175 pp.
Martínez, Miguélez, Miguel (1999) La Nueva Ciencia . Su desafío, lógica y método. Edit. Trillas. México. 271 pp.
Muredu, César (Diciembre 1996) “ Integración del conocimiento : ¿problema de la humanidad ?” en Revista Reencuentro #16 . UAM Xochimilco, México. pp. 8-13.
Pérez Tamayo, Ruy. (1989) Cómo Acercarse a la Ciencia. Consejo nacional para la Cultura y las Artes/ Edit. Limusa y Noriega. Gobierno del Estado de Querétaro. México. 150 pp.
Piaget Jean y Rolando García. (1982) Psicogénesis e Historia de la Ciencia . Edit. Siglo XXI. México. 252 pp.
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Thuillier, Pierre (1990) De Arquímedes a Einstein. Las Caras Ocultas de la Invención Científica. Alianza editorial/Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. México. 538 pp.
La historiografía de la ciencia requiere de una guía normativa que le permita interpretar desde adentro, desde la lógica del funcionamiento de la ciencia, gran parte de los hechos que trata de reconstruir y, a su vez, la filosofía de la ciencia, concretamente la epistemología, se apoya en la historia de la ciencia para fundamentar sus teorías.
“La filosofía de la ciencia sin la historia de la ciencia está vacía; la historia de la ciencia sin la filosofía de la ciencia está ciega” (Lakatos, 1975: 456).
A nuestro juicio existen otros filósofos de la ciencia que también son excelentes representantes del internalismo, Karl Popper o Imre Lakatos son un ejemplo
Para Kuhn la “ciencia normal” es una: “...investigación basada firmemente en una o más realizaciones científicas pasadas, realizaciones que alguna comunidad científica particular reconoce, durante cierto tiempo, como fundamento para su práctica posterior” (Kuhn, 1995:33).
También se les llama enunciados singulares, pues se refieren a un determinado acontecimiento o estado de cosas en un determinado lugar y momento.
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