CUENTO: Espantoso Despertar…
Por: Angel Armando Martínez Solís
Estudiante de 2° cuatr. Lic. en C. Comunicación
Tan sólo habrían de ver lo que yo he visto, nada más para que puedan entender el miedo que cargo a cuestas todo este tiempo. Recuerdo a diario aquella mañana, que mejor hubiera sido haberme quedado dormido y no despertar hasta más tarde, cuando el sol baña los techos de las casas, las calles y la tierra entera con su luz, cuando las aves sinfónicamente cantan en el escenario arbolar desconocidas, pero, eso sí, bellas canciones. Hasta esa hora debí despertarme, pero ya ven, soy un ser humano y como todos cometo errores. Y aquel fue quizá, uno de los más grades.
El reloj daba la hora con ese intenso repicar de sus campanas rompiendo el silencio, cortándolo a tajos. Seis veces sonó y despúes lo envolvió el mutismo con sus manos frías, aprisionándolo hasta la otra hora. Un vaso de agua fue el pricipal y único motivo, cosa que es muy normal: levantarse por sed. Con firmes pasos, más dormidos que despiertos, me dirigí al refuigio de los alimentos que temen morir antes de tiempo, o al menos, buscan alargar su estancia en este mundo. El refirgerador guardaba en sus entrañas una jarra llena del vital líquido. Ella era el objetvo de mi despertar. Mi mano se amarró a la puerta y jaló de ella hasta abrirla. Un golpe de luz azotó mi rostro sin dejar cicatriz alguna, tomé mi vaso y la jarra la abndoné nuevamente en su soledad. Retornaba satisfecho, ya sin sed, o mejor dicho
con la sed muerta; de pronto, mis ojos comenzaron a salir de sus cuencas, mi cuerpo endureció completamente sin obedecer a ningún impulso, tal como salir corriendo de ahí, tomar algo y atacar aquello que estaba frente a mí.
He escuchado relatos de Maussan.Cómo son los extraterrestres según este hombre. He mirado fotos que él mismo presenta al auditorio, pero aquello que había frente a mis ojos era una cosa espantosa. Sus ojos redondos y grandes me tenían aterrorizado. Quería gritar y no podía, era horroroso. He oído hablar de monstruos por doquier: el hombre lobo, frankestain, gárgolas, cíclopes, etcétera, pero de éste jamás. Bueno al menos no de uno que se le asemejará. El espectro. Sí, eso era, un espectro. Con la cara verdosa como enlamada, parecía que venía de las profundidades del averno. Sus fauces se abrieron de repente, lentamente, ante mí, y yo me petrifiqué más. Quizá lanza fuego –me decía-.A lo mejor me va a absorber. ¿Y si me muerde? ¿Me va a matar? No. No. No. ¿Qué hago?. Nada, nada podía hacer por el engarrotamiento que me poseía con impetú desmedido. Un suave rugido brotó de su boca y dijo: Buenos días hijo. Buenos días tía –contesté-. Sí. Era mí tía con su mascarilla de aguacate. Suspiré agradeciendo a todos los santos existentes y por existir, pero eso sí. Ya no me levanto jamás a tomar agua.
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