¿POR QUÉ PAGAMOS IMPUESTOS?
Por: Anayeli Navarro Ocampo
La definición de impuesto es clara. Veamos el significado de la palabra. Impuesto significa que alguien nos impone entregar el fruto de nuestro trabajo. El impuesto no surge pues del libre consentimiento del ciudadano, sino que es una confiscación de parte de sus bienes realizada por el Estado, de carácter general y obligatorio. Un proverbio babilónico alrededor del 2300 antes de nuestra era dice: cuánto más trabajo, más me quitan. Benjamín Franklin, político estadounidense, en el año de 1789 comentó: “En este mundo, no hay nada tan seguro como la muerte y los impuestos”
Nos guste o no, los impuestos forman parte de la vida. Desde el comienzo de la civilización, los gobiernos han ideado todo tipo de tributos. Éstos han generado rechazo e incluso desatado revueltas. Los antiguos británicos en pugna con Roma, alegaron: hubiéramos preferido que nos mataran, a tener que vivir con la carga del impuesto. En Francia, la indignación que suscitó la gabela, tasa con que se gravaba la sal, fue uno de los detonantes de la Revolución Francesa, en la que se guillotinó a los recaudadores. No sorprende, pues, que los impuestos sigan generando rechazo. A juicio de los entendidos, los sistemas tributarios de las naciones en desarrollo son “ineficientes” e “injustos”. Entonces ¿por qué los pagamos? Los impuestos están previstos dentro de la ley. Esto los convierte en una obligación ineludible, ya que si no estuvieran regulados legalmente, en realidad, ninguna persona estaría obligada a pagar o contribuir. En México esta regulación se encuentra en el artículo 31, fracción IV de la Constitución política que a la letra dice: “Son obligaciones de los mexicanos: contribuir par los gastos públicos, así de la federación como del Distrito federal o del estado o municipio en que residan; de manera proporcional y equitativa en que dispongan las leyes.” Por otra parte, sin los impuestos, no podría concebirse la existencia del Estado, pues éste como entidad jurídicamente independiente de las personas privadas, no tendría recursos para realizar sus funciones; porque hay que admitir que los gobiernos hacen grandes desembolsos económicos, a fin de suministrar y mantener los servicios necesarios; que las tareas y acciones públicas son de beneficio colectivo y que muchos de los beneficios no se perciben de manera directa por la mecánica de los subsidios, pero que el disfrute de todo bien público tiene un costo que alguien debe pagar a cambio de tener: acceso a una escuela, hospitales, unidad deportiva, carreteras, caminos o calles pavimentadas; la disponibilidad de la energía eléctrica, la posibilidad de contar con una vía de comunicación, el alumbrado público, la seguridad pública y el pago de la energía eléctrica por debajo de su costo. El acceso a todo esto, es posible gracias a que con los impuestos, con esa bolsa de recursos que acumulan las contribuciones fiscales, se pagan los costos de dichos bienes públicos. Pero también cabe mencionar que para el gobierno, los impuestos serán siempre insuficientes especialmente para los gobernantes que vorazmente gastan más de lo que reciben, sin que haya aumento de impuestos que les alcance. Los políticos gastan a manos llenas en ellos mismos el dinero extraído al pueblo, costeándose viajes lujosos, recepciones ostentosas, transfiriendo una importante y creciente proporción de los impuestos en pensiones millonarias a personas con conexiones políticas. Mientras que el pueblo tiene que trabajar duro para subsistir, se destinan salarios millonarios e “incentivos” al trabajador público. El estado ha creado una clase privilegiada que tiene acceso a los impuestos recaudados, mientras que el pueblo se vuelve una clase explotada, obligada a pagar esos impuestos.
Los libertarios queremos corregir esta situación: queremos un Estado que sirva al pueblo en lugar de servirse del pueblo. Nadie se exime del pago de impuestos. Si deben impuestos paguen impuestos. Si se les emplea adecuadamente, bien, si no, nuestros funcionarios deberán entregarnos cuenta de ello. |