MARCADAS DIFERENCIAS, POCOS AVANCES

Por: Ana Carina Cibrián

  Las mujeres y los hombres son diferentes pero esto no significa que sean desiguales en derechos y en el desarrollo de una vida plena” (M. Subirtas)

En el artículo anterior, analizamos la vinculación de género y educación, las relaciones sexistas y la presencia del poder en la escuela. En este segundo trabajo presentamos a ustedes, en cambio, algunas reflexiones en relación con la categoría de género y sus principales controversias. Iniciemos...

Sexo y género

La  evolución  que  ha  tenido  el  género,  ha  marcado  un  pensamiento  cauteloso  en la  sociedad. 

La definición de la persona, del ser humano, corresponde  usualmente a una  clasificación  arraigada en la que cada  clase  o  grupo humano de una época determinada, identifica para hombres y mujeres, características  físicas  y  roles sociales.

La perspectiva biologista, señala que  el  sexo  anatómico  aporta  al  ser humano  comportamientos,  personalidad  y   aptitudes, (Araya, 2004)   mientras que la perspectiva social apunta que la cultura y la sociedad, definen también estas cuestiones.

¿Cómo diferenciar entonces el género del sexo?

El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (2005) sugiere, y con ello estamos de acuerdo, que:

“ El género en sentido amplio es ‘lo que significa ser hombre o mujer, y cómo define este hecho las oportunidades, los papeles, las responsabilidades y las relaciones de una persona'.

Mientras que el sexo es biológico, el género está definido socialmente. Nuestra comprensión de lo que significa ser una muchacha o un muchacho, una mujer o un hombre, evoluciona durante el curso de la vida; no hemos nacido sabiendo lo que se espera de nuestro sexo: lo hemos aprendido en nuestra familia y en nuestra comunidad. Por tanto, esos significados variarán de acuerdo con la cultura, la comunidad, la familia y las relaciones, y con cada generación y en el curso del tiempo. (PNUD , 2005)

Género. El debate actual.

Podemos decir que el debate actual centra al género en la reflexión de  posturas  que  tiendan  al  equilibrio  social  en  cuanto  a  condiciones  de  equidad,  sobre todo para  la  mujer,  ya    que,  la  balanza  no  favorece el  desarrollo  de  sus  potencialidades.  Se  asume  lo  anterior  porque  aún se  observan  consideraciones  injustificadas para  el  hombre, sólo por ser varón.

A pesar de los avances, seguimos viviendo en una sociedad en la que la visión de lo masculino priva en numerosos ámbitos de la vida (masculinización).

Las mujeres en busca de la igualdad de oportunidades

Algunos consideran que en cuestión de género, las  barreras  están  sólo  en el  discurso, pero la realidad, los  hechos, muestran que continuamos etiquetando los quehaceres y roles que están “dados” a desarrollar por hombres  y  mujeres y que estos roles reflejan, a su vez, las grandes asimetrías sociales entre uno y otro sexo. La distribución desigual de poder en las relaciones entre mujeres y hombres y la tendencia a subordinar lo femenino a lo masculino, son ejemplos claros de esas asimetrías.

Apoyo para la afirmación de que el debate actual sobre el género se centra en la reflexión de posturas  tendientes  al  equilibrio  social y a enfatizar la preocupación por la desigualdad que viven las mujeres en relación con los hombres, lo encontramos nuevamente en las afirmaciones hechas por el PNUD, al decir que:

“Una de las más frecuentes y silenciosas formas de violación de los derechos humanos es la violencia de género. Este es un problema universal, pero para comprender mejor los patrones y sus causas, y por lo tanto eliminarlos, conviene partir del conocimiento de las particularidades históricas y socioculturales de cada contexto específico. Por consiguiente, es necesario considerar qué responsabilidades y derechos ciudadanos se les reconocen a las mujeres en cada sociedad, en comparación con los que les reconocen a los hombres, y las pautas de relación que entre ellos se establecen. Si bien las violaciones de los derechos humanos afectan tanto a los hombres como a las mujeres, su impacto varía de acuerdo con el sexo de la víctima. Los estudios sobre la materia permiten afirmar que toda agresión perpetrada contra una mujer tiene alguna característica que permite identificarla como violencia de género. Esto significa que está directamente vinculada a la desigual distribución del poder y a las relaciones asimétricas que se establecen entre hombres y mujeres en nuestra sociedad, que perpetúan la desvalorización de lo femenino y su subordinación a lo masculino. Lo que diferencia a este tipo de violencia de otras formas de agresión y coerción es que el factor de riesgo o de vulnerabilidad es el sólo hecho de ser mujer. (PNUD:op.cit)

Estas cuestiones sitúan a la igualdad  de  oportunidades  entre  hombres y mujeres como un ideal de largo  plazo. Sin  embargo, estoy convencida de que en la medida en que participemos en lo cercano (con nuestra familia, en el trabajo, con los amigos...) por erradicar las desigualdades entre uno y otro sexo, será posible  intensificar  y acelerar el paso hacia  la  equidad y hacia  la verdadera  igualdad  de  oportunidades, que tanto deseamos. Por eso estoy de acuerdo con la idea de que el  poder  del  género se  ubica más  en  la  participación que  en  las  buenas  intenciones y que los avances logrados hacia la reconstrucción de este término, en tanto que se camine hacia una situación de mayor igualdad entre mujeres y hombres en el mundo, conllevan la asunción –por parte de las propias mujeres- de una postura responsable y una actitud coherente en relación con los logros obtenidos y el aprovechamiento de las oportunidades que se generan para ellas, lo cual no puede llevarse a cabo sin el respeto y apoyo del género masculino.

Una sociedad más justa es una sociedad que tiende a la igualdad

De ahí que el reto de la sociedad sea, a la vez que asumir la diferencia entre los sexos, reconocer la igualdad esencial de las personas en tanto que seres humanos –independientemente de su sexo- a fin de que puedan desarrollarse plenamente. Esto nos permitiría a mujeres y hombres, caminar juntos, unidos, complementando nuestra existencia.

  Implicaciones de la palabra género y discriminación hacia la mujer

  Como vimos, el  género  está  determinado  por  el  tiempo  o  la  época  y  el  grupo humano, mismo que ha llevado  a  polarizar  las  atribuciones  y  roles  de los miembros que integran la sociedad.

En la actualidad, en esas atribuciones y roles sociales, aún predomina el siguiente valor conceptual para cada sexo:
Hombre: cultivo  de  la  razón,  fuerza,  valor,  trabajo,  política,  ámbito  público.
Mujer:  cultivo  del  sentimiento,  abnegación,  debilidad,  ternura,  belleza,  hogar,  ámbito  privado.

En  esta  asignación  arbitraria  de  atributos  y  posibilidades,  lo  masculino  se  valora como superior  -y  paradigma  de  lo  humano-;  y  lo  femenino como  inferior.  Las  diferencias  biológicas,  culturales  y  económicas  se  convierten así en  desigualdades  sociales,  discriminación  e  inequidad.  Así  lo  demuestran  algunos datos  internacionales,  publicados  en  el PNUD,  en el Informe  sobre  Desarrollo  Humano,  2000:

•  Las  mujeres  realizan  52  por  ciento  de  las  horas  trabajadas  en  el  mundo,  pero  sólo  es  pagado  un  tercio  de  estas  horas.

•  Las  mujeres  constituyen  dos  terceras  partes  de  los  960  millones  de  personas  que  no  saben  leer    ni  escribir.

•  Las  mujeres  son  dueñas  de  sólo  10  por  ciento  del  dinero  que  circula  y  de  uno  por  ciento  de  la    tierra  cultivada  en  el  planeta.

•  Dos  terceras  partes  de  los  mil  300  millones  de  personas  pobres  en  el  mundo  son  mujeres.

•  Cada  minuto  muere  una  mujer  debido  a  complicaciones  derivadas  del  embarazo  y  del  parto.  La  mayoría  de  estas  muertes  podría  evitarse.

•  Según  estimaciones  de  la  Organización Mundial de la Salud (OMS),  50  por  ciento  de  las  mujeres  embarazadas  padece  anemia.

Es significativo observar que en muchas ocasiones, el  argumento  para  discriminar  a  las  mujeres  se  relaciona  más  con  lo  que  se  les  ha  atribuido  como  género,  que  con  características  inherentes  al  sexo  femenino –de ahí la importancia de establecer las diferencias entre sexo y género.  Por  ejemplo,  en  otras  épocas  no  se  propiciaba    que  las  mujeres  tuvieran  una  educación  académica  formal,  porque  se  pensaba  que  sólo  necesitaban  saber  lo  referente  a  la  eficaz  administración  de  una  casa  y  el  cuidado  de  las  hijas  e  hijos.

(No  obstante,  la  discriminación  contra  los  hombres  en  algunos   ámbitos  también  es  un  hecho;    por  ejemplo,  hace  menos  de  20  años  se  les  juzgaba  incompetentes  para  atender  y  cuidar  a  sus  hijos  e  hijas  pequeñas,  privándolos  del  disfrute  de  la  paternidad. Cuando se observa que son excelentes participantes en los roles que eran considerados propios de las mujeres. Lo que ha significado un gran apoyo en la realización de las tareas cotidianas.)

La discriminación hacia las mujeres se aprecia también en lo que se ha dado en llamar la división sexual del trabajo.

Como sabemos, las  diferentes  sociedades  han  organizado  las  tareas  que  realizan  sus  integrantes  para  sobrevivir  o  progresar. La organización de esas tareas se da en función de diversos criterios y uno  de  ellos  ha  sido  el  sexo  de  las  personas.

La diferencia de oportunidades para las mujeres en relación con los varones en este ámbito puede apreciarse en las siguientes consideraciones:

•  En el 50  por  ciento  de  los  hogares  mexicanos  hay  al  menos  una  mujer  que  trabaja  y  aporta  ingresos  al  hogar.

•  Las  mujeres  representan  36.4  por  ciento  de  la  población  económicamente  activa.  (INEGI,  mujeres  y  hombres  2000).

  • Aún  en  los  casos  en  que  realizan  un  mismo trabajo  o  de  igual  valor,  las  mujeres  reciben  en  promedio  entre  11  y  30  por  ciento  menos  que  los  hombres.
  • Existe  un  bajo  porcentaje   en  puestos  de  dirección  y  en  cargos  de  representación  popular ocupados por mujeres:  en  el  sector  público,  de  cada  10  funcionarios  en  puestos  de  dirección,  sólo  dos  son  mujeres.

Inequidad y discriminación hacia las mujeres

Podríamos señalar  más  datos  sobre  la  desigualdad hacia  el  sexo  femenino, no obstante no abundaremos en ello, pues creemos que lo expuesto es una muestra representativa. Lo que sí deseamos enfatizar es que es  necesario y urgente encontrar la forma de  modificar   las  estructuras  sociales,  los  mecanismos,  las reglas,  las prácticas  y  los valores  que  reproducen  la  desigualdad, a fin de terminar con ella.

¿Pensamos en la desigualdad?

La    asimetría  como  elemento  central  que  caracteriza  la desigualdad  en las  relaciones  de  poder,  se  expresa  en  los  indicadores  sociales  planteados  por Sandra Araya (2004). Para ella:

“Los  tres  principales  ejes  de  desigualdad  se  producen  a  partir  de  las  relaciones  de  género,  de  clase  social  y  las  de  grupos  étnicos.  Existen  otros  ejes  de  desigualdad  provenientes  de  otras  categorías  como  la  opción  sexual,  el  ciclo  de  vida  y  las  creencias  religiosas”. 

Por su parte, Komter,  (1991) considera que las  asimetrías  entre  mujeres  y  hombres pueden expresarse de formas variadas, entre ellas:

•  Desigualdad  en  cuanto  a  recursos  sociales,  posición  social,  influencia  cultural  y  política.

•  Desigualdad  de  oportunidades  para  hacer  uso  de  los  recursos  existentes.

•  Desigualdad  en  la  división  de  deberes  y  derechos.

•  Desigualdad  en  los  estándares  -explícitos   e  implícitos-  de  juicio,  que  guían  con  frecuencia  a  tratar  distintamente a hombres y mujeres (en  leyes,  mercado  laboral,  prácticas  educacionales,  etcétera).

•  Desigualdad  en  representaciones  culturales:  devaluación  del  grupo  con  menos  poder,  estereotipos,  referencias  de  la  “naturaleza”  o  “esencia”  (biológica)  del  menos  poderoso.

•  Desigualdad  en  cuanto  a  consecuencias  psicológicas:  Una  “psicología  de  inferioridad  (inseguridad  y    algunos  casos  de  identificación  con  el  grupo  dominante)  versus  una  “psicología  de  superioridad”  (arrogancia,  inhabilidad  para  abandonar  la  perspectiva  dominante). 

•  Tendencia  social  y  cultural  para  minimizar  o  negar  la  desigualdad  de  poder.  (La  desigualdad  de  poder  es  vista  como  “normal”) 

Nosotros consideramos, en acuerdo con Araya (2004), que l as relaciones de poder y de dominio que caracterizan las relaciones entre un sexo y otro –preponderancia de lo masculino sobre lo femenino- mantienen intacta su estructura en la sociedad actual y que, mientras este tipo de situaciones prevalezca, difícilmente se podrá hablar de relaciones igualitarias. No obstante apoyamos la idea de que un cambio de perspectiva, en relación con la consecución de una visión más equilibrada de lo humano, puede generarse desde la educación.

“... se precisa una transformación cultural y social que se puede iniciar en la educación. Sin pretender hacerla depositaria de elementos omnipotentes, la educación puede ser el punto en que se inicie un proyecto emancipatorio de transformación genérica, pues un cambio en algún punto del sistema social repercutirá en todo el sistema en general.” (Araya, 2004:5)

La discriminación presente

Por cuanto a la opción sexual como eje de desigualdad, manifestamos que llama  la  atención  el  hecho  de que atender  cualquier aspecto  sobre  homosexualidad,  implique  tomar  en  cuenta  consideraciones:  En general se  observa  que  este  grupo  de  personas  es  discriminado  por  la  sociedad. Sociedad en la que una buena parte  de  los miembros de ese grupo  se  desempeña  eficazmente  en  sus  diferentes tareas.

Las  diversas  acciones  donde los grupos homosexuales manifiestan su  presencia,  revelan su  postura  e interés por hacer valer  sus  derechos  y  sostenerse  como  un  grupo  sólido,  que  al igual  que  los  hombres y mujeres heterosexuales,  buscan  realizarse  en  sus  distintas  necesidades.

Considero  que, no obstante que cada vez es más frecuente la presencia del homosexualismo en la sociedad -en lo cual podemos advertir indicativos de una tendencia hacia la apertura y el respeto para las preferencias sexuales- aún  nos  resistimos  a  reconocer  los  derechos  de  otros  y  otras en este sentido.

La discriminación de las minorías

En el caso particular de México, aunque  se  presume  que  los  valores  humanos  son  sólidos,  y  que  predomina  el  estilo  conservador  en  las  familias;  observamos  que  la  diversidad  de  gustos  y  preferencias  sexuales  está  encontrando  su espacio.

Ante esto me  inclino   por  el  respeto,    la  orientación  en  tiempo  y  forma  para  las  nuevas  generaciones  en  cuanto  a  su  sexualidad, desde  una  perspectiva  del  desarrollo de  la  humanidad  y considero que es necesario romper parámetros e intentar nuevos paradigmas de interpretación, ello como insumo indispensable    para    la  construcción  de  nuevas  realidades  e  identidades  en esta sociedad.

Consideraciones finales. El género en el siglo XXI

  Para cerrar este trabajo nos gustaría destacar que desde  sus  orígenes  y  hasta  la  actualidad,  han  sido  muchos  los  debates  acerca  del  uso  del  género  (De  Barbieri,  1996,  Guzmán,1999),  no  obstante,  el  siglo  XXI  irrumpe  con  el  claro  reconocimiento  de  su posición como  categoría  analítica.  Si  bien  el  debate  acerca  de  sus  alcances  conceptuales  y  políticos  se  ha  acrecentado  desde  finales  del  siglo  pasado,  en  especial  en  el  mundo  anglosajón , su  uso  cobra  cada  vez  más  fuerza  debido  a  su  carácter  revelador  de  las  asimetrías  entre  los  sexos  y  porque   se  constituye como una  forma  de  intervenir  o  actuar  en  la  realidad  con  un  claro  compromiso  para  la  superación  de  dichas  asimetrías.

“En efecto, los estudios de género aportaron una nueva veta explicativa acerca de las desigualdades sociales al puntualizar en aquellas provenientes de la distinción entre lo femenino y lo masculino, pues evidenciaron el carácter cultural de estas desigualdades. Asimismo, revelaron que las relaciones entre mujeres y hombres se distinguen, esencialmente, por estar mediatizadas por relaciones de poder cuyo componente principal es la asimetría. Con la categoría analítica de género, por tanto, se hizo posible el desmontaje de los determinismos biologistas que señalaban los comportamientos diferenciados de mujeres y hombres como producto del sexo anatómico.” (Guzmán, citado por Araya, 2004)

Por otra parte, nos interesa señalar que debemos fijar nuestra atención en hechos que puedan enriquecer y fortalecer la convivencia humana. Por eso, exhorto a que aprovechemos toda circunstancia, por compleja que sea, para lograr ese cometido. Con género o sin género, seguimos siendo personas, reflexionemos entonces en el papel que nos corresponde ejercer para llevar una vida más armónica y sin tantas complicaciones.

Por último, nos gustaría terminar este ensayo con las palabras de M. Subirats (1998), citada por Sandra Araya, con las cuales comulgamos:

“Las mujeres y los hombres son diferentes pero esto no significa que sean desiguales en derechos y en el desarrollo de una vida plena. Es preciso, por tanto, que las mujeres y los hombres se (re) descubran en una nueva trama de relaciones que les posibilite, la comprensión de la equidad como la transformación del conjunto de normas sociales y de la desaparición del género, por medio de la fusión de los valores, de las actitudes y de las prácticas históricamente atribuibles a las mujeres y a los hombres. De ninguna manera se trataría de suprimir la diferencia, sino más bien que ésta —sea de sexo, cultura, color, de lengua, opción sexual, religión— deje de ser la base sobre la que se funda y legitima una jerarquía de poder para así pasar al reconocimiento de los rasgos constitutivos de la diferencia como rasgos que presentan un gran valor para la vida de la colectividad

portadores de un principio de renovación o renegociación social que los hace deseables por sí mismos” .

  Fuentes consultadas

•  Programa de las naciones unidas para el desarrollo (2005) Género. Venezuela. http://www.pnud.org.ve/temas/genero.asp

•  Araya, Sandra (2004) Hacia una educación no sexista. En: Revista Electrónica Actualidades en investigación. Vol. 4. Número 2. Universidad de Costa Rica.

•  Subirats, M. (1998). La educación de las mujeres: de la marginalidad a la coeducación. Propuestas para una metodología de cambio educativo. Serie Mujer y desarrollo, Santiago, Chile: Naciones Unidas

“ El biologismo defiende la tesis de que el sexo anatómico determina diferencias en los comportamientos, en las características de personalidad y en las aptitudes de mujeres y de hombres” (Araya, 2004:3)

Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo

(Hawkesworth,  1999,  Mackenna  y  Kesller,  1999,  Connell,  1999,  Smith,  1999,  Scout,  1999,  Lamas,  1999)

¡


REVISTA

NO. 24