Ponencia: Investigación, ¿para qué?
Por: Ana Cecilia Espinosa Martínez
Me gustaría iniciar con la cita de dos frases que considero vienen bien para el tema que nos ocupa:
La primera de: Herbert Spencer
“La verdad es que aquellos que nunca se han ocupado de cuestiones científicas conocen sólo una pequeña fracción de la poesía que les rodea” En otras palabras, quienes no hemos hecho investigación, nos hemos perdido de mucho y aunque la investigación formal o científica no es la única forma de exploración, sí es, en el contexto actual, el medio disponible más adecuado para conocer la realidad lo más objetivamente posible y a partir de este conocimiento tomar decisiones que puedan llevar a cambiarla o transformarla.
La segunda: el sabio adagio aristotélico: Homo naturaliter scire desiderat à que sentencia que por naturaleza el hombre desea saber. Lo que denota que el conocimiento es una tarea esencial para el ser humano, de ahí que la acción de investigación le sea inherente.
En realidad, podemos ofrecer una serie de respuestas a la pregunta ¿Para qué investigar?
- Investigamos para conocer y comprender el mundo que nos rodea, a fin de movernos adecuadamente en él :
Durante su vida la humanidad ha sido capaz de crear varias formas de conocimiento con las que ha intentado encontrar la manera de mejor explicarse el mundo para moverse en él, para sobrevivir, adaptarse y desarrollarse. Todas estas formas de explicación han necesitado de la noción y la acción de investigación, a la que podemos definir como una búsqueda activa, dinámica e ingeniosa. Tal vez aquí podemos situar los orígenes de la investigación, cuando el hombre buscó respuesta a la forma en que funcionan la naturaleza y el mundo. Pero hay algo más. También...
- Investigamos para transformar:
Con el conocimiento que construimos mediante la investigación (particularmente científica) los hombres podemos no sólo comprender mejor los fenómenos del mundo sino aprovecharlos en nuestro beneficio cuando es factible, e incluso transformar la realidad social y natural. Por eso el aprecio por la ciencia en Occidente no carece de fundamento, “Se arraiga en un sin número de éxitos en la transformación de la naturaleza y la sociedad que han proporcionado gran cantidad de beneficios al hombre” Estar preparados para enfrentar mejor las adversidades como las enfermedades, los huracanes, o los terremotos, crear vacunas y medicamentos para erradicar epidemias, controlar plagas y mejorar el nivel de vida de los enfermos; cosechar y fabricar alimentos, transportarnos por tierra, mar y aire, conocer otras galaxias, ir a la luna, crear satélites y sofisticados medios de comunicación como el internet, aprovechar nuevas fuentes de energía y tantas otras cosas, pueden contarse entre los triunfos de la investigación.
Esto nos lleva a una Tercera respuesta: Investigamos para producir, crear-construir- nuevos conocimientos que contribuyan al esclarecimiento de las problemáticas que presenta la realidad física, social y espiritual del hombre; para contribuir al crecimiento del acervo cultural humano y en última instancia a trascender como individuos . Las creaciones pueden darse en el plano material con aportaciones tangibles, pero también en el plano de las ideas conformando nuevas cosmovisiones del hombre y de mundo. Ambas producciones son valiosas y necesarias. El investigador puede escoger un tema trivial o rutinario, cuyos resultados no influirán en la solución de los grandes problemas de la humanidad o su comunidad, o puede dedicar sus esfuerzos a problemas cuyo análisis proporciona posibilidades de superación de los mismos y mediante ello trascender su tiempo. ( Dietrich,2004 ) No está por demás señalar que todas estas respuestas conllevan la posibilidad de experimentar: el enorme placer que puede acompañar al estudio y aprendizaje, a la gran satisfacción que siente el ser humano cuando su impulso exploratorio lo lleva hacia nuevas fronteras del conocimiento o la postulación de soluciones para los problemas que le aquejan a él y a sus congéneres en las diferentes esferas de la vida. Ya lo decía Freud, descubrir algo desconocido, generar algo nuevo, produce un “sentimiento oceánico” en el individuo; una sensación de tranquilidad, autoestima y profundidad muy semejante a la que irradia la inmensidad del océano, amén de la satisfacción de contribuir al crecimiento del acervo cultural humano y trascender.
Todas estas ideas ofrecen respuesta a la pregunta originaria, pero quizá la cuestión particularmente interesante para nosotros sea responder :
¿Para qué investigar en México?
En el mundo de hoy, el sistema C-T se convierte en un elemento insustituible del desarrollo económico de cualquier país. Por lo siguiente, las naciones que carecen de él, México entre ellas, no pueden considerarse desarrolladas.Actualmente la dependencia C-T es una de las manifestaciones más rotundas de subdesarrollo y el más novedoso y sutil instrumento de dominación de las naciones ricas sobre las pobres. Dependencia que supone que la nación subdesarrollada importe del exterior las tecnologías que necesita y, por otro lado, lleve a cabo una actividad C-T incipiente y alejada de la problemática real de desarrollo. Vivimos, para bien o para mal, dentro de un sistema capitalista, y dentro de él se han marcado las líneas a seguir para el desarrollo de un país, líneas que determinan que cualquier sociedad que busque su desarrollo económico y compita así por una por una posición de privilegio a nivel mundial, necesita desarrollar un sistema C-T aliado a un sistema productivo, lo que implica la creación de una infraestructura de investigación C-T en la que las universidades deben tener un papel de primer orden.
Es por ello que resulta esencial definir con exactitud el problema de la escasa actividad investigativa y científica en nuestro país y buscar alternativas de solución. Igualmente resulta importante retomar el papel, esencial que las universidades deben jugar en el impulso de una ciencia comprometida con las necesidades sociales de las mayorías.
Pero qué alternativas de solución podemos presentar al problema de la investigación incipiente en nuestro país: Hago mías dos de las propuestas de Claudia Tamariz (2001)
1. Convertir a la investigación C-T en una mercancía susceptible de venderse en el país.
2. Crear una cultura científica que revalore el papel de esta actividad en la sociedad, y el de aquellos que la practican.
La primera ataca los problemas a corto plazo, como una medida práctica para apoyar la actividad investigativa C-T autónoma en nuestro país tal y como están las cosas en este momento; la segunda es a muy largo plazo y su finalidad sería modificar las conciencias de los mexicanos para crear un país diferente, que vea a la investigación, a la ciencia y la tecnología como herramientas indispensables para el bienestar de todos.
La investigación C-T. Un producto de mercado.
Entre los problemas fundamentales del quehacer científico en México, está la falta de financiamiento, que se traduce en una serie de carencias en la infraestructura para la investigación y en condiciones laborales desfavorables para los investigadores, lo que se ha tratado de suavizar a través de varios programas gubernamentales de financiamiento a programas de investigación y de incentivos (el SNI) a los científicos. Pero no podemos esperar que el gobierno continué con políticas paternalistas, echándole en hombros la tarea de sostener económicamente una labor que debería tener muchos beneficiarios, y que por consiguiente, debería ser financiada por estos. Pero como contraparte a esta problemática, nos encontramos con que los productos salidos de los laboratorios de las universidades (y otros centros) no tiene demanda en la sociedad porque no se aplican a problemas concretos de ella.
Si las universidades requieren recursos financieros para echar adelante programas de investigación, estos deben producir resultados útiles a la sociedad, y concretamente a particulares que puedan estar interesados en pagarlos. En otras palabras, la investigación científica en las universidades, debe convertirse en un producto que se ofrezca en el mercado a empresas que encuentren interesante el pagar por él. Como producto, la ciencia y la tecnología se someterán a las leyes del mercado e incrementarán su costo si se incrementa la demanda por ellas. Su tarea consistirá en hacerse atractivas para asegurar una demanda constante.
De esa manera, la actividad C-T contará con los recursos para mejorar su infraestructura, pagar buenos salarios a los investigadores y contratar a un mayor número de ellos. Se incrementará entonces la demanda de investigadores, y las universidades deberán cubrirla, formando en sus aulas a los científicos que se requieren.
El financiamiento a proyectos de la investigación con una aplicación a procesos ecónomos se habrá asegurado a través de las empresas. Las mismas universidades y el Estado, deberán encargarse de proveer los recursos para la investigación teórica, que es parte importante del patrimonio cultural de la nación y base de la investigación aplicada. Se estaría llegando así al esquema de una nación desarrollada, asegurándose la independencia de la nación respecto a la producción científico tecnológica y dando pasos firmes hacia la ruptura de la dependencia económica.
Desarrollar una cultura científica.
La propuesta anterior representa una alternativa inmediata para salir del bache el que se encuentra la ciencia y la tecnología en nuestro país, pero, paralelamente, y a mucho más largo plazo, se hace necesario construir una cultura científica que reevalúe en su exacta dimensión el papel que juegan la investigación, la ciencia y tecnología en una sociedad, y particularmente en una sociedad como la nuestra, con nuestra geografía, nuestras características raciales (y no hablo sólo del color de la piel, sino de nuestra manera de ser, nuestra mentalidad y carácter) y nuestras particularidades culturales y sociales.
No se trata de construir el paradigma de la modernidad, donde ciencia y tecnología sean vistas como la panacea que nos va a sacar de todos nuestros problemas para llevarnos por el camino firme del progreso. Se trata de enfocarlas como herramientas útiles para el conocimiento de la naturaleza y la sociedad y para el control del entorno, como instrumentos que permiten asegurar la producción de los bienes materiales de las sociedades, al aplicarse a los procesos productivos y que brindan seguridad y bienestar a los miembros de un grupo social, siempre que se respeten las condiciones concretas del hábitat y de la cultura que hace uso de dichas herramientas. Se trata de crear conciencia de la necesidad que tiene nuestro país de impulsar una actividad C-T propia, no sólo para beneficio de un sector privado que busca incrementar la competitividad de sus empresas, sino para el bien de todos los que vivimos en este país.
Esta formación debe estar impregnada de valores culturales y humanos, que busquen también lograr una identidad nacional y una conciencia de la necesidad de trabajar juntos por un destino común. Esta empresa corre a cargo de la escuela, desde los niveles básicos, e implica no sólo la formación de personas concientes de la realidad arriba descrita, sino también la formación de mentes con un espíritu científico, esto es, mentes críticas, pensantes, capaces de resolver problemas y tomar decisiones, capaces para generar nuevos conocimientos y contenidos culturales que beneficien a todos. Esta cultura científica será la cuna de donde surjan los investigadores, y no habrá que esperar hasta el nivel de doctorado, nivel al que acceden muy pocos.
En principio existe una clara contradicción entre una formación científica del nivel doctorado, que produce individuos capaces de solucionar problemas y de generar conocimientos, y la educación tradicional de niveles inferiores que sólo transmite información a los educandos, estimulando la memoria y saturándolos de datos que, en un mundo tan cambiante como el que vivimos, pronto se vuelven obsoletos. L a pregunta es: por qué esperar hasta un nivel de postgrado en los estudios para formar al recurso humano que requiere la producción científica y tecnológica del país? ¿Porqué no empezar desde niveles anteriores, incluso niveles básicos.? La formación de individuos que aprendan a pensar y que aprendan a aprender es esencial para formar investigadores, así como profesionistas calificados.
Partiendo de la necesidad de una cultura científica, debe impulsarse una educación basada en estos principios de aprender a aprender y aprender a pensar, desde el nivel preescolar, de esa manera no se requerirá llegar a niveles de postgrado, donde la matrícula disminuye considerablemente, para formar investigadores en potencia. Con una formación de este tipo, los niveles de licenciatura se convertirían en un semillero de investigadores en todas las ciencias, que ante la demanda constante de investigación por parte de las empresas y la conciencia adquirida en la escuela de la necesidad de hacer labor científica, se inclinarán hacia esta vocación. Como vimos, la cultura científica generaría también una conciencia hacia la necesidad de aplicar estas herramientas a la resolución de problemas concretos de las mayorías. No sería entonces difícil, que las universidades y los científicos se comprometieran a dedicar parte de su tiempo y esfuerzos a este tipo de trabajos; y que incluso los mismos industriales, se preocuparan por financiar este tipo de investigaciones, que aparentemente no resultarían redituables.
Como se ve podemos ofrecer una serie de respuestas a la pregunta ¿Para qué investigar? En el plano educativo, la investigación ofrece a quienes enfocan sus esfuerzos a esa tarea, la oportunidad de comprender mejor las problemáticas que determinan la vida académica de las escuelas desde dentro y avistar respuestas para resolverlas, pero también brindan la oportunidad de conocer las implicaciones que los resultados de la labor universitaria tienen en la esfera social y con ello medir el cumplimiento de las funciones ineludibles que las universidades están llamadas a cumplir: la reproducción del saber, la investigación y la difusión y extensión de la cultura. Finalmente, retomando nuestra frase inicial, si la investigación es inherente a la naturaleza humana, si la grandeza del ser humano reside precisamente en su capacidad de conocer, en su afán de saber, la escuela como institución que participa de manera significativa en la formación de los individuos, antes que soslayar esta importante característica del hombre, debe promoverla y potencializarla en los educandos desde los diferentes niveles de enseñanza y, a esto, la Universidad Arkos no puede renunciar.
¡Homo naturaliter scire desiderat!
Fuentes consultadas.
Dietrich, Heinz (2004) Nueva Guía para la investigación científica . México. Ariel. 236pp.
Rodríguez Estrada, Mauro (1991) Creatividad en la investigación científica . Trillas. México. 96 pp.
Sánchez Fuentes, Ricardo (2000) Enseñar a investigar. Una didáctica nueva de la investigación en ciencias sociales y humanas . 2ª. Edición. Editorial Centro de Estudios sobre la Universidad y Plaza y Valdéz. 188pp.
Tamariz, Claudia (2001) Incipiente investigación científico tecnológica . En: Visión Docente Con-Ciencia N°12. Mayo. Centro de Estudios Universitarios Arkos. Puerto Vallarta, Jalisco. México. P 8-21.
Tamariz, Claudia y Ana Cecilia Espinosa (2001) Un modelo transdisciplinario para la universidad. Tesis para obtener el título de Maestría en Educación. Universidad del Valle de México. Santiago de Querétaro. México. 500pp . G
Ana Cecilia Espinosa Martínez es Maestra en Ciencias de la Educación Superior con especialidad en Docencia e Investigación por la Universidad del Valle de México y Licenciada en Contaduría por el Centro de Estudios Universitarios Arkos de Puerto Vallarta, donde funge como Subdirector Académico. Difunde trabajo sobre transdisciplinariedad en educación. |