“La ciencia está únicamente en condiciones de ayudarnos a obtener verdades relativas, siempre parciales, siempre discutibles, siempre revisables: ella permite hablar de verdad absoluta sólo como límite del proceso efectivo, empeñado en la búsqueda de ulteriores verdades relativas”
(Geymonart)
En la edición anterior hicimos una revisión de las nuevas teorías y descubrimientos más significativos que han contribuido a cuestionar los cimientos del viejo paradigma positivista de la ciencia.
Sin embargo, poner en crisis el paradigma clásico no implica derribarlo y, como lo describe Piaget al referirse a los momentos de desequilibrio del sistema cognitivo humano al enfrentarse a nuevos contenidos que no caben dentro de nuestros esquemas existentes, estos nuevos contenidos o son rechazados (respuestas alfa) o son incorporados haciendo una ligera modificación a los esquemas cognitivos (respuestas beta ) antes de dar lugar a la aparición de esquemas novedosos (respuestas gamma ). Lo mismo aplica al desarrollo de la ciencia y este es el caso de los revolucionarios descubrimientos que hemos descrito: no son rechazados por el viejo paradigma pero han sido incorporados a éste , restándole importancia a algunas de sus implicaciones más revolucionarias, de tal manera que el paradigma logre sobrevivir.
Sin embargo, como lo maneja Masterman (1975) al referirse a la obra de Kuhn, parece que vivimos un periodo pre-revolucionario de ciencia con dos paradigmas que conviven y se enfrentan: el paradigma clásico positivista renovado y modificado para incluir en su seno muchos de los nuevos descubrimientos y un paradigma, que algunos han llamado post-positivista, otros teoría de la complejidad, y algunos más ciencia de la totalidad... , que pugna por erigir una nueva racionalidad científica fundamentada en conceptos no previstos por el anterior: totalidad, caos, complejidad, interdisciplinariedad, subjetividad, son algunos de ellos.
Pero el paradigma clásico con su método científico y su concepción objetivista, verificacionista, determinista y reduccionista aún priva como ideología dominante en la comunidad científica.
Un claro y clásico ejemplo de la resistencia de los hombres de ciencia al derrumbe del paradigma clásico lo constituyó la actitud de Albert Einstein, quien a pesar de ser el autor de una de las Teorías que puso en entredicho los fundamentos de éste, se caracterizó por su fe en el determinismo y reduccionismo de la naturaleza plasmado en su confianza en que un día la ciencia alcanzaría una descripción completa de la misma. Por ello rechazó como una aberración el indeterminismo de la Teoría Cuántica , afirmando que “Dios no juega a los dados”.
De esta resistencia del paradigma clásico a ser desplazado dan testimonio diversos autores, como Ruy Pérez Tamayo, quien al referirse al esquema inductivista de trabajo del científico y a los cuestionamientos que este esquema ha recibido, comenta que las discusiones al respecto, entre filósofos de la ciencia, no han afectado a los científicos que continúan trabajando confiados en el esquema clásico aristotélico, inductivo-deductivo ( Pérez Tamayo, op.cit.).
O Pierre Thuillier, quien refiriéndose al problema de la objetividad del conocimiento científico, al de la neutralidad de los hombres de ciencia y al del carácter absoluto de las “verdades” que brinda el método, afirma que a pesar de las numerosas críticas que estos aspectos de la ciencia clásica han recibido por parte de los filósofos de la ciencia, aún persiste entre los científicos el mito que “...presenta al método experimental como el único que garantiza, casi automáticamente el valor de los resultados obtenidos, o, peor, de las teorías, como si los auténticos hombres de ciencia no tuviesen (y no debieran tener) creencias filosóficas, prejuicios pasiones, fantasmas, etc.” (Thuillier, 1990:18).
Para los precursores del nuevo paradigma este periodo de coexistencia y conflicto entre las dos formas de concebir al mundo y a la ciencia, deberá resolverse con la adopción del nuevo paradigma.
Los pilares en que éste se asienta, en contraposición con los conceptos básicos del paradigma clásico, son:
RASGOS DEL
PARADIGMA NUEVO VS PARADIGMA CLÁSICO
1. Modelo de conocimiento
de interacción S O |
VS |
Modelo Materialista
S O |
2. Conocimiento
objetivo-subjetivo
|
VS |
Objetividad absoluta |
3. Concepción dinámica de la
realidad
|
VS |
Estaticidad |
4. Unidad espacio-tiempo e
irreversibilidad del tiempo |
VS |
Tiempo y espacio absoluto
y reversibilidad del tiempo |
5. Complejidad |
VS |
Simplicidad |
6. Procesos de organización
a partir del caos |
VS |
Orden que subyace al caos
aparente |
7. Modelo Sistémico |
VS |
Modelo Mecanicista |
8. Indeterminismo |
VS |
Determinismo |
9. Totalidad |
VS |
Reduccionismo/atomismo |
Como hemos dicho con anterioridad, los rasgos del nuevo paradigma han sido expuestos por diversos autores, filósofos y científicos en el marco de teorías que han recibido nombres diversos, pero cuyas características están muy próximas. Es por ello que, esbozaremo s las directrices que rigen esta nueva concepción de la ciencia y de la realidad que es su objeto de estudio , a saber:
- El papel activo del sujeto en el conocimiento científico
- La asunción de la como realidad como totalidad sistémica
- La complejidad y el caos
- Toda interpretación es relativa, provisional e incompleta
- El enfoque dialéctico
- La realidad debe ser abordada en forma holista
- Interdisciplinariedad y nueva relación hombre-naturaleza.
Los primeros cuatro rasgos serán abordados en la presente publicación, dejando para un momento posterior los tres restantes.
EL PAPEL ACTIVO DEL SUJETO EN EL CONOCIMIENTO CIENTÍFICO.
El investigador no es ya un contemplador pasivo y neutral sino un ente activo que da significación a los datos que recibe de la experiencia a través de los elementos que conforman su ecuación personal: su personalidad, su historia personal y, sobre todo, su cultura.
Aún más, el nuevo paradigma reconoce que el sujeto es parte de la realidad objetiva que estudia la ciencia. No es posible concebir al investigador como tomando distancia de su objeto pues ya la Física Cuántica ha demostrado que el observador y sus instrumentos perturban la realidad y provocan la aparición de las propiedades del objeto. Así pues, el conocimiento de esa realidad no puede estar completo si no se incluye al sujeto que la conoce.
Esta concepción nueva implica la aceptación de que existe un fuerte lazo entre los aspectos de una cultura, considerada como un todo, y los desarrollos conceptuales de la ciencia dentro del marco de esa cultura.
“...Hay una tendencia a olvidar que toda ciencia está en estrecha relación con la cultura humana en general, y que los descubrimientos científicos, incluso aquellos que en el momento parecen más avanzados, esotéricos y difíciles de comprender, no tienen sentido fuera de su contexto cultural” (Schröedinger en “Are there quantum sumpst” citado por Prigogine y Stengers, op.cit.:25)
LA REALIDAD COMO UNA TOTALIDAD SISTÉMICA.
El universo, de acuerdo a este paradigma, está compuesto por sistemas, especialmente sistemas abiertos que están en constante interacción con el medio que les rodea. Los sistemas, como vimos, no son agregados de elementos estáticos sino entidades en constante devenir, por ello sólo son comprensibles a partir del análisis de la totalidad de relaciones que conforman su todo y no desde la sumatoria de cada una de sus partes, ya que el todo es más que la suma de sus partes.
Así, en una totalidad organizada, lo que ocurre en el todo no se deduce de los elementos individuales sino al revés, son las partes las que, por su inserción en el todo, reciben significado y explicación.
Es evidente que cuando se vislumbra la realidad como un agregado de elementos, como partes no relacionadas, ésta puede ser estudiada en general por la ciencia cuantitativa y atomista del paradigma tradicional. Pero si esa realidad no se ve como un adición de elementos sino como una totalidad donde las partes tienen una fuerte interacción entre sí, esto es, constituyen un sistema, entonces para comprenderlas hace falta un enfoque de sistemas que entienda la dinámica interna del mismo, el papel de cada parte en su composición y el funcionamiento del todo. Esto es, una ciencia que no atomice la realidad, que no la reduzca a sus partes elementales, pues imposibilitaría su comprensión. Esta es la propuesta del nuevo paradigma.
Este enfoque refuerza la visión del inciso A, ya que, vista la realidad como un sistema, la ciencia misma es un subsistema integrado en el sistema de la cultura humana y, como sistema abierto, aquél se realimenta de los elementos que le provee la cultura, elementos que forman parte de la estructura teórica del sujeto que hace ciencia, ello permite afirmar, una vez más, que la ciencia es una actividad donde el sujeto, su cultura y su historia personal, tienen un papel activo.
El estudio de sistemas dentro de este paradigma echa mano de esquemas no lineales.
Ya mencionamos en líneas anteriores que Newton introdujo el empleo de ecuaciones diferenciales lineales para explicar los fenómenos bajo un esquema causa-efecto. Así, estas ecuaciones describen el grado de cambio experimentado por un fenómeno en proporción a su causa.
Pero en una realidad concebida como un todo sistémico, interconectado y complejo, estas ecuaciones lineales no resultan útiles. Para ello se echa mano de las ecuaciones no lineales que se aplican a cosas discontinuas que no siguen el esquema causa-efecto. “En una ecuación no lineal, un pequeño cambio en una variable puede surtir un efecto desproporcionado y aun catastrófico en otras variables” (Briggs y Peat, op.cit. :23).
Mientras en las ecuaciones lineales la solución de una ecuación permite prever posibles soluciones futuras en circunstancias similares, las soluciones no lineales no se comportan igual y tienden a ser individualistas, por lo que impiden a los investigadores realizar predicciones.
“...en el mundo no lineal –que incluye la mayor parte de nuestro mundo real- la predicción exacta es práctica y teóricamente imposible” (Ibidem. :24).
La mayoría de los sistemas del mundo son no lineales, esto es, impredecibles, dramáticos y violentos, pues un pequeño cambio en un parámetro puede variar la solución poco a poco o de golpe, hacia un tipo totalmente nuevo de solución. Por ello estos sistemas no son deterministas, no están controlados por leyes causales sino por leyes de probabilidad.
Es así como se comportan la mayor parte de los fenómenos de nuestro mundo: el pensamiento, las nubes, las tormentas, la estructura de las galaxias, la creación de un poema, la propagación de un incendio forestal, los terremotos, los orígenes de la vida y la evolución.
La no linealidad, el comportamiento no causal, desecha la idea de un mundo simple, ordenado y determinista y nos habla de complejidad, caos y azar.
LA COMPLEJIDAD Y EL CAOS.
La introducción de la idea de complejidad en el nuevo paradigma rompe con el esquema tradicional de una realidad simple que pone orden en el universo, persigue el desorden y, en aras de ello, acaba con la concepción de un mundo integrado al descomponerlo en sus partes en busca del orden detrás del caos y la complejidad aparente.
“Dicho de otro modo, se pensaba que el caos era el resultado de una complejidad que teóricamente se podía desnudar hasta sus ordenados cimientos” (Ibid. :14).
La complejidad la concibe Edgar Morin como “...un tejido (complexus: lo que está tejido en conjunto) de constituyentes heterogéneos inseparablemente asociados: presenta la paradoja de lo uno y lo múltiple. (...) la complejidad es, efectivamente, el tejido de eventos, acciones, interacciones, retroacciones, determinaciones, azares, que constituyen nuestro mundo fenoménico” (Morin, op.cit. :32). Implica lo enredado, lo inextricable, el desorden, la ambigüedad y la incertidumbre, por ello no es extraño que el hombre la rechace y tienda a racionalizarla buscando su simplificación.
Pero la complejidad no elimina a la simplicidad, por el contrario la integra: “...la complejidad aparece allí donde el pensamiento simplificador falla, pero integra en sí misma todo aquello que pone orden, claridad, distinción, precisión en el conocimiento. Mientras que el pensamiento simplificador desintegra la complejidad de lo real, el pensamiento complejo integra lo más posible los modos simplificadores de pensar, pero rechaza las consecuencias mutilantes, reduccionistas, unidimensionales y finalmente cegadoras de una simplificación que se toma por reflejo de aquello que hubiere de real en la realidad” (Ibidem. :22).
Así, vemos que la complejidad hace convivir y cooperar elementos contrarios: complejidad y simplicidad, determinación y azar, orden y desorden, unidad y multiplicidad.
El nuevo paradigma acepta la complejidad del mundo y las implicaciones tanto tiempo rechazadas por el paradigma clásico: la existencia del azar y del desorden en el mundo.
La complejidad comprende indeterminaciones y fenómenos aleatorios, está relacionada con el azar. Así, coincide con un aspecto de incertidumbre, sea en los límites de nuestro entendimiento sea al interior de los fenómenos mismos. “Pero la complejidad no se reduce a la incertidumbre, es la incertidumbre en el seno de los sistemas ricamente organizados” ( Ibid. :60). La incertidumbre se liga a una mezcla de orden y desorden.
Como vimos, con la segunda Ley de la Termodinámica se descubrió que el Universo tiende a degradarse, esto es, que camina inexorablemente hacia el máximo desorden y, sin embargo, en el universo hay sistemas que desafían la entropía organizándose, complejizándose y desarrollándose, concretamente los sistemas vivientes.
Por algún tiempo se salvó esta aparente paradoja asegurando que existía una diferencia entre la organización física que tendía a la degradación y la organización viviente que tendía al desarrollo. Pero se olvidaban que la degradación también concierne a la vida, pues la vida es un progreso que se paga con la muerte: numerosos individuos tienen que morir para que una especie sobreviva y evolucione. El desorden empapa todos los ámbitos del Universo.
El paradigma de complejidad acepta que el desorden y el orden, siendo enemigos, cooperan para organizar al Universo. Morin emplea una analogía para explicar esta paradoja: “A menudo, en el punto de encuentro entre un flujo y un obstáculo, se crea un remolino, es decir, una forma organizada constante y que se reconstituye sin cesar a sí misma; la unión del flujo y el contra-flujo produce esa forma organizada que va a durar indefinidamente, en la medida en que el flujo dure y el obstáculo esté allí. Es decir que un orden organizacional (remolino) puede nacer a partir de un proceso que produce desorden (turbulencia)” (Ibid. :92)
Esta idea se vio reforzada con la Teoría del Big-Bang sobre el origen del universo a raíz de una explosión cósmica (caos), y su destino final, ya sea hacia otra explosión o hacia la muerte térmica: “el universo comienza con una desintegración, y es desintegrándose que se organiza” (Ibid. :93) Se trata de una concepción propia de la complejidad, a decir de este autor, pues implica unir dos nociones que lógicamente debían excluirse: orden y desorden.
Esta idea es parte también de los sistemas biológicos, que toleran más desórdenes que los físicos, ya que los organismos viven gracias a un desgaste continuo de sus células que son renovadas sin cesar (igual que la sociedad vive de la muerte de sus individuos). Así que se vive a costa de morir y rejuvenecerse sin cesar: el orden es producto del desorden, hasta que, finalmente, el proceso de rejuvenecimiento se entorpece, se desorganiza, y sobreviene la muerte: la vuelta al desorden.
Esta contradicción es parte de la complejidad, como lo es la contradicción entre lo uno y lo múltiple, pues la totalidad no existiría sin sus componentes a la vez que los componentes no son explicables si no es desde la totalidad.
D. TODA INTERPRETACIÓN SERÁ RELATIVA, PROVISIONAL Y AÚN INCOMPLETA.
La noción de verdades relativas y provisionales en la ciencia fue introducida por todos aquellos filósofos que, criticando el inductivismo y el esquema positivista, introdujeron teorías de la racionalidad científica que negaban el carácter absoluto del saber científico, el progreso lineal de la ciencia y el carácter acumulativo de sus verdades y, en cambio, propugnaban por un avance a través de rupturas que implicaban la aparición de “nuevas verdades” y por un sentido histórico de estas verdades de la ciencia.
Para la nueva ciencia la noción de verdad tiene una dimensión temporal, relativizándola al patrimonio de registros acumulados en un cierto momento de la historia. Esto obliga a hablar no de verdades absolutas sino relativas y provisionales.
“La ciencia está únicamente en condiciones de ayudarnos a obtener verdades relativas, siempre parciales, siempre discutibles, siempre revisables: ella permite hablar de verdad absoluta sólo como límite del proceso efectivo empeñado en la búsqueda de ulteriores verdades relativas” (Geymonat, 1993:105).
La noción de verdad relativa es una verdad que se completa, se profundiza, esto es, avanza. Es una verdad dinámica, distinta de la mera contemplación de verdades absolutas.
Otro elemento importante, que autores como Morin se preocupan en aclarar, es que la complejidad plantea en el conocimiento del mundo empírico la incertidumbre, la incapacidad de lograr certeza, de formular una ley, de concebir un orden absoluto. Y en el orden lógico plantea la incapacidad de evitar contradicciones.
Mientras que en la visión tradicional una contradicción en un razonamiento implicaba dar marcha atrás e iniciar uno nuevo, en la visión compleja las contradicciones no son vistas como errores, sino como el hallazgo de una capa profunda de realidad que, por lo mismo, no puede ser traducida a nuestra lógica. Por ello, aunque percibamos la complejidad del mundo no necesariamente nuestro conocimiento llegará a la completud.
Curiosamente, nos dice este autor, pensamos que una visión compleja de la realidad nos lleva automáticamente a una visión completa de la misma, pues salimos de la concepción unidimensional, parcial y, por lo consiguiente, pobre de la realidad, para pisar el terreno de lo multidimensional, polifacético, holístico, que debe proporcionarnos una visión más amplia y, por lo tanto, más completa. Sin embargo, “...en otro sentido, la conciencia de la complejidad nos hace comprender que no podremos escapar jamás a la incertidumbre y que jamás podremos tener un saber total: <<la totalidad es la no verdad>>” (Morin, op.cit. :101).
Y termina diciendo: “Estamos condenados al pensamiento incierto, a un pensamiento acribillado de agujeros, a un pensamiento que no tiene ningún fundamento absoluto de certidumbre” (Ibid. :101). G
BIBLIOGRAFÍA
Briggs, John y F. David Peat (1994) Espejo y Reflejo. Del caos al Orden. Guía ilustrada de la Teoría del Caos y la Ciencia de la Totalidad Edit. Gedisa. Grupo ciencias naturales y del hombre. Subgrupo Divulgación científica Vol. 10 2ª. Edición. Barcelona. 222 pp.
Geymonat, Ludovico (1993) Límites Actuales de la Filosofía de las Ciencias Edit. Gedisa. Colección Límites de la Ciencia #9 2ª edición. Barcelona. 181 pp.
Masterman, Margaret. (1975). “ La Naturaleza de los Paradigmas” en La Crítica y el Desarrollo del Conocimiento. Lakatos, Imre y Alan Musgrave (editores). Actas del Coloquio Internacional de la Ciencia celebrado en 1965. Ediciones Grijalbo. Colección Teoría y Realidad Londres.
Morin, Edgar (1998) Introducción al Pensamiento Complejo. Ciencias Cognitivas. Edit. Gedisa Colección Hombre y Sociedad. Serie CIA.DE.MA. 2ª reimpresión. Barcelona. 165 pp.
Pérez Tamayo, Ruy. (1989) Cómo Acercarse a la Ciencia. Consejo nacional para la Cultura y las Artes/ Edit. Limusa y Noriega. Gobierno del Estado de Querétaro. México. 150 pp.
Prigogine Ilya e Isabelle Stengers. (1983) La Nueva Alianza. Metamorfosis de la Ciencia. Alianza Universidad. Madrid. 287 pp.
Thuillier, Pierre (1990) De Arquímedes a Einstein. Las Caras Ocultas de la Invención Científica. Alianza editorial/Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. México. 538 pp.
Fe de erratas: en la edición anterior apareció en la página 17 como inciso g) el nombre de: Teoría de la Complejidad , debe decir, Teoría de la Complementariedad de Niels Bohr.
Uno de estos reacomodos del paradigma clásico radica en el hecho de que la ciencia newtoniana aún es aceptada en Física como una verdad aplicable a las realidades de los objetos físicos de dimensiones “normales”, mientras que en el ámbito de lo muy pequeño y de lo muy grande aplican otro tipo de explicaciones como las de la Mecánica Cuántica y la Teoría de la Relatividad.
“Los únicos objetos cuyo comportamiento es verdaderamente <<simple>> pertenecen a nuestro propio mundo (...) son los primeros objetos que fueron escogidos por la ciencia newtoniana: planetas, cuerpos que caen, péndulos. La ciencia clásica había elegido, cuidadosamente, sus objetos en este rango intermedio. Ahora sabemos, sin embargo, que esta simplicidad no es el sello distintivo de lo fundamental y que no puede ser atribuida al resto del mundo” (Prigogine y Stengers, op.cit.:207-208).
Y Edgar Morin dice: “...esas dos complejidades (las tratadas por la teoría de la Relatividad y la Teoría Cuántica ) eran rechazadas a la periferia de nuestro universo (...). Entre ambas, en el dominio físico, biológico, humano, la ciencia reducía la complejidad fenoménica a un orden simple y a unidades elementales” (Morin, op.cit.:58-59).
|