¿Cómo entender a un ser humano que no tenga la necesidad de sentirse parte de una sociedad? ¿Cómo entender que no desee modificarla ni contemple su inserción en ella como signo de posibles cambios? ¿Cuál es la dimensión de nuestra ausencia? ¿Desde dónde posicionarnos para articular un proceso histórico sin personas que vivan su proceso histórico como propio? ¿Qué debemos hacer para apelar a la capacidad de los hombres de cambiar el rumbo de sus sueños? ¿Qué hacer para que sintamos que formamos parte de la historia de nuestro tiempo? ¿Quién podrá despertarnos del letargo de la rutina? ¿Quiénes nos hablarán de la necesidad de actuar, desde nuestras profesiones, con una mirada hacia la sociedad? ¿Quiénes asumirán la función de reflexionar acerca de las acciones humanas? Por estas preguntas caminaban mis ideas cuando descubrí que, para llamarnos profesionales, debemos tener la certeza de nuestro compromiso con el mundo que nos rodea. Entonces, la palabra se hizo poesía y pensé en la profesión de los poetas, profesión sin título ni cédula profesional, pero con el valor, muchas veces, para hacerse cargo de la propia y la ajena historia, aquella que no culmina si no es en conjunto, porque la sociedad debe ser la protagonista.

De profesiones a profesiones, los poetas, entre nosotros, no son considerados profesionales; solamente son, por algunos, la representación de la bohemia, de los que miran las estrellas y dejan pasar la vida envueltos en su mundo; sin embargo, son, también, imagen de las palabras que nos envuelven, muchas veces discretamente, en nuestras más íntimas reflexiones…aun en aquéllas que no nos animamos siquiera a pensar en silencio.

En esta reflexión, cito a un gran profesional de la palabra: Pedro Palacios, Almafuerte, quien afirma en su poema “Sin tregua”:  

¡Levántate holgazán!...

¿Ves el conjunto,

la gloriosa verdad de las estrellas?

Pues sabe que sin ti, sombra, trasunto,

dejarían de andar y ser bellas;

porque basta que ceda un solo punto

para verlas caer a todas ellas.

 

¡Levántate holgazán, vibre tu pulpa

peligra el Universo por tu culpa!

 

Nadie te dice, nadie, que no sueñes,

y la luz de otros tiempos no vislumbres,

que sin haber subido te despeñes,

y a vivir despeñado te acostumbres.

 

La verdad es un molde, es un diseño

que rellena mejor quién más delira,

¡Qué la ciencia es brutal y que no sueña!

¡eso lo afirma el asno que la enseña!

 

Ten una vez hermano, la inmodestia

de pensarte más hombre que una bestia.

 

¡Levántate holgazán, vibre tu pulpa

peligra el Universo por tu culpa!

 

Si hablamos de la función social en la que deben enmarcar su labor cotidiana los profesionales, vemos que el letargo y la apatía de muchos se distingue de la conciencia y la reflexión de aquéllos que no permiten que se opaque al ser humano, porque el individuo ha encontrado, en la palabra, en los profesionales de la palabra, la forma de narrar la propia historia, la que debe ser vivida y contada.

Por ello, porque muchas veces perdemos nuestra capacidad de sensibilizarnos frente al compromiso que implican las prácticas sociales y los objetivos de equilibrio y bienestar que conllevan, va mi homenaje a los poetas quienes, con el lenguaje, juegan el juego que nos recuerda que ninguna profesión es tan importante como la que el ser humano debe cumplir, en su tiempo y en su entorno: ser un sujeto con una clara función social, que emprenda acciones concretas dirigidas hacia el bienestar de su comunidad.

¡Levántate holgazán!... ¿Ves el conjunto,

la gloriosa verdad de las estrellas?

¡Levántate holgazán, vibre tu pulpa

peligra el Universo por tu culpa!