Por: Gabriela Scartascini Spadaro
Estados Unidos, Japón, Canadá, Reino Unido,
Alemania, Italia, Francia y Rusia forman el G-8, grupo de
las naciones más industrializadas con poder para intervenir
y modificar el sistema económico mundial.
En el mes de julio, fue anunciada la siguiente propuesta:
“El primer ministro británico Tony Blair propondrá
la sustitución del actual del Grupo de los Ocho países
más industrializados (G-8) por un nuevo Grupo de los
13 (G-13), que incluiría a México, Brasil, China,
India y Sudáfrica (…) Con esta iniciativa, Blair
busca garantizar los acuerdos multilaterales en sectores como
el comercio, el cambio climático y los conflictos geopolíticos
como el de Irán” (El Universal, 2006).
En este nuevo formato multinacional, no se mencionan como
prioritarios los convenios relativos al área de la
educación, sostén del desarrollo reflexivo y
autogestivo de cualquier país. Tomando en cuenta la
posibilidad de la conformación de este grupo, ¿puede
México (o Brasil o India…) pensar o suponer que,
por pertenecer al G-13, entonces tenemos un país industrializado?
Vale la pena realizar una lectura de la actualidad educativa
para saber en qué posición nos encontramos y
cuál es nuestra realidad a la hora de lograr una banca
entre los países más industrializados del globo.
Equidad. Calidad. Educación para todos
En el pasado mes de febrero, el Presidente de la República,
Lic. Vicente Fox, señaló que la educación
debe ser equitativa “en el sentido de que todo mundo
en el país pueda alcanzar su propio proyecto educativo,
sin que interfieran limitantes como la carencia de recursos
económicos u otros (…) Necesitamos poner fin
a la pobreza en nuestro país y yo no conozco mejor
herramienta e instrumento para ese propósito que la
educación (…) Necesitamos poner fin a la inequidad
y a la mala distribución del ingreso y la riqueza que
hay en nuestro país.” (Fox, 2006)
Como parte de la inequidad que aún persiste en el
sistema educativo mexicano, la Coordinadora General de la
Comisión Nacional para los Pueblos Indígenas,
preocupada por la situación de desamparo en la que
se encuentran las indígenas, señala que más
de 630,000 mujeres son monolingües y el rezago crece,
cada vez más, conforme se desarrollan los niveles educativos.
Con base en estos parámetros, concluye: “Sin
el beneficio de una segunda lengua y sin instrucción
escolar, las mujeres indígenas no sólo quedan
al margen de mejores oportunidades de empleo, sino que además
se encuentran en franca desventaja. No conocen sus derechos
y, en consecuencia, no pueden ejercerlos. Esto se traduce,
a su vez, en más pobreza y en mayores desventajas respec¬to
de los hombres de sus comunidades” (Gálvez, 2006).
En esta situación de rezago mencionada, se encuentran,
desde ya, los grupos más vulnerables –indígenas,
campesinos y migrantes-. El Programa Nacional de Educación
-PNE- (2001) destaca entre sus postulados que “una educación
de calidad desigual, no puede ser equitativa, aunque atienda
a todos los que la demandan” y reafirma: “Por
ello la cobertura y la equidad todavía constituyen
el reto fundamental para todos los tipos de educación
en el país”
La historia está por venir pero, hoy por hoy, vemos
cómo conceptos como “instrumentos de exclusión
social”, “desigualdad educativa” y “rezago
educativo” son los conceptos ligados a la imposibilidad
de un acceso a la educación con equidad y calidad (PISA,
2005). Estamos todavía lejos de los logros pues, de
acuerdo con estudios realizados (González et al., 2005),
tanto en cuestiones socioeconómicas, como de género
y regionales (situacionales), el acceso a la educación
en México es limitado y “es imposible que el
país logre un sano desarrollo si no se establecen verdaderas
políticas de equidad”.
México en el mundo
En el año 2005, el Proyecto Regional de Indicadores
Educativos de la Cumbre de las Américas -PRIE-, presentó
su informe acerca de la situación de América
Latina respecto de la educación. En él, se visualiza
una imagen conjunta cuyas conclusiones se expresan de la siguiente
manera: “Si bien los países han desarrollado
esfuerzos muy significativos en los últimos años,
y los niveles de progreso observados son, en un grupo importante
de casos, muy significativos, son pocos los que muestran una
situación particularmente auspiciosa respecto del logro
de las metas educativas de la Cumbre de las Américas”.
La Declaración de Moscú (2006), realizada por
los Ministros de Educación del G8, y avalada por representantes
de países como México, China, Brasil, la OCDE,
el Banco Mundial y la UNESCO, enfatizan, entre sus postulados
básicos: “the importance of equitable access
to quality education at all levels, underlining that excellence
and equity should be mutually reinforcing”.
La mencionada Organización para la Cooperación
y el Desarrollo Económico -OCDE-, luego de evaluar
el proceso histórico de la educación en México
(OCDE, 2005a), reflejó sus conclusiones acerca del
panorama que se registra en la actualidad (OCDE, 2005b): “Con
niveles de gasto relativamente bajos, México compromete
la mayoría de sus recursos al gasto corriente. Lo que
deja poco espacio para mejorar la infraestructura educativa
(…) El panorama general de la educación en México
que surge del Panorama de la Educación 2005 es de un
sistema que enfrenta muchos problemas, deficiente tanto en
el nivel de educación de la población como en
términos de la calidad del aprendizaje del estudiante
en las escuelas, pero uno en donde se están invirtiendo
recursos considerables”.
Más allá de los buenos augurios y los deseos
de bienestar, equidad y educación para todos de los
organismos nacionales e internacionales, vemos que, en la
actualidad, conceptos como pobreza, trabajo infantil, rezago
educativo y deserción escolar forman parte sustancial
de la realidad de muchos países en los que existe un
gran deuda interna respecto del acceso a la educación
con equidad y calidad.
“Si un sistema educativo…”
A todos nos afecta la política respecto de ataques
al medio ambiente, así como los procesos históricos
que producen consecuencias violentas a través del efecto
mariposa; sin embargo, los indicadores son claros respecto
de la posición que ocupa México respecto del
G-8 y cuáles son las necesidades e intereses a los
que debe enfocarse.
El Programa Nacional de Educación 2001-2006 afirma:
“Si un sistema educativo no logra asegurar el derecho
a una educación básica de buena calidad para
todos, y las condiciones para acrecentar, hacer accesibles
y diversificar las oportunidades de formación para
la vida y el trabajo, actuará como instrumento de exclusión
social”.
Para los países del G-8, conceptos como calidad, equidad,
cobertura y rezago educativo no son temas prioritarios; ellos
discuten otras cuestiones. Por otra parte, si esas mismas
cuestiones afectan a México, su realidad presenta una
complejidad distinta respecto de los países más
industrializados del planeta. De ingresar al G-13, México
no debe perder su capacidad para definir sus prioridades así
como las necesidades básicas que se reflejan en su
proceso histórico pues, tal como afirma Edgar Morín
(1999): “Interrogar nuestra condición humana,
es entonces interrogar primero nuestra situación en
el mundo”.G
Bibliografía de referencia
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a Indicadores con perspectiva de género para los pueblos
indígenas de Patricia Fernández Ham, México,
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Consultado en el mes de junio de 2006.
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