Asunto de Dos

Francisco Paz Domínguez

Es emocionante asistir a una graduación y ver una sonrisa en los alumnos cuando mencionan sus nombres y reciben de manos del director de la escuela el diploma donde consta que han dejado de ser alumnos pasando al nivel de egresados.

Advertir en los ojos de los padres de familia lágrimas sinceras y un brillo de orgullo, simplemente por que sus hijos han cumplido con una meta anhelada, es también muy satisfactorio.

Después de la ceremonia, vienen las acostumbradas felicitaciones los abrazos y buenos deseos. Besos por aquí, felicitaciones por allá. Que córrele para la foto del recuerdo; que ponte de acuerdo para organizar el festejo y mucho más.

Todo esto resulta muy desgastante, quizá porque es justo el momento que se aflojan verdaderamente todas las tensiones acumuladas a lo largo no sólo de los últimos meses, si no de toda la carrera.

Reconocemos entonces todo el sacrificio que nuestros alumnos realizaron para conseguir un título profesional: tareas, trabajos de investigación, desveladas, comidas sin horarios, dolores de cabeza, presiones a toda hora... Y el reconocimiento es total y enteramente para el alumno, pero ese esfuerzo no es un esfuerzo aislado.

Detrás de cada alumno hay un trabajo de muchas horas dedicadas y muchas personas involucradas.

En este punto es donde quiero hacer una reflexión:

Dentro de la universidad el elemento más importante y por el cual trabajamos, es el alumno, éste constituye nuestra razón de ser.

Todo esfuerzo que se realiza es con miras a satisfacer esa expectativa con la cual ingresa a la institución. Tratamos de darle todos los elementos necesarios para que pueda en un futuro desarrollarse en el ámbito laboral. Y, es justo agregar que como cliente, el alumno está en posición de exigir todo lo que crea necesario para desempeñarse adecuadamente en su quehacer universitario. Sin embargo, no siempre logramos esa plena satisfacción y, a veces salimos muy mal librados.

 

Me ha tocado en muchas oportunidades escuchar las altas exigencias que tienen los alumnos hacia la universidad, y me cuestiono ¿qué es realmente lo que hacemos por ellos?

No obstante, considero también que esta pregunta no puede enunciarse en un solo sentido, sino que ha de ir aunada a otra: ¿qué hacen los alumnos por su universidad? La educación es asunto de dos.

Para que pueda darse el proceso educativo de nivel superior, es necesaria la interacción dos partes: la institución, la universidad como ente formadora, y los alumnos como participantes activos y co-responsables del proceso de aprendizaje (de conocimientos, actitudes, aptitudes, valores... )

Un maestro no puede trabajar sin la colaboración de sus alumnos, no importa que éstos cubran puntualmente una colegiatura que les da derechos, pues ser estudiante conlleva también un cúmulo de obligaciones que se deben cumplir.

Al momento de ingresar a la universidad, el estudiante debe estar conciente de a dónde llega, cómo llega y por qué llega. Sinceramente no creo que un alumno esté en la universidad contra su voluntad. Todos tienen una razón, la que sea y, si ya están aquí, ¿por qué no trabajar en forma conjunta con profesores y autoridades para que este esfuerzo y la sinergia 1 que se crea con él, se oriente hacia una sola dirección?

Debemos recordar que todos estamos vestidos con los mismos colores y que portamos el mismo escudo y que nuestra tarea es proporcionar a la sociedad personas preparadas, capaces de aportar desarrollo y progreso en su entorno: ¡es momento de trabajar en conjunto!, tener bien presente hacia dónde vamos y qué necesitamos hacer para llegar. La universidad tiene hoy más que nunca un compromiso con el alumnado para alcanzar los objetivos planteados al inicio. Ciertamente los resultados no se verán en un corto plazo, pero serán en beneficio de los alumnos, los egresados y la institución.

Recuerdo que cuando estudiaba la licenciatura, mi escuela, era una de las más viejas dentro del Politécnico, sus instalaciones tienen más de 150 años, la construcción realmente reflejaba su antigüedad, contaba con sólo 4 edificios, -uno de ellos resultó dañado en el terremoto del 85 y se cerró un año, para dolor de los que cursábamos la licenciatura de relaciones comerciales, pues ese era nuestro edificio- una biblioteca y un auditorio deteriorado, no había sala de cómputo y los laboratorios de idiomas nunca los usé por que no servían. El último año que estuve ahí empezaron los cambios, se reabrió nuestro edificio, totalmente remodelado, incluso con salas para presentaciones y un pequeño auditorio que, afortunadamente pude usar. Se construyeron tres edificios más, se remodeló tanto la biblioteca como el auditorio, se construyó una cafetería, se abrió una sala de cómputo y se modernizaron todo los edificios, incluso, el hall principal cuenta con una fuente de cristal con el escudo grabado. A excepción de mi edificio, todo lo demás no lo disfruté, le tocó a las nuevas generaciones, y sin embargo me siento orgulloso de mi escuela, a pesar de tantas limitantes con las cuales nos tocó vivir la vida universitaria.

Éste artículo tiene la finalidad de crear conciencia en derredor de nuestra institución, no importando cuan limitados estemos, realmente quien quiere progresar, no se detiene ante nada.

Nosotros los docentes y autoridades estamos trabajando, ¿y tú, alumno?, ¿qué estas haciendo por tu universidad?, recuerda: ¡es asunto de dos!

1 La sinergia puede definirse como suma de inteligencias.


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NO. 8