¿Qué es el capitalismo y cuál es su relación con la ciencia?
Claudia Tamariz García
Caracterización del Sistema Capitalista.
Podemos afirmar que la ciencia como modo de conocer privilegiado en la sociedad moderna, tiene fuertes vínculos de influencia mutua con el surgimiento del sistema capitalista. Y en tal afirmación no nos olvidamos de la existencia de otras formaciones sociales modernas que también han fundamentado su crecimiento económico y su cosmovisión del mundo en la ciencia (aún cuando su fundamento económico e ideológico sea totalmente contrario al capitalismo), y al seno de las cuales la ciencia ha encontrado cobijo e impulso. Nos referimos concretamente al sistema socialista.
Por ello, antes de iniciar esta caracterización del sistema capitalista, es importante aclarar que el elemento central que unirá al capitalismo con la ciencia es la industrialización . El impulso a la producción industrial, obra original del sistema capitalista, lo vinculará con la ciencia, por convertirse ésta en uno de los elementos esenciales del boom industrial; y es la industrialización un elemento común en las sociedades modernas, no importando si se trata de una sociedad capitalista o socialista.
Nos dice Habermas al respecto: “El capitalismo (...) ha dado lugar al industrialismo, que después, pudo ser desligado del marco institucional del capitalismo y asentado sobre marcos distintos que los de la revalorización del capital en términos de economía privada” (Habermas, 1992:74)
Y Víctor Manuel Gómez opina, refiriéndose al ideal de progreso por la vía del industrialismo, que éste sufrió severas críticas por parte de muchos teóricos, incluidos Marx y Engels; sin embargo, éstas se dirigieron a sus efectos negativos, pero en sí el industrialismo nunca fue cuestionado. (Gómez, s/f)
Para estos pensadores, eliminándose cuestiones como la propiedad privada de los medios de producción, podía confiarse en el industrialismo como vía de progreso social.
Y, como lo veremos más adelante, el éxito del industrialismo radica en gran parte en el empleo de la ciencia y la tecnología modernas.
De hecho, la ciencia es un modo de conocer característico de las llamadas sociedades modernas , entre las que se cuentan las sociedades socialistas.
El Capitalismo: el impulso por acumular riqueza en forma de capital.
Para iniciar la caracterización del sistema que nos ocupa, valdría la pena hacernos una pregunta inicial: Si el capitalismo se considera una formación social nueva en el tiempo a partir del fin de la sociedad medieval, ¿qué la distingue de sistemas sociales anteriores en el tiempo?
Robert Heilbroner (Heilbroner, 1989) parece tener una respuesta con la que coincidimos: el elemento más destacado del capitalismo, y que parte de su naturaleza más profunda, es que existe en él un impulso por extraer riqueza de las actividades productivas de la sociedad, en forma de capital .
Y es este corolario lo que marca la diferencia: en forma de capital.
La extracción de riqueza de las actividades productivas como un excedente, producto del trabajo, y canalizada hacia una clase privilegiada, es algo que el capitalismo tiene en común con las formaciones sociales del pasado, desde el nacimiento de las civilizaciones. Pero existe una importante diferencia entre el excedente en estas sociedades y el excedente en el capitalismo.
En las sociedades denominadas pre-capitalistas el excedente constituye riqueza en forma de bienes y servicios suntuarios, despliegue de fuerza armada, edificios religiosos y civiles... esto es, riqueza como valor de uso.
En cambio, en el capitalismo esta riqueza (como excedente de la producción) no tiene un fin en sí mismo, sino que es un medio para recoger más riqueza: es un valor de cambio: el capital.
Leo Huberman distingue entre las sociedades pre-capitalistas y las capitalistas, porque las primeras venden para comprar y consumir , mientras que las segundas compran para vender y hacer ganancia. (Huberman, 1973)
Así, mientras para las anteriores formaciones sociales la riqueza estaba representada por objetos físicos, para el capitalismo está en las cosas materiales sólo transitoriamente, en realidad se trata de un proceso dinámico que emplea cosas materiales en ciertos momentos, dinero en otros, para continuar en movimiento, este proceso Marx lo describió como un ciclo: Dinero – Mercancía – Dinero (D-M-D).
“... el capital no es una cosa material sino un proceso que utiliza cosas materiales, como momentos de su existencia continuamente dinámica. Es además, un proceso social, no un proceso físico” (Heilbroner, op.cit.:33)
De hecho, el capital asume principalmente la forma física de dinero , pero el dinero en sí mismo no es capital, para ello requiere ser “dinero – en - uso” y su significado sólo puede entenderse como parte de un proceso social en expansión:
“...el capital (es) (...) un tejido de actividades sociales que permiten que la continua metamorfosis D-M-D tenga lugar” (Ibid.: 34)
La actividad original de donde nació el capitalismo fue el comercio, reactivado al final de la Edad Media gracias al contacto con Oriente y que se convirtió en una empresa de grandes proporciones en los siguientes siglos, gracias a la cual los comerciantes obtenían una ganancia a partir de adquirir un producto y venderlo más caro (M-D-M), pero pronto se descubrió que la acumulación de capital como este proceso de generación de más dinero a partir de dinero, resultaba más eficaz a través de otra actividad económica: la producción.
Y es que en el capitalismo industrial, el capital, que Ernest Mandel entiende como ”... un valor al que se le agrega una plusvalía (ganancia)...” (Mandel, 1981 :42), deja de ser sólo un intermediario en el intercambio de mercancías (M-D-M), como ocurría en el periodo anterior, netamente comercial, y penetra en la producción de bienes. Esto significa que el capitalismo no se limita al intercambio de mercancías, sino a su creación.
Ahora bien, una característica fundamental del capitalismo es que este impulso por acumular capital convirtió a éste último en un proceso alrededor del cual se organiza y disciplina la sociedad.
Pero para que ello ocurriera debieron presentarse ciertas condiciones sociales que Huberman y Heilbroner identifican como:
La aparición de una clase orientada al capital: los comerciantes, quienes adquirieron una posición estratégica en la sociedad de la última parte del medievo, como ya lo vimos en el segundo capítulo, y que después dedicarán sus esfuerzos a la industria, monopolizando los medios de producción.
Una acumulación originaria de capital por parte de este grupo, es decir, una retención de capital que les permitiera, a posteriori, encender el motor de la industrialización. Hecho que fue posible durante la llamada Revolución Comercial , gracias a la expansión política y comercial de ciertos países europeos hacia las tierras recién descubiertas de América y hacia los territorios de África y Asia, pero también gracias a la conquista, la piratería, el saqueo y la explotación de dichas tierras.
La aparición de una clase trabajadora, y es que “El capital no puede ser utilizado como capital, es decir para rendir una utilidad, hasta que haya trabajo suficiente para rendir esa utilidad” (Huberman, op.cit.: 208). Pero no existe un grupo social que desee libremente trabajar para otro, a menos que no le quede otro remedio. Así, mientras los maestros artesanos del gremio medieval fueron dueños de sus medios de producción: el taller, la materia prima y los instrumentos, no se convirtieron en mano de obra.
“Es solamente cuando los trabajadores no son dueños de la tierra ni de las herramientas –solamente cuando han sido separados de esos medios de producción- cuando van a trabajar para otros” (Ibid.: 209) con el objeto de obtener lo que necesitan para sobrevivir, entonces venden su fuerza de trabajo.
Así, diría Huberman, la historia de cómo se consiguió la fuerza de trabajo para la producción capitalista es la historia de cómo el capital despojó a los trabajadores de sus medios de producción. Despojo que se llevó a cabo gradualmente cuando:
Se despojó a los campesinos de tierra, por parte de los terratenientes.
El sistema fabril fue acabando con los sistemas manuales de producción gracias al empleo de la división del trabajo y del uso de la maquinaria a vapor, que incrementaron la producción más rápidamente y a menor costo que los productos de los maestros artesanos independientes, quienes se vieron obligados a entrar a las fábricas como jornaleros, hecho que terminó de consolidarse en el siglo XIX.
Con el surgimiento de este proletariado industrial desaparecen las antiguas relaciones sociales de tipo feudal y aparecen otras nuevas determinadas por el dominio del capital.
Ernest Mandel resumiría estos eventos diciendo que el sistema capitalista se caracteriza por tres elementos: en primer lugar, la separación de los productores de los medios de producción; en segundo lugar, la monopolización de esos medios por un sola clase social; y por último, la aparición de otra clase que, al no tener recursos para subsistir, debe vender su fuerza de trabajo.
En base a esto, Mandel define al capitalismo como: “...un régimen en el cual los medios de producción se han convertido en el monopolio de una sola clase social, en el que los productores, separados de eso medios de producción son libres pero desprovistos de todo medio de subsistencia, y por consiguiente se ven obligados a vender su fuerza de trabajo a los propietarios de los medios de producción para subsistir”. (Mandel, Op. Cit.: 42)
Estos hechos erigen al capital como un elemento determinante en la caracterización del sistema social que nos ocupa y que por ello lleva su nombre, y es que el capital es parte constitutiva de la esencia del capitalismo en tanto determina en gran medida la conducta de sus miembros, al erigirse en un medio de dominación con dos caras:
Por un lado, dominación sobre hombres y mujeres desposeídos de los medios para subsistir.
Por otro lado, dominio sobre la conducta de los capitalistas, impulsándolos a acumular más y más capital.
Es importante aclarar, antes de continuar, que nuestra posición no es la de un determinismo económico en la que consideremos que una sociedad sólo puede ser entendida en términos de su estructura de producción. Todos los elementos sociales de la misma intervienen para darle su carácter y trayectoria histórica; sin embargo, de acuerdo a la formación social de que se trate, un elemento tendrá más relevancia que los demás para caracterizar al sistema social, y en el caso del capitalismo este elemento es de carácter económico, se trata del concepto de capital , que da nombre al sistema.
4.2.1.2 Acumulación de capital = ganancia
Hemos hablado ya de que la característica fundamental del sistema capitalista es el impulso por acumular capital.
Independientemente de que después analicemos las verdaderas razones de este impulso, por ahora veremos que la forma que adopta esta acumulación es la de una ganancia para el capitalista.
Las ganancias asumen diferentes formas bajo el capitalismo:
Las ganancias del comercio, cuando un comerciante adquiere una mercancía a cierto precio y la puede vender a un precio mayor. Esta forma de obtener ganancia ya existía antes del capitalismo y se intensificó durante sus primeras etapas.
La forma de ganancia específica bajo el capitalismo surge de la relación entre capital y trabajo en la producción, y toma la forma de un excedente derivado de la actividad de producir.
Ello es posible gracias a la existencia del trabajo asalariado , por el cual, teóricamente, los trabajadores son enteramente libres de iniciar o concluir una relación de trabajo, pero el hecho de que se trate de trabajo asalariado implica que el producto del trabajo del obrero no le pertenece a él (el obrero sólo recibe un pago por su trabajo –el salario- pero no el producto o el valor del producto del mismo), sino al capitalista, quien obtiene de ahí la ganancia.
Para explicar esto Marx distingue entre el trabajo como proceso (energía humana comprometida en la producción) y el trabajo como mercancía, esto es, como un objeto que puede ser vendido: la fuerza de trabajo.
De hecho, el trabajador pone su fuerza de trabajo en el mercado, vendiéndola a cambio de un precio (el salario) mismo que permite que dicha mercancía siga reproduciéndose (en tanto el salario permite al trabajador comprar un nivel de vida), pero esta transacción comercial implica que el capitalista recibe a cambio el producto de ese trabajo, y que, como mercancía, el precio de la fuerza de trabajo no dependa del valor de su producto sino de las leyes de oferta y demanda en el mercado laboral.
La existencia del salario, que arrebata al trabajador su derecho a reclamar como propio el producto de su trabajo, es el medio que tiene el capitalista para obtener un excedente, pues éste paga al trabajador menos del valor del producto, guardándose la diferencia.
La ganancia es así vista como el derecho capitalista a apropiarse cualquier residuo del valor del producto, después de haber pagado salarios y otros costos de producción.
Para los teóricos clásicos del capitalismo como Adam Smith y David Ricardo, esta desviación de una parte del valor creado por los trabajadores, hacia las manos del capitalista es un reconocimiento justo de la importancia de la función de este agente social, para acumular capital, echar a andar el sistema y generar riqueza a la nación.
“La fuente del excedente se encuentra entonces en la presencia de un margen regularmente recurrente entre el valor de mercado de las mercancías que el obrero produce (...) y los salarios necesarios para mantener la fuerza de trabajo del obrero, más los costos de los bienes de capital o de los materiales intermedios consumidos en el proceso de producción” (Ibid.: 63-64)
Este margen es llamado por Marx plusvalor o plusvalía, como el trabajo no pagado que recibe el capitalista por su posición dominante en el compromiso salarial.
Huberman sintetiza este proceso cuando establece que el circuito del capital es un: comprar para vender y hacer ganancia.
Y se pregunta:
¿Qué es lo que el capitalista compra?: la fuerza de trabajo del obrero.
¿Qué es lo que vende?: El producto del trabajo del obrero.
¿Cómo obtiene su ganancia?: Porque el trabajador recibe por su trabajo un precio menor al valor de lo que ha producido.
Una forma moderna de ganancia o acumulación de capital, es la innovación tecnológica, ya sea como la aparición de nuevos productos que proveen beneficios monopólicos al capitalista, aunque sean de corta duración; o como bienes de capital que reducen los costos de producción, aumentando el plusvalor.
Con la aparición de este tipo de ganancias en forma de innovación tecnológica, es menos evidente la explotación del trabajo como trabajo excesivo u obreros mal pagados.
Se presente bajo cualquiera de estas tres facetas, la acumulación de capital o ganancia, se manifiesta como residuos que pertenecen a los propietarios de capital y no a los propietarios de la fuerza de trabajo.
Así, el origen del excedente en el capitalismo pasó del comercio a la explotación del trabajo y de ésta a la innovación tecnológica, pero la característica fundamental es que dicho excedente, en forma de ganancia, siempre ha tenido el mismo beneficiario.
Y este hecho, en el fondo, es una forma disfrazada de dominación. “La ganancia es la sangre que da vida al capitalismo, no sólo porque es el medio por el cual los capitalistas individuales obtienen sus recursos para la expansión, sino también porque es la forma en que se evidencia la relación de dominación” (Ibid.:67)
La competencia.
Un rasgo distintivo de la acumulación de capital es la competencia entre capitalistas.
Y es que, a diferencia de la riqueza como valor de uso en sociedades pre-capitalistas, el capital, en su tránsito de D-M-D se encuentra en un continuo estado de vulnerabilidad, al ceder el dinero a un depósito común (el mercado) que es accesible a cualquier otro capitalista. En otras palabras, el capital sólo es poderoso si se encuentra en constante circulación, esto es, en la medida en que se reparte en salarios y compra materias primas para reconstituirse en mercancía, que debe ser vendida a un precio mayor, para devolver al capitalista su dinero más una ganancia. Pero cada capitalista que ha hecho lo mismo, busca ganar para sí la mayor parte del capital cedido por los otros capitalistas.
Esta “...continua disolución y recaptura es la esencia del proceso de competencia” (Ibid.:50)
La competencia opone a capitalistas entre sí, es una guerra social que conlleva un afán mayor de acumular riqueza, ya no sólo para adquirir ganancia, sino como forma de autopreservación para librarse, no de la muerte, sino de la disminución social.
Para vencer en esta competencia, se produce:
El desarrollo de mejoras en la mercancía para incrementar sus posibilidades de venta, por sobre las de los demás. Este desarrollo puede estar en una mejora en el proceso de producción, para hacerlo más eficiente, o en una mejora en la mercancía para hacerla más atractiva. En cualquiera de los dos casos se recurre a la tecnología. “...cada capitalista dispone del control de la tecnología que forja la mercancía mediante la cual el dinero debe ser recapturado, de tal manera que el estímulo sistemático y el desarrollo de las capacidades tecnológicas de todo tipo llegan a ser una consecuencia integral de la propia secuencia D-M-D” (Ibid.:53)
Un estímulo, aunque limitado, a maniobras de protección por parte del Estado, para evitar abusos.
La creación de una sociedad de consumo como parte de la búsqueda de recuperación y ganancia de más dinero, después de haberlo disgregado en mercancía.
La autorregulación del sistema
El empuje del impulso por adquirir riqueza y la competencia entre capitalistas establece una tendencia autordenadora, que es una característica general del capitalismo.
Los choques entre capitalistas en la competencia produce dos efectos que tienen la cualidad de disciplinar al sistema :
Los esfuerzos del capitalista por obtener riqueza se subordinan a las leyes del mercado, pues son las necesidades y deseos del público, y no de quien acumula capital, los que deben ser satisfechos.
Igualmente, el capitalista debe atenerse al mercado de salarios, rentas e intereses para llevar a cabo la producción.
Por ello, en una representación idealizada del capitalismo: “...el capitalista se convierte en un personaje sin ningún tipo de poder, forzado a aceptar los costos y los niveles de precios impuestos por procesos del mercado sobre los que no tiene ningún control.” (Ibid.:55)
Es así que los capitales, aparentemente sin poder alguno, proporcionan las bases para una autocorrección lógica del sistema.
Los trabajadores también tienen que competir por los empleos y salarios, sometiéndose a leyes de mercado de oferta y demanda de trabajo.
Ello obliga al obrero a adoptar una conducta similar a la del capitalista, de lucha por conseguir el dinero de la sociedad, aunque a otro nivel, y la consecución de esta riqueza le reportará también un cierto prestigio, aunque no poder.
Así, la competencia y las leyes del mercado establecen una disciplina de autorregulación en el sistema.
Sin embargo, a lo largo de la trayectoria histórica del capitalismo se ha demostrado que el mecanismo de autorregulación no es tan perfecto como parece y las sociedades capitalistas han entrado en crisis recurrentes, que han movido al Estado, aún contra los principios básicos del Liberalismo económico, a intervenir para sacarlo a flote.
El Régimen de capital.
Habiendo establecido que la característica principal del capitalismo es el impulso por acumular capital, Heilbroner se pregunta qué es lo que impulsa a los hombres a buscar este tipo de riqueza, y llega a la conclusión de que la riqueza da poder, pues implica el derecho de negar a los demás el acceso a los bienes que constituyen esa riqueza.
“ La riqueza es una categoría social inseparable del poder ” (Heilbroner, op.cit.: 41)
Y el poder lo entiende como la capacidad de ordenar y controlar a los demás.
Así, un hecho que es compartido por el capitalismo y las formaciones sociales anteriores a él, es que la riqueza tiene como finalidad aumentar el poder de una clase social.
En el centro del proceso social del capital (circuito D-M-D) existe un tejido de relaciones sociales entre los dueños del capital (capitalistas) y los trabajadores y estas relaciones se caracterizan por la dominación de los primeros.
Los capitalistas son la clase dominante por las desigualdades sociales existentes al interior del sistema, desigualdades debidas a las diferentes capacidades de los grupos sociales para procurarse los satisfactores que requieren. Pero este ejercicio de dominación y las desigualdades tienen una relación estrecha con el proceso de acumulación de capital, pues es el capital la forma de poder bajo el capitalismo.
Por ello el capitalismo es un sistema social en el que priva un régimen de capital.
“El capitalismo es el régimen del capital, la forma de soberanía que encontramos cuando el poder asume el notable aspecto de la dominación por quienes controlan el acceso a los medios de producción sobre la gran mayoría que debe obtener empleo, es decir, el sustituto capitalista del derecho tradicional del campesino a consumir alguna porción de su propia cosecha”. (Ibid.:46)
Pero la dominación del capital difiere de la dominación de otros tipos de autoridad social, especialmente del Estado, en que no posee la capacidad de utilizar la fuerza para obligar a alguien a entrar en tratos con él (vender su fuerza de trabajo o comprar sus mercancías). La fuerza coercitiva no es del capitalista sino del Estado; sin embargo, aunque no puede emplear la coerción directa, su dominio reside en el derecho legal de no vender sus mercancías, en el caso de un comerciante, aunque ello implique hambruna; o de negarse a ofrecer empleo a quienes no acepten sus condiciones, en caso de un industrial. Y también le da el derecho de retirar su capital si no obtiene una ganancia adecuada a sus expectativas.
Según los teóricos conservadores del capitalismo, ello no implica para el capitalista el ejercicio de ningún poder por sobre el del su contraparte, ya que el trabajador posee la libertad de rehusarse a vender su fuerza de trabajo, lo que implica otra clase de poder. De esta manera, la libertad de ambos de hacer uso de su propiedad (en un caso el capital, en el otro la mano de obra) excluye la posibilidad de explotación.
Sin embargo, como vimos en el apartado sobre la ganancia como excedente del trabajo industrial, aún persiste la desigualdad entre ambas partes, en tanto el capitalista, a través del pacto salarial, se apropia de la diferencia entre el salario y el valor del producto del trabajo de sus obreros y esta desigualdad es fundamento de poder.
POBRES
Además la libertad legal de negarse a hacer uso del capital le dota de un poder que no tiene comparación con el que podría tener el trabajador como propietario de su fuerza de trabajo.
Una muestra clara de que el poder en la relación económica radica en el capitalista, nos la explica Adam Przeworsky (Przeworsky, s/f)
Y es que, explica Przeworsky, en el capitalismo existen dos agentes: el capitalista y el trabajador, y ambos aportan su dotación para llevar a cabo la producción, en un caso el capital y en el otro el trabajo.
El hecho de que se trate de dotaciones de propiedad privada implica que ambos agentes tienen derecho de retirar sus aportes si no esperan una ganancia adecuada a sus expectativas, que mientras en el caso del trabajador se trata de ganancias que cubran sus necesidades básicas, en el caso del capitalista, estas ganancias deben sobrepasar ese nivel básico.
RICOS
En un sistema de este tipo, donde las dotaciones de las que depende la producción son privadas, el mayor poder lo tiene el capitalista, pues si se tratara de establecer, por ejemplo, un reparto más equitativo de las ganancias de la producción entre ambas partes, suponiendo que quizá un tercer agente como el Estado buscara lograrlo a través de recursos como los impuestos, el capitalista retiraría sus donaciones en vista de que no iba a alcanzar las ganancias esperadas, provocando desempleo, crisis económica e incluso hambruna .
Es claro entonces que el capitalista utilizará sus recursos al máximo únicamente si recibe todo el rendimiento que esté por encima del nivel de subsistencia del trabajador. En otras palabras, su posesión privada sobre el capital, le otorga el poder de negarle a otros el acceso a la riqueza (ganancia). Sin embargo, dentro del sistema, existe la paradoja de que la “clase dominante” debe someterse a las fuerzas del mercado.
Un elemento importante del Régimen de Capital es la relación que existe entre la esfera económica y el Estado.
En regímenes de sociedades anteriores, el ámbito político y el económico estaban estrechamente vinculados: el Estado ejercitaba su poder para dirigir la producción y la distribución, esto es, poseía dominio político y económico, de hecho sólo existía el ámbito político.
Para que surgiera el ámbito económico fue necesario que el Estado cediera una parte de su soberanía al final de la Edad Media, con el florecimiento de las ciudades, al reconocer la existencia autónoma del comercio y la producción, dentro (y fuera) de su territorio.
A partir de entonces surgieron dos ámbitos independientes:
El Estado, que retuvo el poder militar y el monopolio sobre la violencia legal.
La esfera económica, sin reconocimiento formal de hecho, que tuvo la tarea de organizar y supervisar el trabajo de la población y acumular el excedente, del cual el propio Estado era beneficiario.
La separación entre estos dos ámbitos trajo consigo dos consecuencias:
La conquista de los derechos políticos de la burguesía en el siglo XVIII, al establecerse el derecho a la propiedad privada y al libre enriquecimiento sin intervención estatal, bases de la política liberal.
La gradual pérdida del Estado de sus derechos de acceso directo al excedente económico, al perder su dominio sobre materia prima, mano de obra y dinero, que eran la antigua fuente de su poder.
Así, aunque retuvo la violencia legal, empezó a depender económicamente de los individuos, a través de la recolección de impuestos.
Es por ello que al Estado capitalista lo mueve el interés propio, y no la debilidad, cuando sostiene y promueve la acumulación de capital.
“Por esta razón el régimen de capital es la influencia activa dominante en la relación normal entre los dos ámbitos, y el motivo por el cual el Estado es normalmente su atento sirviente.” (Heilbroner, op.cit.:78)
De ahí que entre las funciones del Estado se encuentren algunas de corte económico que sirven para promover la acumulación de capital:
El uso inmediato del poder para proteger actividades económicas, por ejemplo, la emisión de leyes y el mantenimiento del orden para preservar los sistemas de aprovisionamiento de materiales y mano de obra.
El asegurar, mediante leyes, los derechos de propiedad de los particulares.
La construcción de obras de infraestructura y la formación de la mano de obra socializada y formada para el trabajo.
El uso directo del poder estatal (militar o diplomático) para proteger o estimular actividades económicas.
Y en este sentido resulta falso considerar al capitalismo como un mecanismo autoregulado, donde todas sus actividades esenciales pueden ser confiadas al mercado, pues ello ha conducido a severas crisis que han movido al Estado a desempeñar una función esencial como defensor y propulsor del sistema.
Pero curiosamente, el régimen de capital existe en una condición de independencia y a la vez de dependencia del poder estatal.
Y es que en tiempos de paz el capital se sitúa con frecuencia fuera del alcance del poder del Estado, más allá de su control efectivo e incluso enfrentándose a él, y ello se debe a que el ámbito económico tiene su base en la exclusión del poder estatal del circuito D-M-D. Pero en tiempos de guerra, de desajustes internos o de amenazas a la soberanía nacional, entran en acción los poderes plenos del Estado, entre otras cosas para proteger los intereses económicos privados.
“Durante estos periodos, el Estado promueve los intereses del capital como una respuesta natural a los reclamos de éste (...), así como también, de un modo calculado, para promover su propia fuerza en tiempos de paz.” (Ibid.:83)
Sin embargo, a pesar del poder coercitivo del Estado, es el capital la fuerza dominante en la formación capitalista, puesto que son las ideologías e intereses básicos del mismo las que ejercen su dominio sin oposición, dando coherencia al sistema social capitalista, como un régimen de capital.
Con el auge industrial, tres fenómenos han caracterizado a la ciencia del siglo XX:
La alianza ciencia-tecnología.
La incorporación de ciencia y tecnología al proceso productivo; y
El impulso más vigoroso que se ha dado a la ciencia en la historia de la humanidad.
Una vez que el sistema capitalista consolidó al ámbito industrial como la fuente principal de acumulación de capital en el siglo XIX, el sistema cobró un impulso sin precedentes bajo la teoría económica y política del Liberalismo, acuñada desde el siglo XVIII como una reacción en contra de las excesivas restricciones gubernamentales a las actividades de comerciantes y manufactureros, y que proclamaba el derecho a la propiedad privada, la libertad del individuo, especialmente como libertad de disponer de su propiedad como lo deseara, lo que se traducía en libertad de acción económica, y la consiguiente restricción del gobierno para intervenir en asuntos económicos, como no fuera para asegurar la defensa nacional, la justicia y la provisión de obras públicas.
El motor de la maquinaria económica del sistema, a decir del Liberalismo clásico, era la libre competencia. Así, en su continuo tránsito D-M-D el capital va a dar a un depósito común -el mercado-, donde otros capitalistas han cedido también su parte y todos compiten por recuperar su inversión y obtener la máxima ganancia a costa de los demás.
En estas condiciones, las posibilidades de triunfo crecerían si el precio del producto se reduce, y para conseguirlo había que incrementar la productividad de la industria y bajar costos. Función en la que la técnica jugaba un papel primordial.
Así, dado que la fuente de ganancia principal en el capitalismo industrial de libre competencia radicaba en el excedente derivado de la actividad de producir (la plusvalía entendida por Marx) , en un ambiente de continua competencia, elevar la productividad del trabajo se convirtió en un objetivo indispensable, para el cual se reorganizaron las formas de trabajo y se introdujeron nuevas técnicas.
Desde el siglo XVIII, los economistas clásicos sostenían que el progreso técnico, esto es la maquinaria en la industria, favorecía una mayor división y, por tanto, especialización del trabajo, lo que incrementaba la productividad y generaba riqueza.
Como vimos, el progreso técnico antes de mediados del siglo XIX no dependió de innovaciones tecnológicas (basadas en la ciencia). Pero conforme el conocimiento científico y el técnico se fueron asociando y alimentando mutuamente, la industria fue dependiendo cada vez más de sus aportaciones, hasta conformarse un sistema único: ciencia-tecnología-producción. De esa forma:
“Se efectúa el cambio de la producción mecanizada tradicional, basada en la tradición técnica, a la producción basada en el análisis científico y derivada de él” (Gómez, op.cit.:16)
Pero este fenómeno se consolidaría hasta después de la Segunda Guerra Mundial, una vez que la fase del capitalismo de libre competencia fuera sustituida por una nueva, caracterizada por la intervención estatal en los procesos económicos: el capitalismo de Estado interventor o Neocapitalismo, como lo llama Ernest Mandel (Mandel,1981).
Durante el último cuarto del siglo XIX, el capitalismo estaba listo para entrar a un nuevo periodo de desarrollo caracterizado por la concentración económica, que sustituye a la fase competitiva donde los factores de los que depende la ganancia son el incremento de la producción con mejoras técnicas y la baja de precios.
En cambio, esta nueva etapa monopólica se basa en el control de precios y mercados por parte de los productores, ya sea que una sola empresa concentre la producción total o que varias de ellas se unan para la producción, se repartan mercados o acuerden el monto del precio y la cantidad de la producción, para aumentar sus ganancias.
Este fenómeno, el monopolio, al parecer contrario a los principios mismos del sistema, que se define por la libre competencia, conlleva otro fenómeno que inicia las relaciones desiguales entre naciones : la expansión imperialista. Sus causas :
La necesidad de encontrar compradores para los excedentes de la producción interna. Fenómeno que se presentó desde los inicios de la Revolución Industrial.
Las innovaciones tecnológicas, que conllevaron la necesidad de abastecimiento de materias primas estratégicas : petróleo, cobre, estaño, etc.
La necesidad de los grandes empresarios de exportar sus capitales, puesto que no pueden reinvertir las ganancias en sus industrias, para no aumentar la producción y romper los acuerdos que mantienen la demanda y los precios altos.
De esta forma, el capitalismo... “Comienza a extenderse por el mundo entero, por la vía de exportación de capitales que permite establecer empresas capitalistas en países y en sectores donde todavía no habían penetrado los monopolios” (Mandel, op.cit.: 67)
Y Eli de Gortari opina : “En la realidad, la exportación de capitales acelera el desenvolvimiento capitalista de los países atrasados, pero únicamente en aquellas ramas que les convienen unilateralmente a los imperialistas...” (Gortari, 1980:343)
El capitalismo penetró en los países dependientes orientando su economía hacia la producción de materias primas para la exportación, a cambio de manufacturas. Este intercambio se basó en la inversión extranjera y la explotación intensiva de mano de obra, y no en innovaciones tecnológicas. De hecho no hubo, al interior de estas naciones, demanda alguna de tecnología del exterior, a no ser a través de la importación de ciertos bienes de capital para la construcción de las primeras obras de infraestructura nacional destinadas a beneficiar los intereses externos (ferrocarriles, puertos, carreteras...) y destinada también a ciertas industrias manufactureras muy simples dedicadas al mercado interno.
Este carácter subdesarrollado de las naciones que ingresaron tarde al sistema capitalista determinó una dependencia económica, pero también de otros tipos, de estas naciones hacia las más fuertes, dependencia que ha tenido una evolución propia, y que en la actualidad sigue siendo la característica más sobresaliente de las relaciones entre países en el mundo.
Si en la primera parte de estas relaciones de dependencia entre naciones, al seno del capitalismo, la tecnología jugó un papel secundario, a partir de la Segunda Guerra Mundial, iniciaría una dependencia científico-tecnológica que ha determinado, desde entonces, una división internacional del trabajo marcadamente desigual, y que constituye uno de los rasgos más distintivos del mundo actual. Aspecto que tocaremos más adelante.
En el año de 1929 se produjo una profunda crisis del sistema, que obligó a replantear sus principios. Hasta antes de esta fecha, la mayoría de los teóricos del capitalismo pensaban que el sistema poseía un mecanismo automático, autorregulable, basado en las leyes del mercado, por el cual se garantizaba la estabilidad del mismo, su expansión por el mundo y la acumulación continua de capital.
Así, se tendía a aumentar la producción de forma ilimitada, basada en el incremento del capital constante con mejoras tecnológicas, y en el mantenimiento de salarios bajos, seguros de colocar los productos en el mundo entero, ya que todos los seres humanos son clientes potenciales para las mercancías. La clave para asegurar que el mecanismo automático del sistema se mantuviera, era socializar la producción, esto es, convertir los productos antes de lujo, en productos de masas, para asegurar su venta y, por tanto, la acumulación de ganancia en los capitalistas.
Pero resultaba contradictorio encontrar clientes para cada uno de los productos si los compradores potenciales carecían de poder de compra porque las ganancias se acumulaban en unas cuantas manos.
“Esta contradicción entre la socialización progresiva de la producción y la apropiación privada que opera como motor y fundamento de la misma, estalla de manera muy ostensible en las crisis económicas” (Mandel, op.cit:76)
Estas son crisis de sobreproducción, donde las mercancías no encuentran compradores y las empresas se ven obligadas a cerrar por la escasez de ventas. Ello genera desempleo y disminuye las posibilidades del mercado, por lo que más empresas quiebran y el círculo se cierra cuando más obreros son condenados a la miseria.
La crisis más fuerte de este tipo fue la que se inició en 1929, y ella convenció a los capitalistas de que la estabilidad del sistema no dependía de un mecanismo automático y que era necesario intervenir con una serie de medidas que mantuvieran vivo el sistema. Ello marcó el inicio de la fase neocapitalista, que se caracterizó por la intervención del Estado para garantizar el desarrollo del sistema.
En su papel de garante del sistema, las funciones del Estado se manejaron en dos niveles:
Uno interno, en donde el Estado:
Se encarga, mediante acuerdos con los dueños del capital y con los trabajadores, de otorgar concesiones a éstos últimos para elevar su nivel de vida y darles poder de compra.
Esta medida fue propugnada por la llamada revolución Keynesiana , que aceleró la caída del Liberalismo clásico, en tanto propugnaba por la generalización de un estado de bienestar, esto es, el impulso a una serie de acciones públicas que garantizaban que todo ciudadano tuviera acceso a un mínimo de servicios que mejoraran sus condiciones de vida, Este enfoque predominó hasta mediados de los años 70, y para llevarlo a cabo, los gobiernos impulsaron una política de gastos destinada a: garantizar el empleo, permitir el acceso de la gente de bajos recursos a la educación, vivienda, sanidad...
En otro orden de ideas, el Estado también se compromete con los capitalistas para garantizar la acumulación constante de capital, mediante:
Mantener la paz social necesaria.
Conceder subsidios, reducir impuestos, conceder créditos... a las industrias
Convertirse en cliente permanente de ciertas industrias, como la aeronáutica, la electrónica, las comunicaciones, la ingeniería civil, las construcciones navales y la industria nuclear, debido a los gastos militares que realiza para la protección externa del sistema. Ello evita crisis de sobreproducción en industrias de bienes de capital.
Apoyar a la planta productiva con acciones concretas: obras de infraestructura, formación de cuadros profesionales, gastos en investigación...
El externo, en el que el Estado adquiere el compromiso de proteger al sistema de las fuerzas anticapitalistas que lo amenazan, y que le han dado la justificación para un desarrollo armamentista.
Es a partir de este periodo que los lazos entre ciencia y tecnología se van haciendo más fuertes, hasta que se establece entre ellas una relación simbiótica, esto es, una tendencia hacia una creciente tecnologización de la ciencia y cientificación de la tecnología. Y es que los avances científicos dependen cada vez más de nuevas tecnologías de observación, experimentación y control de la naturaleza, mientras que la tecnología está cada vez más basada en conocimientos científicos, pues el empleo de moderna tecnología requiere el empleo de teorías científicas y de leyes predictivas y explicativas para poder controlar e interpretar los resultados de su aplicación.
Y a la vez que se produce esta simbiosis, va estableciéndose una cientificación de la producción, y ciencia y tecnología se convierten en la primera fuerza productiva de la planta industrial.
Desde el momento en que la industria incorpora a sí ciencia y tecnología en un sistema en constante desarrollo para acelerar procesos productivos, encontrar sustitutos de materias primas, desarrollar formas nuevas para su extracción, descubrir nuevas fuentes de energía, crear nuevos productos..., el sistema científico-tecnológico se convierte en un elemento insustituible del desarrollo económico de cualquier país
Y aún más, pues especialmente a partir de la Segunda Guerra Mundial, ciencia y tecnología no sólo constituyen herramientas indispensables para la producción de bienes y servicios, sino que también se erigen como medio de dominio político y económico sobre grupos y naciones
Y es que, durante esta fase, el sistema científico tecnológico no sólo consolida su alianza con la producción, sino que adquiere un nuevo papel, íntimamente ligado a la defensa del sistema, al satisfacer la demanda de material bélico, requerido para la protección del mismo.
Las necesidades de armamento durante la Segunda Guerra Mundial y las posteriores demandas del mismo debido a la Guerra Fría, entre otras, repercutieron, en palabras de Mandel (op.cit.): en una “Revolución tecnológica permanente” que ha contribuido a aliar más que nunca a la ciencia y la tecnología con las sociedades industriales modernas.
Así, a partir de las aplicaciones tecnológicas durante la Segunda Guerra, se crearon en E.U.A. organismos encargados de coordinar la actividad científica con fines militares, iniciando una demanda creciente hacia Universidades y laboratorios, de trabajos de investigación con fines bélicos, utilizando gran parte del gasto público.
“Los gastos que se hacen en la investigación de carácter militar superan con mucho no sólo a los destinados a la ciencia pura, sino también a los de la investigación industrial”. (Bernal, 1981:16)
Los resultados de estas investigaciones se convierten en puntales tecnológicos que se aplican después a las industrias civiles.
La carrera armamentista posterior a la Segunda Conflagración Mundial fue la causante de un desarrollo ininterrumpido de la tecnología, y por tanto de la ciencia, en áreas clave como la electrónica, la química, la aeronáutica, la física nuclear..., susceptibles de aplicarse en las industrias civiles para aumentar su productividad.
De esta manera, las modernas industrias capitalistas se vieron alimentadas continuamente con tecnologías nuevas, en las que tuvieron que hacer fuertes inversiones, lo que les obligó a expanderse a escala mundial para recuperar lo invertido, de ahí la necesidad de establecer empresas transnacionales en países pobres y de buscar formas más redituables de intercambio comercial con estas naciones, vendiéndoles, además de manufactura, bienes de capital y tecnología para su incipiente industria.
Para las naciones subdesarrolladas esta segunda fase del capitalismo se caracteriza por una acelerada industrialización de los países subdesarrollados a raíz de la depresión de la década de los treinta y la Segunda Guerra Mundial, pues estos acontecimientos encarecieron los precios de las manufacturas importadas, por lo que estas naciones se vieron en la necesidad de sustituir sus importaciones, (de ahí el nombre de esta fase : “sustitución de importaciones”) impulsando la industria de manufacturas simples para el mercado interno.
Este hecho marca el principio de una nueva forma de intercambio económico con las naciones ricas, un intercambio desigual, caracterizado por la importación de bienes de capital y tecnología para la naciente industria. Estas importaciones son financiadas con lo que se recibe por la venta de materia prima.
Esta nueva forma de incorporación de las naciones pobres al capitalismo mundial responde a las necesidades mismas de evolución del sistema, pues la renovación tecnológica constante surgida de la demanda bélica y aplicada a procesos industriales, conlleva la necesidad de comercializar, no sólo bienes de consumo, sino ahora también bienes de capital, producto de los avances tecnológicos, y la tecnología misma, aunque no la de vanguardia ni la incorporada a procesos productivos especializados y complejos, sino la más simple para las industrias de bienes de consumo que se desarrollan en las naciones dependientes
En consecuencia, da comienzo una forma de dependencia tecnológica, agravada por el hecho de que ninguno de estos países impulsa una investigación científico-tecnológica destinada a aplicarse en sus procesos productivos, y es que el naciente grupo industrial que se enriquece con las nuevas actividades económicas de estos países, basa el impulso de su sector en el proteccionismo estatal contra la competencia del exterior y no hace ningún esfuerzo serio por crear las condiciones necesarias para desarrollar su industria sobre la base de un desarrollo científico-tecnológico autónomo.
A este nuevo rasgo en las relaciones de dependencia, se aúna otro: la entrada de empresas extranjeras a estos países. A pesar del surgimiento de industrias manufactureras simples en estas naciones, las condiciones de dependencia impidieron su expansión para rebasar los mercados internos ; en consecuencia, la economía se orientó hacia el exterior para recibir industrias transnacionales que importan la tecnología requerida de sus matrices, sin preocuparse en impulsarla en el país de la filial.
En síntesis, durante esta fase, la dependencia de los países pobres estuvo estructurada sobre la base del papel de mercados pasivos y proveedores de materias primas y mano de obra barata para los centros de poder económico y científico-tecnológico.
Así, el sistema científico-tecnológico llegó a constituir, para los países económicamente desarrollados, una herramienta fundamental de defensa del sistema capitalista, de expansión del mismo y de dominación sobre otras naciones.
Podemos decir, entonces, que en el momento en que ciencia y tecnología se alían a la industria durante la Revolución Industrial, pero especialmente a partir de la Segunda Guerra Mundial, ambas se han ido convirtiendo, más que nunca, en herramienta indispensable para la producción (primera fuerza productiva), en fuente independiente de plusvalía y en instrumento de dominio político y económico sobre grupos y naciones.
En la actualidad el mundo occidental vive una nueva etapa, caracterizada por lo que para Roberto Rodríguez (Rodríguez, s/f) y algunos otros autores, constituye la Tercera Revolución Industrial, que ha afectado el modo de producción, la organización del trabajo y los mercados, modificando también el orden económico internacional.
Entre estos cambios se encuentran: la incorporación de tecnología muy sofisticada en los procesos de producción, el uso de nuevos materiales y formas de energía, la introducción de la informática en todos los procesos, la implantación de nuevos métodos de gestión micro y macroeconómica, entre otros.
El factor principal de esta nueva Revolución en la industria son los impresionantes avances científicos y su aplicación práctica al modelo industrial, que han promovido la aparición de lo que, para muchos, es un nuevo paradigma industrial (Gómez,op.cit.) basado en el conocimiento y la innovación tecnológica, que establece nuevos estándares de competitividad y nuevas relaciones económicas internacionales.
Así:
Se establecen nuevos estándares de competitividad, ya no basados tanto en la reducción de costos de producción para reducir precios, como en la incorporación de tecnología al producto. Así, se produce un “...reacomodo de la posición jerárquica de los factores que intervienen en la valorización de las mercancías; en concreto, por la importancia creciente del factor tecnológico propiamente dicho y de los recursos humanos altamente calificados” (Rodríguez, s/f: 73)
De esta manera, factores como la novedad, calidad y confiabilidad de los productos, y aspectos como la disponibilidad, servicio y reposición, son elementos competitivos que tienden a desplazar la competencia de precios, en un ámbito de comercio globalizado.
En otras palabras, el valor de las mercancías y su ventaja sobre otras va a estar dada por la tecnología que incorporan y por los recursos humanos altamente calificados que trabajan en su producción.
“La incorporación de conocimientos científicos a procesos y productos - mediante tecnologías desarrolladas por la vía de investigación y desarrollo o por la vía de adaptación y reconversión - ha tendido a situarse en la posición de principal fuerza productiva” (Rodríguez, op.cit.:76)
De ahí que ciencia y tecnología se conviertan en la actualidad en fuente independiente de plusvalía.
Esto significa que la capacidad tecnológica autónoma se constituye como una de las principales variables que determinan la posición de un país en el orden económico mundial. Igualmente, esta capacidad tecnológica influye fuertemente en la formación de cuadros especializados para la producción (profesionales, técnicos, administradores...). Lo que manifiesta la necesaria vinculación producción, ciencia y tecnología y sistema educativo
Es por ello que el factor científico tecnológico incorporado a la producción, establece un nuevo orden internacional sustentado en la capacidad de producción científica y de innovación tecnológica de un país, estableciéndose así una diferencia importante entre las naciones con alto grado de tecnología en sus procesos productivos, y aquellos que basan su producción en procesos manuales y escasa tecnología.
Se internacionaliza así la organización laboral, estableciéndose una división internacional del trabajo donde ciertos países (los desarrollados) se especializan en las labores industriales que implican el manejo de tecnologías sofisticadas y en la investigación científico-tecnológica que mejorará los procesos y productos, mientras que otras naciones (las subdesarrolladas) se abocan a sectores de la producción que requieren, antes que tecnología especializada, mano de obra : las maquiladoras.
En una palabra, en la actualidad la capacidad tecnológica autónoma es una de las principales variables de jerarquización en el orden económico mundial
Dadas las condiciones laborales internacionales y la fuerte competitividad de los bienes, basada en la tecnología que incorporan, el mercado para estos ha tendido a volverse mundial.
La globalización es otra de las características de esta nueva modalidad del sistema capitalista, donde los países pobres y ricos han tendido a derribar sus barreras arancelarias y comerciar con el mundo.
Ello significa para los países pobres romper con su economía cerrada y sostener una industria de exportación que compita con las empresas de base tecnológica del mundo desarrollado.
Esta apertura global del mercado ha tendido, por razones económicas y políticas, a la formación de bloques económicos regionales, como una forma de integración zonal de mercados.
En síntesis, hoy en día, la capacidad interna de innovación científica y tecnológica representa la principal ventaja comparativa entre empresas, países y regiones.
Estos son algunos elementos que caracterizan a la tercera fase en la evolución del sistema capitalista y que está marcada por la aparición de una serie de políticas económicas de cuño liberal, por las que la nueva etapa se ha denominado Neoliberalismo y que surge como reacción al modelo de Estado interventor.
El modelo de Estado benefactor o Neocapitalismo y su política económica de corte keynesiano, establecidos en E.U.A. y Europa tras la Última Gran Guerra, empezaron a cuestionarse a mediados de los años 70, a partir de una nueva crisis del sistema que redujo considerablemente las ganancias e hizo pensar a los capitalistas que el Liberalismo debía ser revivido.
“El Estado no es la solución, es el problema”, proclamaban los defensores de la política económica neoliberal como Ronald Reagan y Margaret Tatcher, quienes atribuían a la intervención estatal los problemas de desempleo masivo, la inflación y el escaso crecimiento económico, y buscaron impulsar un modelo que reviviera el dejar hacer, dejar pasar , que permitiría que la economía se rija por las libres fuerzas del mercado y que sean las leyes de la oferta y la demanda las que determinen las necesidades de producción -en cuanto a tipo y cantidad-, la división internacional del trabajo y, por supuesto, la distribución de la riqueza, por tanto la desigualdad.
“la ideología Neoliberal propone el establecimiento de condiciones para la operación del mercado de libre concurrencia en calidad de ordenador central de toda la actividad económica (tesis del mercado como regulador económico), y recomienda la marginación del Estado de sus funciones de rectoría económica (tesis del Estado mínimo) (Rodríguez, op.cit.:73)
El Neoliberalismo resucitó tres ideas clásicas:
La importancia del individuo
El papel limitado del Estado; y
El valor del mercado libre.
El Neoliberalismo posee un principio rector: si los individuos pueden perseguir libremente sus propios intereses, la colectividad se verá mucho más beneficiada que con las políticas públicas; y un objetivo: propiciar el funcionamiento flexible del mercado, eliminando obstáculos a la libre competencia.
El Neoliberalismo ha adoptado plenamente la teoría del libre cambio y defiende con ella la concepción de que el mundo es un gran mercado donde todos los países compiten en condiciones de igualdad, según sus posibilidades. Esto supone la globalización de la economía.
Dentro de este modelo de libre competencia sin rectoría del Estado, no hay mucha oportunidad para las empresas medianas y pequeñas frente a los grandes monopolios, que terminan dominando el mercado.
Este esquema de dominio de los grandes sobre los pequeños se repite a nivel de las relaciones entre países ricos y pobres, pues es la doctrina que justifica que las economías poderosas reordenen el mundo y continúen la explotación económica de las subdesarrolladas.
La desigualdad es la consecuencia de esta doctrina, no sólo a nivel internacional sino también social, pues su premisa es la exclusión. Para los neoliberales es inevitable la desigualdad social, en gran parte debido a las restricciones de las actividades gubernamentales en el terreno social. Y es que, de acuerdo a la tesis del Estado mínimo, éste debe cubrir tres condiciones para garantizar la libertad económica y el crecimiento: a) ampliar sus gastos en funciones mínimas como la seguridad y la defensa; b) disminuir gastos en funciones económicas como la industria, los transportes, la minería...; y c) disminuir gastos sociales: salud, educación, asistencia social...
Y en este esquema económico y de dominio político sobre individuos, grupos y naciones, la ciencia sigue jugando un papel fundamental, constituye un instrumento para servir a intereses concretos, no sólo de la sociedad en su conjunto, sino de particulares. Y esta instrumentación se ha facilitado gracias a su institucionalización, de tal forma que a partir del siglo XX resulta menos autónoma que nunca, pues su institucionalización condiciona sus esquemas conceptuales y sus temas de investigación a los intereses de aquellos que la financian.
Así, la mayor parte de la investigación científica en los países industrializados está dirigida a resolver los problemas y alcanzar los objetivos de los grandes monopolios económicos que mantienen laboratorios de investigación en su seno, y de los gobiernos de estos países, que impulsan tecnología bélica para la protección del sistema, financian a los institutos de educación superior y elaboran políticas científico-tecnológicas para cubrir las necesidades económicas, políticas y sociales de su comunidad.
De esta forma, la comunidad científica, tiempo atrás aislada y trabajando en un medio ambiente hostil, hoy se convierte en un colaborador indispensable en el desarrollo de las naciones, gracias a que éstas han cobrado conciencia del papel de ciencia y tecnología en el progreso material y en el dominio político del mundo.
Ciencia y tecnología “Se industrializan y militarizan con el apoyo directo e indirecto de gobiernos y de empresarios. Ya no se trata de un quehacer accidental, oculto en centros académicos y supeditado a fluctuaciones caprichosas del financiamiento público, sino que los científicos trabajan para las industrias civiles y militares y éstas se inclinan a levantar laboratorios propios cuando materializan una apreciable escala de producción e integración económica.” (Hodara, 1976:8)
Especialmente a partir de la década de los 80, los países industrializados basan su planeación del desarrollo industrial en la prospectiva de los avances en ciencia y tecnología, y las posibles oportunidades de producción que de ellos se derivan.
Pero aún más, la creciente importancia social, económica y política del conocimiento científico y tecnológico, hace que la generación y aplicación de estos se planifique en función de objetivos estratégicos, sea económicos o geopolíticos.
Ello nos habla de una determinación externa de los temas de investigación científica, sea provenientes del sector público o privado, y tal determinación se hace más evidente con la aparición de nuevos tipos de investigación, eminentemente prácticos.
Como consecuencia de este impulso a la investigación científico-tecnológica con fines prácticos, el conocimiento científico no tiene parangón en nuestros días y éste se ha acumulado en los países industrializados, acentuando las desigualdades entre individuos y naciones.
En conclusión, la ciencia moderna en la actualidad ha sabido ganarse un papel privilegiado como modo de conocer dominante, e incluso como principal fuerza productiva y como herramienta estratégica de carácter político, pero ello no garantiza que su empleo beneficie al colectivo social. Sus resultados no alcanzan a todos por igual, pues su distribución social está determinada por las condiciones de desigualdad socioeconómica que prevalecen, incluso a escala mundial.
Bigliografía
Habermas, Jürgen. (1992) Ciencia y Técnica como Ideología . Edit. Tecnos. 2ª. Edición. Madrid. 181pp.
Heilbroner, Robert, L. (1989) Naturaleza y Lógica del Capitalismo . Edit. Siglo XXI. México. 199pp.
Huberman, Leo (1969) Los bienes Terrenales del hombre: Historia de la riqueza de las naciones. Edit. Merayo. Colección documentos. Buenos Aires. 220p.
Gómez Víctor Manuel (1990) “Educación y Modernización. El desarrollo científico tecnológico endógeno como condición para la modernización económica y social” en Revista de la Educación Superior #76 . ANUIES, Octubre-noviembre-diciembrel. P 5-51.
(Mandel, Ernest (1981) Introducción a la Teoría Económica Marxista . Serie Popular ERA. 6ta. Edición. México. 144pp.
Gortari, Eli (1980) El método de las Ciencias. Nociones elementales . Tratados y manuales Grijalbo. México. 123pp.
Bernal, John (1986) La ciencia en nuestro tiempo. UNAM Nueva Imagen. 4ta. Edición. 534pp.
Rodríguez
Hodara, Joseph (1976) Políticas para la ciencia y la Tecnología . UNAM. Coordinación de Humanidades. México. 23pp.
De acuerdo a Leo Huberman (op.cit) el capital no es sólo dinero: son los medios para producir.
Frederick Taylor fue el autor de esta organización, con la que homologó el trabajo al interior de las industrias, maquinizando el funcionamiento total de una fábrica. Así, estableció una distinción clara entre el trabajo de la gerencia y el de los obreros; desarrolló procedimientos únicos de cómo hacer las cosas para unificar el trabajo y estandarizó el empleo de herramientas y las acciones y movimientos de los trabajadores; igualmente, estableció una manera “científica” de seleccionar a los obreros para después capacitarlos en los métodos de trabajo; desarrolló estándares de productividad y estudios de tiempos para optimizar procesos...
Promovida por John Maynard Keynes
Por lo consiguiente, las naciones que carecen de él no pueden considerarse desarrolladas: “...la ciencia y la tecnología se convirtieron en un factor importante para la prosperidad de los países actualmente avanzados y la falta de conocimiento científico y de medios tecnológicos se transformó igualmente en un factor poderoso para el atraso de los pueblos subdesarrollados” (Leite, 1978:75) |