PRESENTACIÓN:
Las formas o modos de conocimiento
Por: Eduardo Espinosa Herrera
“...el conocimiento evoluciona en función de la historia y de los instrumentos de reflexión que vuelven todo conocimiento provisional”
Ikram Antaki
Una misión fundamental asumida por nuestra revista es la búsqueda, construcción y difusión de nuevos derroteros en el espectro educativo. En este sentido, uno de sus objetivos explícitos es la exposición de aquellas investigaciones en pro de modelos de educación más holísticos y unificadores de la formación y el conocimiento. Pero para ello, se requiere de un análisis previo de conceptos torales del proceso educativo y formativo: la educación, el conocimiento, el hombre, la sociedad y tantos otros relacionados con el acto de educar y de educarse.
En números anteriores, se han revisado algunos de estos conceptos torales y se han hecho propuestas de redefinición. Tal es el caso de los conceptos educación y conocimiento. Con ellos es posible conformar parte del marco teórico que antecede la búsqueda de un modelo de educación unificador, trascendido por una finalidad formativa más integral y humana. Pero asumir esta búsqueda es no sólo reconocer la necesidad de reunificación de la educación y el conocimiento que en ella se aborda por ende, sino, a su vez, asumir que ésta se ha fragmentado. Si esto es así, el primer paso hacia la unificación debe darse bajo el marco de la comprensión del porqué se ha dado el modelo opuesto: la fragmentación.
Así, el objetivo de nuestros siguientes dos números de
Vis ón Docente Con-Cienc a G
es analizar la evolución del conocimiento para establecer bajo qué “forma de conocer” éste se fragmenta, y comprender entonces cómo y por qué esta situación se refleja y promueve en el espectro educativo. Para ello, dos de nuestros colaboradores se dan a la tarea, de abordar las diferentes formas de conocimiento o modos de conocer que ha empleado el hombre a lo largo de su historia, desde el mito y la magia hasta la moderna ciencia.
Ya en artículos anteriores, nuestros colaboradores han señalado que el conocimiento conlleva la asignación de significados , significados que “hacen valedero” o explican lo que el sujeto conoce. También se ha destacado que tales significados se otorgan en función no sólo de las características inherentes al objeto (sus cualidades físicas, por ejemplo), sino además de una serie de rasgos que caracterizan al sujeto y conforman su ecuación personal: valores, creencias, intereses, contexto, cultura, conocimientos previos... El conocimiento es objetivo-subjetivo.
Pues bien, a lo largo de la historia, y en esto coinciden varios autores incluyendo a quienes con nosotros participan, el hombre ha ido configurado diferentes vías para conocer la realidad, vías que han identificado un tipo de conocimiento determinado como el modo de conocer de un grupo social en un tiempo y espacio concretos.
Así, por ejemplo, en los albores de la cultura el mito y la magia se constituyeron como el modo de conocimiento por excelencia, y en la sociedad moderna dicho carácter le es conferido a la ciencia.
Cada modo de conocer destacado en una época de la historia se constituye como la forma de conocimiento , como el paradigma socialmente normalizado y capacitado para asignar significados a la realidad. Ello implica que tiende a prevalecer una orientación específica de lo que se considera verdadero y válido: real, y por tanto de lo que se considera cognoscible.
Los modos de conocer a que las autoras se refieren son denominados por Miguel Martínez Miguélez matrices epistémicas , a las que define como “... el trasfondo existencial, y vivencial, el mundo-de-vida y, a su vez, la fuente que origina y rige el modo general de conocer propio de un determinado periodo histórico-cultural y ubicado también dentro de una geografía específica, y (que) en esencia consistiría en el modo propio y peculiar que tiene un grupo humano de asignar significados a las cosas y a los eventos , es decir, en su capacidad y forma de simbolizar la realidad ” (Martínez, 1999 :24).
A través de estas formas de conocimiento o matrices epistémicas el hombre trata de comprender y significar su mundo, generando con ello los saberes que lo hacen inteligible a sus ojos.
“El hombre adquiere el conocimiento de su mundo y de sí mismo a través de varias vías, cada una de las cuales se ha ido configurando a lo largo de la historia, de acuerdo con las exigencias de la naturaleza y complejidad de su propio objeto” (Martínez, 1998 :17).
Ahora bien, el privilegio de un modo de conocer determinado no significa la total inhibición o imposibilidad de otras formas de conocimiento. Éste les impone límites, cierto, pero no las inhibe completamente porque, además, cada modo de conocer lleva implícito en sí sus propios márgenes, que se vuelven evidentes al enfrentar y tratar de significar realidades cada vez más diversas y complejas que lo rebasan, producto y consecuencia, entre otras cosas, del nivel cultural alcanzado por las sociedades, por lo que de no evolucionar tiene que dar cabida a nuevas formas de conocimiento que respondan a estas realidades, digamos emergentes.
Así, por ejemplo, la aparición de las civilizaciones y con ellas de la religión, no hizo desaparecer a la magia, aunque ésta dejó de fungir como explicación progresiva del funcionamiento de las cosas del mundo y conllevar así una suerte de explicación racional. Tampoco desaparecieron los ritos: “... la misa era utilizada como medio para provocar la lluvia o el sol, la victoria o la guerra” (Antaki, 1998: 63).
La misma religión es una forma de conocimiento producto de la revolución sufrida por los mitos, la magia y los ritos, en los que aquella encuentra sus orígenes más primitivos.
Podemos citar también, como ejemplo, el hecho de que la ciencia, como se analizará adelante en los artículos, ha existido (en germen) desde tiempos inmemoriales, aunque históricamente el mito, la religión y la filosofía hayan llegado a consolidarse antes que ella como modos de conocimiento .
De esta manera, el conocimiento evoluciona a través de cambios o modificaciones en los modos de conocer , o del surgimiento de nuevas formas de conocimiento que superan a las anteriores en su afán de encontrar significados a los hechos que constituyen la realidad, evolución que se desarrolla paralelamente con la sociedad.
“...el conocimiento evoluciona en función de la historia y de los instrumentos de reflexión que vuelven todo conocimiento provisional” (Antaki, op. cit. :202).
Así pues, las formas de conocimiento de la realidad coinciden con la secuencia histórica del pensamiento humano y con la evolución social, y ellas determinan la orientación y la producción de los conocimientos en tanto se erigen como el camino para aproximarse a la realidad, como las “dadoras de significado”.
Este número esta pues dedicado al estudio de esos modos o formas de conocer, su finalidad y evolución a lo largo de la historia humana, puesto que de ella son producto y sólo en ese contexto pueden comprenderse.
Las formas de conocimiento que se abordarán incluyen la religión, la filosofía y la ciencia. No obstante queremos aclarar que existen otros autores como, Jesús Arias que al respecto opinan:
“En la actualidad el Occidente reconoce, cuando menos cuatro grandes clases de conocimiento, en concordancia con su trayectoria histórica: el sentido común, la ciencia, el arte y la religión” (Arias, 1996 :23).
Por su parte, Martínez Miguélez considera que las principales vías de aproximación al conocimiento de la realidad - o paradigmas epistémicos como él los llama- son la filosofía, la ciencia, la historia, el arte, la teología y el sentido común.
Para las autoras que aquí colaboran en cambio, los distintos modos de conocimiento de que se ha valido el hombre incluyen el mito y la magia, además de la religión, la filosofía, y la ciencia. Y otras formas de conocimiento como la historia, el arte o el sentido común a que hacen referencia autores como Arias García y Martínez Miguélez no son abordadas en estos trabajos por razones de tiempo, pero también debido a que las primeras constituyen, a juicio de nuestros colaboradores, la muestra más representativa de los diferentes modos de conocer que el ser humano ha empleado a lo largo de su evolución como criatura social.
Finalmente, es necesario apuntar que este número en particular incluye también artículos que abordan la importancia de la comunicación escrita, la literatura y el teatro, formas todas de expresión netamente humana que nuestra revista se interesa por difundir; y artículos informativos en el área del derecho comparado y tributario. Por último, este noveno número cierra con el trabajo de quien haciendo ejercicio de las ideas y la pluma, concibe un poema.
Bibliografía
Antaki, Ikram (1998) El Banquete de Platón : Ciencia. Segunda Serie. Edit. Joaquín Mortiz. México. 205 pp.
Arias, García, Jesús (1996) “Ciencia y hermenéutica : una panorámica mexicana” en Revista Reencuentro #16 . UAM Xochimilco, México. pp. 23-29. Martínez, Miguélez, Miguel (1999) La Nueva Ciencia . Su desafío, lógica y método. Edit. Trillas. México. 271 pp.
Consúltense al respecto las obras de Martínez Miguélez y los trabajos de Arias García citados al final. |