LA FILOSOFÍA COMO FORMA DE CONOCIMIENTO
Por: Ana Cecilia Espinosa y Claudia Tamariz
El modo filosófico de conocer florece en la Edad de Hierro, particularmente dentro de la cultura más exitosa de esta época, la Clásica Griega.
Al igual que con las otras vías de conocimiento que hemos ya analizado, el florecimiento y desarrollo de la filosofía estuvo determinado por el contexto, por las condiciones naturales, históricas, sociales, económicas y políticas de la época y por ese rasgo característico del hombre de buscar explicaciones a los fenómenos del mundo, incluyéndose a sí mismo.
Por ello como afirma Antaki : “La filosofía es un fenómeno histórico, emerge a partir de una necesidad de responder a ciertas preguntas (... como) aquellas relativas al origen del mundo (...) (y) el comportamiento de las cosas. (...) (Pues) las respuestas que (los hombres) tenían ya no satisfacían su necesidad de comprender el mundo, la naturaleza, la organización social y política; necesitaban respuestas de otro tipo, superiores ( sic )...” (Antaki, 1998b: 18).
Respecto a las condiciones del contexto, podemos afirmar que los griegos debieron su éxito a que se instalaron en regiones geográficamente alejadas de la influencia conservadora de las viejas civilizaciones, al tiempo que podían echar mano de su cultura seleccionando los rasgos que les parecieron más convenientes. Entre lo seleccionado estuvieron las técnicas útiles y las explicaciones sobre el comportamiento del mundo, pero rechazaron las supersticiones y las construcciones teológicas.
Como el resto de las ciudades-estado de la Edad de Hierro, los griegos basaban su economía en el comercio para obtener los productos de consumo básico que les hacían falta y que no podían producir, así como otros de carácter suntuario. Y a través del comercio comenzaron a adquirir esclavos que fueron la mano de obra sobre la que se sustentó su economía.
La necesidad de adoptar nuevas estructuras económicas y formas de vida para adaptarse a las condiciones de su entorno permitió que esta cultura no se aferrara a sus antiguas costumbres y tradiciones y, en cambio, se convirtiera en un pueblo de hombres emprendedores y prácticos donde al esfuerzo individual no se le ponían trabas por parte del Estado. Así, se dio una apertura e impulso al pensamiento, caracterizado por el rechazo a las tradiciones y por la formulación de propuestas simples y concretas que recurrían a la vida y el trabajo cotidianos para formular una nueva teoría sobre el mundo.
Ello hizo que las divinidades e instituciones pasaran a segundo plano y el primer plano lo ocuparan los hombres.
Estos rasgos culturales se tradujeron en el terreno intelectual en la aparición de una filosofía y una ciencia que, durante todo este periodo, se mantuvieron unidas, caracterizadas por su racionalismo.
La pretensión de la filosofía como forma de conocimiento es lograr la explicación última de los fenómenos del mundo y del ser. Así según Aristóteles: “... (la filosofía es) todo aquello que tiende al conocimiento de los primeros principios y de las primeras causas” (Antaki, 1997 :10).
Para los griegos dicha explicación implicaba la construcción lógica de un discurso racional que al confrontarse con otros era capaz de llegar a la verdad -a lo que todo conocimiento debía tender- sin necesidad de recurrir a la experiencia. Este diálogo de confrontación de ideas o discusión fue denominado por los helenos “dialéctica”.
“...la dialéctica (...) rechaza sucesivamente todas las hipótesis y, haciéndolo, se eleva hasta el principio que garantiza sus conclusiones” (Antaki, 1998b :28).
Esta tendencia a racionalizar, es decir, a sostener algo por medio de la argumentación y buscar la verdad a través del solo intelecto, divorció al pensamiento del estudio y manipulación de las cosas. Ambos elementos, la racionalización y el divorcio entre pensamiento y acción, le dieron a la ciencia, ahora aliada a la filosofía, un nuevo carácter.
Por eso: “La ciencia griega (y por ende el conocimiento, puesto que la incluye) tuvo un carácter enteramente diferente del que había tenido en las primeras civilizaciones; fue mucho más racional y abstracta , pero se mantuvo separada de las consideraciones técnicas tanto o más que antes” (Bernal, 1986 :181).
Así, bajo el modo filosófico, la construcción del conocimiento consistía en la presentación de un argumento fundado en principios generales y no necesariamente en problemas particulares nacidos de las exigencias prácticas. Igual aplicaba a la ciencia.
De este modo, para los griegos el universo era racional y, por tanto, su comportamiento, naturaleza y origen podía deducirse por pura lógica.
“Los griegos pensaban que la estructura del pensamiento racional y la estructura de la realidad representada por él eran más similares que análogas. Entre ellos había una equivalencia adecuada ( adequatio )” (Martínez, 1999 :19), por lo que la manipulación de las palabras y los conceptos -creían- permitía la manipulación de la realidad. (Podemos decir que los griegos, de alguna manera, confundieron el mapa con el territorio, las ideas con la realidad).
Así, aunque esta idea de la posibilidad de comprensión y manipulación del mundo por medio del raciocinio liberó a los griegos de la superstición, los mantuvo alejados de la ciencia empírica, especialmente cuando figuras como Platón y Aristóteles se convirtieron en autoridades cuyas teorías, tomadas como verdades, desalentaron cualquier investigación basada en la experiencia por presuponer que todo estaba dicho.
A partir de este momento el conocimiento científico queda aliado a la filosofía como modo de conocimiento dominante y se aleja de las necesidades prácticas preservando la división entre mano y cerebro iniciada en la Edad de Bronce. El conocimiento intelectual se convierte entonces en el discurso ideológico de las clases en el poder, pues sus cultivadores, -llamados filósofos por Sócrates, pero que en el siglo VI se denominaban simplemente sofistas, es decir, sabios- estuvieron muchas veces al servicio de los gobernantes y, sin lugar a dudas, eran de clase acomodada.
Según Bernal, el éxito de los filósofos se debió a que crearon la superestructura ideológica requerida en las nuevas relaciones de producción de la Edad de Hierro. Así, como las clases gobernantes, compuestas por mercaderes, Tiranos y caudillos militares, estaban disociadas del aspecto material de su sociedad, los filósofos que las respaldaban ideológicamente tendieron a armar filosofías de carácter idealista y hostiles a la ciencia experimental.
Sin embargo, la excepción fueron los filósofos Jonios pues en su época todavía no se establecía por completo el estado esclavista y el dominio de los ricos. De ahí que sus características principales fueran el ser materialistas, racionalistas y ateos, y su preocupación estuviera centrada en la naturaleza y no en la moral y la política.
“En el siglo VI a.C. vemos los ataques contra las creencias religiosas y las prácticas mágicas en nombre de un pensamiento que se funda sobre los conceptos de naturaleza y de causa. La naturaleza implicaba una relación causa-efecto; que excluía una intervención divina, pues ésta vendría a romper dicha relación. En lugar de las divinidades se encontraba la observación, que permitía descubrir la relación causa-efecto y la verificación experimental. En (...este) siglo, en Jonia, los hombres se interrogaron sobre la naturaleza tratando de describir el proceso total de constitución del hombre y de la sociedad, sin hacer referencia a las divinidades tradicionales” (Antaki, 1988b :9,10).
Ya a finales de la etapa Jónica la filosofía se bifurca en dos corrientes, una que continua la tradición materialista , con filósofos como Demócrito de Abdera y su teoría atómica, y otra que tiende al idealismo , sustentado por Parménides de Elea, que buscaba explicar ya no un mundo material y cambiante sino el orden estático del universo y sus elementos, considerados fijos e inalterables.
“Este orden estático de los elementos, (...) fue utilizado para limitar cualquier tipo de cambio progresista y, particularmente, cualquier cambio social” (Bernal, op.cit. :190).
Esto se hizo equiparando los elementos del universo con las clases sociales y deduciendo que el estado ideal del universo social es una estabilidad dada por la subordinación de las clases sociales inferiores a las superiores.
Parménides, por ejemplo, estaba relacionado con el partido aristocrático y conservador de la ciudad y, como su representante, se opuso a un conocimiento de carácter observacional y experimental por considerar que no proporcionaba la “verdad” pues su sustento eran los falibles sentidos, en cambio cualquier verdad relativa al número y encontrada por la razón pura era absoluta.
Al respecto afirma Bernal que: “La exigencia de que la verdad absoluta y la certeza no se encuentran en los sentidos falibles, (...) expresa la profunda necesidad de asirse a algo estable, cosa que se presenta siempre en épocas de perturbación, habitualmente en quienes llevan las de perder” (Ibidem. :197).
El idealismo perduró y llegó a su clímax durante el apogeo y decadencia de la cultura griega en Atenas. Este periodo comprende el surgimiento de la democracia como culminación política y su caída, debida a las contradicciones internas -pues se sustentaba en una estructura esclavista- y a la reacción de la aristocracia, representada por una Esparta financiada por los persas.
La caída de la democracia tras las guerras del Peloponeso significó la decadencia de Atenas, que se dedicó, más que nunca, a incrementar la esclavitud interna y las campañas militares al exterior, lo que propagó la civilización griega, no obstante que su desarrollo interno había ya terminado.
Este escenario político, económico y social se tradujo en un vuelco hacia las tendencias filosóficas que definitivamente abandonan el plano material para entregarse de lleno al idealismo. Esta tendencia incluye a la ciencia.
Esta es la época de los tres grandes de la filosofía: Sócrates, Platón y Aristóteles, pertenecientes a la Atenas de la decadencia. Los tres, a decir de Bernal, pusieron sus geniales intelectos al servicio de las fuerzas conservadoras y contrarrevolucionarias, pues despreciaban la democracia.
Platón, por ejemplo, fue un ateniense rico y aristócrata que vivió su juventud como alumno de Sócrates durante la democracia que matara a su maestro e impidiera a los ricos tomar el poder por ello, en su filosofía, Platón busca establecer los principios de un Estado ideal e inamovible que favoreciera a la clase dominante. Ello lo llevó por el camino del Idealismo .
“El principal objetivo político de Platón, expresado particularmente en La República y Las Leyes, era formular la constitución de un Estado en el cual se mantuvieran para siempre todos los antiguos privilegios de la aristocracia –los mejores hombres- y que al mismo tiempo pudiera ser aceptable para los miembros de las clases inferiores” (Ibíd. :209).
Como un importante apoyo a esta propuesta de un Estado ideal, Platón recurrió al idealismo extremo postulando un mundo de ideas inmutable que respalda a una sociedad inmutable.
Por su parte, Aristóteles vivió en una época de transición entre el fin de las ciudades-estado y el principio del Imperio Alejandrino, un mundo inestable en el que, como filósofo, el estagirita no tendió como Sócrates a la ética, ni como Platón a proponer un nuevo Estado, sino que se conformó con hacer lo mejor posible, acomodándose a las circunstancias de un mundo en transición.
Debido a esta tendencia acomodaticia fue un filósofo del sentido común en varios aspectos.
Desde el punto de vista político no intentó transformar al Estado; desde el moral, buscó que la gente aceptara lo que venía adoptando un curso de acción moderado: su famosa doctrina del “justo medio”, ni mucho ni poco; desde el punto de vista científico, tendió a explicar el mundo de acuerdo a lo que el sentido común dictaba , buscando darle una justificación racional : el racionalismo.
Por ejemplo, en la física su propósito era explicar la naturaleza de todas las cosas, esto es, explicar desde por qué cae la piedra hasta por qué hay esclavos y su respuesta siempre fue: porque esa es su naturaleza.
Según él, el estado natural de la materia era el estado de reposo, así, cuando había cuerpos en movimiento era necesario buscar la causa. De modo que para explicar el movimiento postuló un mundo físico donde la subordinación era un estado natural (sobre este mundo ideal sustentó un mundo social estratificado), por tanto, en este mundo cada cosa conoce su lugar y lo mantiene, por ello el movimiento natural ocurre sólo cuando algo se encuentra fuera de lugar y debe recuperarlo (la piedra que cae o el agua al llover). Esto es aplicable a objetos que no tienen movimiento por sí mismos.
Quienes sí lo tienen es porque están hechos para eso: las aves para volar, los peces para nadar, esa es su naturaleza.
Así, Aristóteles crea la teoría de las causas finales, por ellas todos los organismos y objetos están dotados del propósito de alcanzar los fines que tienen por naturaleza.
Su idea rectora en biología era que todo organismo trata de lograr la perfección, que se consigue en distintos grados de acuerdo al tipo de organismo. Así, establece una escala de perfección natural que empieza con los minerales y finaliza con el hombre.
Esta misma idea legitimó la creencia de que hay hombres que son naturalmente amos y otros naturalmente esclavos, y si éstos no lo entendían así se justificaba la guerra para someterlos.
“Aristóteles fue un defensor de la esclavitud, alegando que ésta es natural, es decir, que se adapta al modelo de toda la Naturaleza. Según sus propias palabras: “En cada cosa se hallan siempre un factor dominante y un factor sometido” (Alcalde, 1972 :83).
Para Bernal, el éxito alcanzado por Aristóteles en la sociedad Árabe y en el Medievo se debió a que sus explicaciones apelaban al sentido común , ese lugar simple de nuestros prejuicios. No se trataba de complicadas deducciones matemáticas o de conocimientos que requirieran de experimentación –lo que sí ocurría con los conocimientos de los científicos alejandrinos- en cambio se trataba de saberes que todos poseían.
“Aristóteles explicaba simplemente a sus lectores que el mundo que ellos conocían era, precisamente, el mundo tal como lo conocían” (Bernal, op.cit. :223)
Ante la crisis de la destrucción de su mundo estos pensadores postulan una filosofía idealista en el caso de Sócrates y Platón, y conformista en el caso de Aristóteles, deteniendo la línea materialista.
Su filosofía pretendía enseñar la resignación ante un estado de cosas, la aceptación de la vida como venía, incluyendo la idea de que los sufrimientos eran inevitables y formaban parte del orden natural. Era una filosofía para beneficio de las clases dominantes.
Para finalizar este apartado, señalaremos que hasta la caída de Roma la filosofía continuó siendo el modo de conocer característico y que, para ese momento, dicha forma de conocimiento era ya una filosofía decadente que reflejaba las terribles desigualdades sociales de la época. Es entonces que ella (la filosofía) se aparta de la ciencia y la política convirtiéndose en moral y tratando de reconciliar al hombre, políticamente impotente, con las incertidumbres de la vida en un mundo amenazado por la guerra y económicamente inseguro. De ahí surgieron filosofías conformistas como la de los cínicos, escépticos, estoicos y epicúreos y filosofías místicas como la de los agnósticos y los neoplatónicos.
Por otra parte, es importante decir que una característica de los hombres de este período -producto de su convicción de que, por un lado, la estructura del pensamiento racional y la de la realidad representada por aquél eran similares, por lo que la manipulación de los conceptos permitía la manipulación de la realidad y, por otro, de su creencia de que el hombre debe buscar las causas últimas, la sabiduría para conocer la verdad- fue su tendencia a indagar en los diferentes campos de la realidad, pues la consideraban integral.
Es así que en Anaximandro encontramos el primer cuadro unificado y universal del mundo basado en una deducción y explicación natural de todos los fenómenos. Dicha explicación como afirma Werner -con la que trata de descubrir la matemática proporción y armonía de las relaciones del mundo entero y sus partes- da testimonio del enorme esfuerzo intelectual sintético de los hombres de la época (Werner, 1980).
“Anaximandro se acerca al mundo como un todo, y (parte) del postulado de que el universo debe tener un sentido racional. Esta idea del mundo señala el primer brote claro de la filosofía en el espíritu humano “(Werner, op.cit. : 29).
Otros ejemplos que podemos señalar en torno a la preocupación de los antiguos filósofos griegos por conocer y estudiar los distintos aspectos de la realidad como partes integrantes de un todo, incluyen a Platón, Sócrates, Aristóteles, Heráclito y Demócrito.
El primero se preocupó no sólo por la política sino también por el arte y las matemáticas y las exploró sistemáticamente. Sócrates, ”... se interesó primero en la física, luego en las ciencias naturales y finalmente en la filosofía” (Antaki, 1997 :23). Aristóteles delimitó e hizo aportaciones a las disciplinas formales de la física, la lógica, la biología y las humanidades y agregó la metafísica para incluir todo lo que no cabía en las otras.
Heráclito, por su parte, recomendaba a los que aspiraban a la sabiduría a ser investigadores en un gran número de campos. Y personajes como Demócrito consideraron que su sabiduría debía dar cuenta de la realidad entera y proponer una teoría de la naturaleza en general. Por lo que su papel como filósofo “...no sólo implicaba la elaboración de una teoría atomística, sino la formulación de enunciados éticos; (por lo que fue...) a la vez físico teórico y sabio moralista “ (Antaki, 1998b. :21).
Así, para los filósofos de la época, encontrar la verdad última parecía implicar la comprensión y aceptación de que los lugares de producción de la verdad son varios y diferentes, por lo que se interesaron y ahondaron en tantas áreas del mundo como les fue posible.
Por cuanto a la educación, podemos decir con Bernardo Romero (1994), que para la antigua cultura griega aquella fue considerada el instrumento auténtico para el desarrollo y formación de los seres humanos pues tenía como propósito formar personalidades completas, desarrollando en el hombre todas sus facultades y energías.
“Antiguamente la educación tenía la función de formar a los individuos en la perfección ( sic ) de sus facultades humanas: es decir, la educación se encaminaba al cultivo del espíritu. Ese era precisamente el caso de los griegos antiguos para los cuales la virtud tenía que ver con la moral y el perfeccionamiento del ser humano. Los valores más reconocidos socialmente eran (...) los relativos a esas virtudes. La educación en consecuencia debería estar ordenada al cultivo de esas virtudes sobre cualquier otro objetivo” (Romero, 1994 :51).
La importancia que los helenos dieron al cultivo de las virtudes, al saber y, por ende, a la educación y su creencia -consecuencia de aquellas- de que el hombre debía conocer tantos campos de la realidad como factible fuera, contribuyeron a que muchos de ellos viajaran por diferentes partes del mundo para adquirir sabiduría y para enseñarla a otros. La transmisión de los conocimientos podía llevarse a cabo gracias al discurso.
Así, por ejemplo, “Los sofistas utilizaban esta técnica discursiva (...), a la que se le dio el nombre de retórica(...), estos nuevos amos del discurso iban de una ciudad a otra y cobraban (...por) su enseñanza. Entre ellos encontramos a Protágoras, Gorgias, (...) Hipias, este último representaba el ideal del saber enciclopédico, que equivale a un arte libre de los dioses” (Antaki, 1998b :10).
Otros espacios exclusivamente destinados a la transmisión de los saberes fueron La Academia y el Liceo , escuelas fundadas por Platón y Aristóteles, respectivamente.
La Academia de Platón fue creada en Atenas en el 387, ésta “...fue la primera escuela de filosofía organizada como una universidad, con un estatuto, un reglamento, alojamientos destinados a los estudiantes, sala de cursos, y museo, una biblioteca, etc.” (Antaki, op. cit :23). A ella acudían estudiantes de toda la Grecia y del mundo mediterráneo. Los saberes que allí se enseñaban estaban ya esbozados en la obra de su fundador, denominada La República .
“Platón consagra los libros seis y siete de La República a distinguir entre los diferentes géneros de conocimiento, clasificándolos según su profundidad; (...y) da instrucciones para organizar la educación. En primer lugar, encontramos la aritmética que tiene el mérito de obligar al alma a utilizar únicamente su inteligencia para alcanzar la verdad en sí. Los números sólo pueden ser asidos por el pensamiento, no pueden serlo por los sentidos. Luego vienen la geometría y la astronomía; por fin, se deberá aprender esa ciencia de la armonía que es la música. Pero todas estas ciencias sólo son el preludio para llegar a la dialéctica. (Pues) El dialéctico posee un visión sinóptica de todas las cosas” (Antaki, 1998b: 30).
Según Antaki, Platón no hace ninguna diferencia entre la educación de las mujeres y la de los hombres. Los dos sexos son llamados a llenar las mismas funciones en la ciudad y, por tanto, a recibir exactamente la misma instrucción.
Por su parte John Eggleston nos dice:
“El modelo de currículo esbozado por Platón en La República,(...cuyo) contenido (...incluía) música y actividades gimnásticas en su sentido más amplio, constituyó junto con el adiestramiento militar un modelo muy persuasivo: el trivium y el quadrivium de la universidad medieval -las siete artes liberales- surgieron en gran medida de él” (Eggleston, 1977 : 38).
Poco después, el Liceo será fundado por un ex-alumno de Platón: Aristóteles. Esta nueva escuela incluirá en su currículum otros conocimientos: la lógica, la metafísica, la física, la moral, la historia natural y la botánica. La forma de enseñanza que ahí se practicaba era el denominado peripatetismo , pues los discípulos de Aristóteles tenían por costumbre discutir los temas que aprendían paseando en los jardines, por lo que se les asigno el nombre de peripatéticos o “aquellos que pasean”.
A partir del siglo III a.C. aparecerán otras dos escuelas : la estoica y la epicúrea.
Estas cuatro escuelas sobrevivirán a sus fundadores durante siglos y su influencia será muy viva a lo largo del medievo.
Como conclusión diremos que a través de la filosofía el mundo se hará inteligible al hombre mediante la búsqueda constante de las verdades últimas de las cosas. Y el método y el plan general para hacerlo reside en la capacidad de razonamiento del ser humano y en la construcción de una lógica argumentativa de explicación de los fenómenos de la naturaleza en la que está incluido el mismo ser humano, lógica en la que reside incluso la posibilidad de manipulación de los fenómenos. Esta facultad de la inteligencia humana para construir explicaciones (racionalismo), complementada con la observación y la experimentación, será más tarde destacada por Occidente como el camino para llegar a la verdad sobre el funcionamiento de los fenómenos del mundo.
No obstante, esta propensión a racionalizar tendió a separar al pensamiento del plano material del mundo y orientó la producción del conocimiento hacia la abstracción, en detrimento de los saberes prácticos. Dicho conocimiento (abstracto) tendió a concentrarse en las clases acomodadas de la sociedad.
Concretamente, el conocimiento generado a partir de las filosofías platónica y aristotélica -ascendidas al carácter de dogmas de autoridad- y retomado por las clases altas como instrumento ideológico de dominación, sirvió a éstas para justificar el orden social (desigual) que les beneficiaba. En otras palabras, se mantuvo la tendencia, que ya habíamos observado en las civilizaciones de la Edad de Bronce, de sustituir la finalidad adaptativa original del conocimiento por una finalidad ideológica
Por otra parte, la sobrevaloración de estas filosofías actuó en detrimento de otras formas de aproximación a la realidad basadas en conocimientos prácticos, particularmente contribuyó a frenar el desarrollo de una ciencia fundamentada en la realidad empírica y que tuvo un ligero pero sofocado impulso con la filosofía jonia y las corrientes materialistas iniciadas con Demócrito.
Así, aunque la ciencia moderna se derivó de la griega dado que de ella obtuvo un método, un lenguaje y un plan general, se puede decir que los griegos obstaculizaron el desarrollo científico como lo conocemos en la actualidad, cuando consideraron que bajo el modo filosófico de conocer habían encontrado la verdad sobre los diferentes aspectos del mundo de que se ocuparon, por lo que tuvieron que pasar 1400 años para que la ciencia empírica obtuviera un lugar predominante como “modo de conocer” en la sociedad occidental.
Respecto al carácter originario del conocimiento del hombre, su unidad, aunque persiste la tendencia iniciada en las sociedades de la Edad de Bronce de separar el conocimiento teórico del práctico, el aspecto más destacado de la filosofía griega fue su propensión a producir un conocimiento teórico que intentaba comprender la realidad de manera integral, esto es, bajo el modo de conocer filosófico en la Edad de Hierro se buscó mantener la integridad del saber. Es por ello que los filósofos no se conformaron con estudiar parcelas específicas del mundo sino que se preocuparon por investigar los distintos ámbitos que lo conformaban y, por ello, la educación pretendía una formación integral, de personalidades completas. Así, los sabios de la antigüedad pretendieron dominar el conocimiento existente, comprenderlo, manejarlo y transmitirlo con una visión totalizadora e integradora. Características que todo conocimiento debía reunir . G
Bibliografía
Alcalde, Carmen (1972) La Filosofía . Edit. Bruguera. México. 224 pp.
Antaki, Ikram (1998b) El Banquete de Platón : Filosofía. Segunda Serie . Edit. Joaquín Mortiz. México. 174 pp.
Antaki, Ikram (1998c) El Banquete de Platón : Religión. Segunda Serie. Edit. Joaquín Mortiz. México. 143 pp.
Bernal, John D. (1986) La Ciencia en la Historia . UNAM-Nueva Imagen, 8ª Edición. México. 693 pp.
Eggleston, John (1980) Sociología del currículum. Edit. Troquel. Buenos Aires.
Martínez, Miguélez, Miguel (1999) La Nueva Ciencia . Su desafío, lógica y método. Edit. Trillas. México. 271 pp.
Romero, José Luis (1981) La Edad Media . Breviarios del Fondo de Cultura Económica. 12ª Reimpresión. México. 214 pp.
Werner, Jaeger (1980) La Teología de los Primeros Filósofos Griegos . Fondo de Cultura Económica. México. 265 pp.
|